Mordida por error, enamorada por accidente.

CAPÍTULO 14 — La maleta que nunca abrí.

Me quedé sola en mi habitación.

El silencio ya no era tranquilo; era denso, como si las paredes supieran algo que yo no. Me senté en la cama, abrazándome las rodillas, intentando ordenar todo lo que había cambiado en tan poco tiempo.

Mis padres.
Mi sangre.
Mis ojos.

Suspiré… y entonces la recordé.

La maleta.

Estaba en lo alto del clóset, cubierta de polvo, exactamente donde la había dejado años atrás. Nunca la abrí. No porque no quisiera saber, sino porque saber dolía demasiado.

Pero ahora… ahora necesitaba respuestas.

Me puse de pie, respiré hondo y la bajé con cuidado. El cierre estaba frío bajo mis dedos. Dudé. Cerré los ojos un segundo.

—Está bien —me dije—. Ya no soy la misma niña.

La abrí.

El olor a papel viejo y tela guardada me golpeó de inmediato.

Fotos.

Muchas fotos.

Las tomé con manos temblorosas.

Eran en blanco y negro. Antiguas. Demasiado antiguas.

Ahí estaban ellos. Mi madre, con una sonrisa suave, vestida con ropa de otra época. Mi padre, serio, elegante, con una mirada intensa que me resultó inquietantemente familiar.

Pero algo no encajaba.

Estas fotos no parecían de hace veinte años.
Parecían de hace mucho más.

—Esto no tiene sentido… —murmuré.

Seguía pasando las imágenes cuando encontré un cuaderno de tapas oscuras, gastado por el tiempo.

El diario.

El de mi madre.

Tragué saliva y lo abrí con cuidado.

La letra era delicada, inclinada, viva.

Antes de que pudiera leer mucho, la puerta de mi cuarto se abrió despacio.

—Sabía que estabas aquí —dijo Alicia.

Levanté la vista.

—La abrí —le confesé.

Ella se acercó de inmediato, sentándose a mi lado, sin invadir, sin apurarme.

—¿Quieres que lea contigo? —preguntó.

Asentí.

Alicia tomó el diario y empezó a leer en voz alta, con cuidado, como si temiera que las palabras pudieran romperse.

—“No sé cuánto tiempo más podremos escondernos. Ellos me observan. No me quieren. Dicen que mi poder no debería existir.”

Sentí un nudo en el estómago.

Alicia pasó la página.

—“La familia de él nunca me aceptó. Dicen que mi sangre es peligrosa. Que debería desaparecer antes de que sea tarde.”

Me quedé helada.

—¿La familia de… mi padre? —susurré.

Alicia levantó la vista, pensativa.

—Eso parece.

Siguió leyendo.

—“Temo por Elena. Si me encuentran, no dudarán en hacerle daño.”

Se me llenaron los ojos de lágrimas.

—Pero Corvin dijo que los cazaron vampiros y lobos… —murmuré—. Que fue por miedo.

Alicia frunció el ceño.

—Elena… aquí no habla de clanes. Habla de familia.

El silencio cayó pesado.

—Entonces… —dije lentamente— ¿y si no fueron vampiros ni lobos cualquiera?

Alicia cerró el diario despacio.

—¿Y si fue la familia de tu padre?

La idea me atravesó como un rayo.

—Pero… —mi voz tembló— ¿por qué matarían también a él?

Alicia se quedó pensativa.

—Tal vez… —dudó— porque eligió protegerte. Porque te eligió a ti… y a tu madre.

Miré las fotos otra vez.

La forma en que mi padre miraba a mi madre.
No era miedo.
Era amor.

—Entonces Corvin no tiene toda la verdad —susurré.

Alicia me miró con seriedad.

—O no quiere decirla.

Cerré la maleta lentamente.

Entonces entendí algo con claridad aterradora:

Mis padres no solo murieron.
Fueron traicionados.

Y quien lo hizo…
aún existe.

Levanté la vista hacia Alicia.

—Creo que mi familia no está tan muerta como pensábamos.

Ella tragó saliva.

Y en ese instante supe que la historia de mi sangre acababa de volverse mucho más peligrosa.

Si estás pensando “solo un capítulo más”… sígueme y asumimos juntos la adicción.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.