Morfeo (desterrados Libro 2)

Prólogo

AVISO IMPORTANTE

Solo están disponible hasta el capítulo 9. A partir de Junio se encontrará a la venta tanto en físico como en e-book.

 

Ash estaba sumergida en un sueño intranquilo. Las sábanas se enroscaban en sus piernas y le arañaban la piel incómoda tras tantas vueltas entre ellas.

Era vagamente consciente de estar en su cama, pero ensoña- ciones de Sooz, persiguiéndola por los pasillos recónditos de la academia para informáticos de Noé, iban y venía. Era una forma desagradable de soñar. El limbo entre la vigilia y los sueños.

Logró despertar cuando el joven que estaba tendido a su lado se movió adormilado para agarrarla por la cintura y hundir la na- riz en su espalda. Un temblor recorrió su cuerpo y se sorprendió a sí misma por lo mucho que reaccionaba físicamente ante Hadi.

Había conocido al muchacho, con el bello aspecto oscuro de un árabe, en el backstreet de Noé, hacía dos días. Hadi le había dado a Ash su primer beso real en una fiesta que terminó de forma abrupta con un accidente en la academia, en el que Tesk, entre otros alumnos, estuvieron a punto de perder la vida.

Ash los había salvado, pero no sin perder su falsa identidad en el proceso. Ahora todos en la academia sabían que ella era Lashira Khan. La informática que había inventado los secbra, los ordenadores que llevaban conectados directamente al cerebro.

A pesar de su repentina huida del backstreet, Hadi era amigo del infame Raoul Davini, y logró contactar con Ash a través de este. Desde aquella noche habían tenido un par de citas, si se podían llamar de esa forma.

 

 

 

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En realidad, sabía que nunca podría enamorarse de él, pero tenía más que suficiente con que la hiciera reír y con que volviera loco a su cuerpo.

De acuerdo, su corazón no se aceleraba cada vez que lo veía entrar en la sala, como le ocurría con Gábor, pero… ¿qué sabía su corazón? Al fin y al cabo, la parte racional de Ash no había aprobado esos sentimientos desde el principio. Y no se había equivocado. Gábor era inmaduro, egocéntrico… y ella no quería un hombre así.

Por esta razón, su corazón iba a tener que callarse y aprender a escuchar a su cerebro antes de lanzarse al vacío por una cara bonita con humor inteligente.

Miró, por encima de su hombro, la pronunciada nariz árabe y las espesas pestañas negras. Hadi tampoco era ningún santo. Tenía tres años más que Ash, y mucha más malicia.

Ella sabía que, en algún lugar de la ciudad de Noé, había otra chica durmiendo con esa exótica nariz enterrada en su cuello. Pero le daba igual. No había nada sentimental en ello y, por lo tanto, no había riesgo. Aunque sus amigas la fueran a juzgar por perder su virginidad sin amor, ella se sentía relajada y satisfecha.

—¡Buenos días, Jengibre!

Ash volvió la cabeza hacia la escalera que llevaba a la planta baja de su habitación, sin poder creer que acabara de escuchar el mote que su hermana le había puesto cuando era pequeña.

—¡Por la Creación! —exclamó Kara, observando al mucha- cho abrazado a Ash con ojos como platos. Se detuvo en el último peldaño de la escalera y los contempló unos instantes boquia- bierta.

Ash dio un salto y tiró de las sábanas para poder taparse el pecho desnudo. El vocerío y el movimiento brusco despertaron  a Hadi, que pestañeando se irguió para apoyarse en un hombro.

 

 

 

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Aquello debía de ser una pesadilla lúcida ocasionada por el estrés de las últimas semanas. Era la única explicación para que acabara de escuchar también la voz de su madre:

—¿Qué ocurre, Kara?




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