Morfeo

CAPÍTULO 2

A pesar de que la puerta del despacho de Tesk estaba entreabierta, Driamma golpeó sus nudillos contra la superficie y esperó a que le concediera permiso antes de asomarse por el resquicio.

Como de costumbre, los ojos del profesor adquirieron esa calidez con la que siempre la contemplaban. Ese vacío en su interior por la pérdida de su familia, que se alimentaba de sus entrañas como un agujero negro, parecía detenerse cuando estaba con él. Según sus amigas y los chismorreos de media clase, ese sentimiento se debía a una conexión romántica entre ellos, y quizá fuera cierto. Quizá se negaba a admitirlo porque estaba cegada por los prejuicios sobre su diferencia de edad.

Estaba tan confusa ante sus propios sentimientos, y los de él, que solo se le ocurría una manera de alejar la duda.

Por eso estaba allí.

La habitación estaba bastante más iluminada que el pasillo, por el sol de la tarde. Para lo que había venido a hacer, Driamma hubiera preferido que las ventanas estuvieran bloqueadas al exterior. Lo último que quería era testigos de su experimento.

—Ya lo sabías —dijo él, saltándose el saludo, como si llevara días deseando preguntarle al respecto. Tenía ojeras oscuras, pero eran de lo más habitual en la academia esos últimos días—. Sabías lo de Kaudalon antes de que lo anunciaran. Estoy seguro de que lo sabías porque te estaba obser… Porque noté tu entereza ante la noticia.

Mientras Tesk hablaba, Driamma se acercó despacio a su mesa, pero dejó que esta se interpusiera entre ellos por el momento. Tenía el estómago revuelto, quizá por los nervios.

—¿Cómo podías saberlo? —continuó él.

Si no fuera imposible, diría que la estaba acusando de algo. La miraba de un modo distinto.

—Sooz y yo escuchamos a Lozis cuando os lo contó a ti y a Orla, aquel día en su despacho —le explicó.

Sus hombros cayeron relajados, como si su respuesta lo hubiera aliviado de muchas formas.

—Tenía que haber imaginado que se trataba de Sooz. A esa muchacha no se le escapa nada.

Una idea cruzó la mente de Driamma.

—¿Es qué sospechabas que yo era la espía que entregó las coordenadas de Kaudalon? —se burló, apoyando el trasero sobre su mesa.

Su sonrisa se borró al ver la seriedad de él ante su pregunta. Sus ojos brillaron con cierta culpabilidad.

—No me lo puedo creer —continuó Driamma con una exhalación indignada—. Lo has pensado...

Tesk pestañeó varias veces y se frotó enérgicamente la ceja derecha con los dedos.

—Pues claro que no —le aseguró—. Es que estoy cansado, y bueno, tu madre era progresista. Eres la única persona de Noé con un pasado progresista.

Driamma torció el gesto en una mueca.

—Eso me convierte automáticamente en una traidora —dedujo, con una sonrisa helada en los labios.

Tesk suspiró, mirándola a los ojos.

—Lo siento —dijo con sinceridad, mientras depositaba una mano sobre la de ella—. El estrés me está volviendo paranoico.

Driamma esbozó media sonrisa.

El atractivo rostro de Tesk estaba a escasos centímetros de ella y la palma de su mano continuaba ahuecada sobre los dedos que tenía apoyados en la mesa. Aquel era el momento idóneo para poner su plan en marcha, pues apenas tenía que inclinarse para unir sus labios. Pero aún no se sentía preparada.

—En realidad me gusta la idea —bromeó, intentando retrasar el experimento—. En lugar de ser una huérfana ignorante de la informática, sería una brillante espía infiltrada en el enemigo, a las órdenes de la primera dama. Me gusta más esa identidad. Podría comunicarme con mi madre por sueños y…

—¿Qué has dicho? —la interrumpió él, con el rostro desencajado. Toda la sangre parecía haberse esfumado de su cara.

Driamma arrugó el entrecejo.

—Anoche tuve un sueño con mi madre —le informó, un tanto azorada por la forma en que la estaba contemplando. Sus ojos negros parecían querer atravesar su cráneo—. Fue un sueño de lo más extraño. Era casi tan real como tú y yo en esta habitación ahora mismo. Incluso la sala era peculiar. Por eso lo decía… ¿Te encuentras bien, Tesk?

Mientras ella hablaba, el profesor se había dejado caer sobre su silla. Sus ojos parecían haber perdido contacto con el momento presente. Sus manos asían los reposabrazos de su silla dejando los nudillos blancos por la fuerza.

—¿Tesk? —le gritó en vista de que no atendía.

Esta vez pareció funcionar, pues él se levantó de nuevo ubicándose frente a ella. Le dedicó una sonrisa que debía haber sido tranquilizadora, pero que le pareció forzada.

—¿Qué más ocurrió en ese sueño? ¿qué te dijo? —le preguntó con normalidad, volviendo a ser él mismo.

—Fue el sueño más real que recuerdo. En él me moría de sed, literalmente. Sentí lo que es estar al borde de la muerte por deshidratación —le explicó, recordando la acuciante sensación de tener los ojos a punto de explotar, la garganta como limas pegadas entre sí impidiendo el paso del aire y el agotamiento extremo. Apenas pudo levantar su tronco de la cama en la que estaba tumbada—. Entonces observé a mi madre, a través de mi visión borrosa. Ella se agachó a mi lado y me susurró al oído que ya era hora de volver a la Tierra, si no quería morir de sed.

—¿Te dijo algo más? —se interesó él, como solía hacer con todo lo relacionado con ella. Siempre la escuchaba pacientemente, aunque hiciera otra cosa a la vez como en ese mismo instante en que rebuscaba algo en su cajón sin mirarla.

Driamma suspiró antes de responder.

—Sí, mi subconsciente disfrazado de mi madre me ha dicho justo aquello que quiero escuchar.

Tesk se detuvo y le prestó toda su atención, quizá preguntándose de qué se trataba.

—Que Bronte está vivo —confesó ella al fin, procurando controlar el tono de su voz al decirlo. Notaba lágrimas nacer en algún punto entre su nariz y su garganta.

El profesor la contempló con un brillo en los ojos. Era la persona más empática que había conocido. Era el único que parecía compartir su dolor con la misma intensidad que ella. Cuando Driamma le hablaba de Bronte, veía verdadera tristeza en sus ojos.




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