Morgana: Corazón De Hielo

Capítulo IV

Junto a las puertas de madera, una reluciente espada se erguía con majestad, su mango de oro brillando intensamente, adornado con piedras preciosas que formaban una cruz resplandeciente. La hoja, afilada y meticulosamente trabajada parecía captar la luz de las antorchas que la rodeaban, proyectando destellos que danzaban en la oscuridad.

¡Ven, sígueme! –le indicó la espada.

¡Pero… si… eres…! –balbuceó la joven, sin poder creer lo que en ese momento estaba viendo.

¡Una espada! –finalizó ella con toda tranquilidad, mientras ingresaban a un largo pasillo.

¡¿Cómo es esto posible?! –cuestionó, sin dejar de observarla.

¡Te lo explicaré en un momento!

La espada se deslizó por el pasillo, dando pequeños brinquitos que resonaban suavemente sobre el piso de mármol. Mientras tanto, Sophia se abría paso tras ella, sus ojos curiosos explorando cada rincón del elegante pasillo. Las armaduras que adornaban las paredes relucían con intensidad bajo la luz de los cálidos candelabros, reflejando destellos dorados y plateados que se percibían en las sombras.

¡Chicos! –llamó la espada al ingresar a una de las habitaciones. Esta era de grandes dimensiones. Sus paredes adornadas con grandes retratos que parecían observar a los visitantes con miradas enigmáticas. En los extremos, algunas armaduras se alzaban como guardianes silenciosos de un pasado glorioso. Majestuosos ventanales se alzaban en lo alto, pero una gruesa capa de hielo obstruía el paso de la luz, generando una tenue iluminación azulada que envolvía la habitación con un aura de misterio y solemnidad- ¡¿Están aquí?!

¡¿Dónde te habías metido?! –le preguntó un enorme escudo. Su cuerpo estaba embellecido por una serie de rubíes y diamantes.

Bueno… yo… este… -balbuceó la espada.

¡Sabes muy bien que no puedes andar por allí como si nada! –lo reprendió una armadura que se acercaba con pasos pesados.

¡Lo sé, pero…! –intentó decir pero fue interrumpida.

¡Oh, gracias a Dios estás bien! –Exclamó una escoba, mientras salía de un armario- ¡Estaba tan preocupada, pensé que te había sucedido algo!

¡Estoy bien! –La espada se alejó un poco- ¡Pero no saben lo que me he encontrado en el vestíbulo!

¡¿Quién es ella?! –cuestionó la armadura con asombro y un toque de nerviosismo.

Bueno… ella es… -la espada entró en pánico al no saber cómo reaccionarían sus amigos.

Me llamo, Sophia –respondió rápidamente.

-¡Puede escucharnos! –Gritó el escudo, dando unos cuantos griticos de alegría- ¡Puede escucharnos, saben lo que significa…!

¡Ni siquiera lo pienses! –La voz de la escoba resonó en la habitación llena de furia- ¡Ella no debería estar aquí, su vida corre peligro!

¡Pero ella puede liberarnos! –se quejó la armadura.

¿Qué es lo que sucede aquí? –Se quejó un plumero, mientras salía del escaparate- ¿Qué es este escándalo? ¿Y quién es ella?

¡Plumero, al fin seremos libres! –volvió a gritar el escudo.

¡Nada de eso! –Volvió a gritar la escoba- ¡Y tú, señorita, es mejor que te marches!

Escoba tiene razón –el plumero se acercó un poco más- no es justo que pongamos en peligro la vida de esta niña. Es mejor que te marches. La Dama del Invierno no tardará en sentir tú presencia.

¡¿La Dama del Invierno?! –preguntó Sophia, ya que no sabía de quién estaban hablando.

Los objetos guardaron un profundo silencio, mientras intercambiaban nerviosas miradas, ya que no sabían si era correcto dar a conocer lo que sabían hasta el momento.

Ella es quien se apoderó de este castillo, y para mantenerlo bajo su poder, trajo el frío invierno a estos territorios, de esa manera mantener a los pobladores fuera de estas tierras –dijo rápidamente la armadura.

¿Y qué sucedió con todas las personas que vivían en este castillo? –Sophia los miró impresionada.

La Dama del Invierno llegó a estas tierras hace muchos años atrás –suspiró la escoba, dándose por vencida- atormentando a todos los habitantes, especialmente a uno que otro joven. Y cuando obtuvo un mayor poder se apoderó de todo lo que ves, sin importar el daño y el sufrimiento que les causó a las familias. Transformó a muchos de ellos en espeluznantes estatuas de oro para que permanezcan en este lugar por toda la eternidad.

De inmediato un desagradable escalofrío se apoderó del cuerpo de Sophia, cuando su mente reprodujo los rostros de aquellas estatuas que se encontraban esparcidas por todo el jardín.

¿Y qué ha sucedido con ustedes? –los miró con atención.

Nosotros… intentamos… -las palabras del escudo se perdieron en un profundo sollozo.

Tranquilo, amigo, todo irá bien –lo calmó la armadura, mientras ponía una de sus pesadas manos sobre él.

Nosotros intentamos rescatar a nuestros amigos y seres queridos, pero fuimos atrapados y transformados en estas cosas para permanecer aquí en el castillo por el resto de nuestros días –la voz de la escoba dejó al descubierto la profunda tristeza que sentía en su interior.

La Dama del Invierno nos alejó de nuestras familias para sumergir nuestras vidas en un profundo dolor, que no termina nunca –añadió el plumero- solo nos tenemos a nosotros mismos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.