Morgana con su astucia y un disfraz que la hacía parecer una simple sirvienta, se deslizó entre los pasillos del majestuoso castillo.
Cada día la grandeza de aquel lugar la dejaba sin aliento, las paredes adornadas con tapices antiguos, los candelabros de cristal que brillaban como estrellas y los susurros de la historia que parecían impregnarse en cada rincón, era algo que nunca antes había visto. En su papel de servidora, se mezclaba con el resto del personal, compartiendo risas y secretos mientras observaba con atención el vaivén de la nobleza. Sin embargo, su misión era mucho más profunda que simplemente servir, era una exploradora en busca de respuestas ocultas.
Durante las primeras semanas, Morgana se vio obligada a seguir a una de las empleadas más veteranas por los laberintos del castillo. Cada paso que daba le rebelaba un nuevo secreto. Desde la polvorienta biblioteca repleta de tomos olvidados hasta el jardín secreto donde las flores parecían susurrar historias del pasado. Aprender a desplazarse con soltura por aquellos espacios bastos y desconocidos era esencial para no perderse en la inmensidad del castillo. Cada rincón guardaba un misterio que aguardaba ser descubierto, y Morgana estaba decidida a desentrañarlos todos, aunque para ello tuviera que ocultar su verdadera identidad entre la servidumbre.
Con el tiempo, Morgana se fue adaptando a los largos y variados pasillos del castillo, convirtiéndose en una experta en moverse entre ellos sin ser notada. Cada jornada de trabajo le rebelaba nuevas sorpresas. Descubrió habitaciones olvidadas, llenas de polvo y ecos del pasado, así como pasadizos secretos que parecían susurrar promesas de aventuras ocultas. Su curiosidad insaciable la llevó a explorar cada rincón, y pronto se dio cuenta de que esos espacios vacíos eran simples reliquias del tiempo, ya que eran portales a historias que aguardaban ser contadas.
Fue un día cuando limpiaba una de las majestuosas estatuas en una amplia habitación repleta de reliquias antiquísimas, cuando su vida dio un giro por completo. Al mover la estatua, sintió un leve temblor en el suelo y, al investigar más afondo, descubrió una pequeña trampilla camuflada entre las sombras. Con el corazón latiendo con fuerza, la abrió y se encontró con una escalera en forma de caracol que descendía hacia lo desconocido. Sin pensarlo dos veces, se aventuró hacia abajo y llegó a una habitación subterránea donde el aire estaba impregnado de magia. Allí pasaba horas, trabajando y practicando con su varita mágica, perfeccionando sus habilidades en un lugar donde el tiempo parecía detenerse y la realidad parecía desvanecerse en un rincón secreto solo para ella.
A medida que pasaba el tiempo, el odio de Morgana hacia los humanos se intensificaba con cada noticia que llegaba de los cazadores. Regresaban de las profundidades del bosque, sus rostros marcados por la satisfacción, arrastrando tras de sí los cuerpos inertes de criaturas inofensivas que alguna vez fueron parte del equilibrio natural. Cada imagen de aquellos seres vulnerables ya siendo sin vida, avivaba una llama de rabia en su interior, un fuego que amenazaba con consumirla. Sin embargo, sabía que debía controlar su ira, ya que dejarse llevar por la emoción podría llevarla a actuar de manera imprudente y poner en peligro su verdadero objetivo.
A causa de esto, Morgana se sumergió aún más en el estudio de la magia oscura, alimentando su poder con cada sentimiento reprimido. La magia fluía desde lo más profundo de su ser, y aunque la tentación de liberarlo era fuerte, comprendía que debía perfeccionarlo antes de actuar. Cada día su habitación subterránea, se convertía en una oportunidad de canalizar su ira en habilidades mágicas transformando su dolor en fuerza.
Y un día, Morgana decidió que era momento de hacer una declaración. Abriéndose paso entre la inmensidad del castillo, caminaba con paso firme mientras sostenía con fuerza su varita mágica en una de sus manos. Cada paso resonaba en los pasillos, un eco de determinación que la impulsaba hacia su destino. Sabía que este día marcaría un antes y un después en su vida y en la de aquellos que habitaban el castillo. Con cada respiración, sentía el poder de la magia oscura fluir por sus venas, preparándola para lo que estaba por venir.
Al llegar al salón principal, se detuvo un momento para observar todo a su alrededor, ya que el salón era una obra maestra de la arquitectura medieval con altos techos de vigas de madera oscura que se cruzaban en elegantes patrones. Las paredes estaban revestidas con paneles de roble tallado, donde se podían apreciar intrincadas escenas de batallas y leyendas épicas. A lo largo de las paredes, grandes retratos de nobles y reyes miraban a los asistentes con ojos que parecían seguir cada movimiento.
En el centro, había una larga mesa de roble pulido, adornada con un mantel blanco inmaculado que caía suavemente hasta el suelo, mientras que delicados candelabros de plata brillaban como estrellas en la penumbra. Cada lugar estaba adornado con pequeñas flores frescas en jarrones de cristal, que añadía un toque de color y frescura al ambiente. Los platos eran una mezcla de cerámica pintada a mano y porcelana blanca, mientras que copas de cristal relucían al reflejar la luz de las velas.
Por otro lado, el aire se impregnaba con el aroma tentador de hierbas y especias, provenientes de los exquisitos platillos que eran servidos por atentos sirvientes vestidos con trajes elegantes. La música de un cuarteto de cuerdas sonaba al fondo, acompañando las risas y conversaciones animadas de los invitados. Algunos se levantaban para brindar, levantando copas llenas de vino tinto brillante, que parecía captar la luz proveniente de las alturas. Y los niños correteaban entre las personas, dando un toque de felicidad a la ocasión.