morgana, El Espejo Mágico

Capítulo 1

En lo profundo de un bosque sombrío, un corazón oscuro vagaba incansablemente, buscando el consuelo que solo la soledad podía ofrecerle. Y allí, entre los árboles que susurraban secretos y las sombras que danzaban en la penumbra, encontraba refugio de las miradas curiosas y no deseadas del mundo exterior. La vegetación se convertía en su abrigo, mientras que la fauna, libre y salvaje, se transformaba en sus verdaderos compañeros. Juntos coexistían en una armonía ajena a la avaricia y codicia de seres despiadados que, con arcos y flechas cazaban sin piedad, solo por el placer carnal. En ese rincón sagrado de la naturaleza, hallaba un sentido de pertenencia y libertad que el resto del mundo le había negado.

Sus suaves y lentos pasos resonaban en todas direcciones, como ecos imparables que se entrelazaban con las corrientes de aire, creando una sinfonía etérea en el bosque. Cada pisada era un susurro que danzaba amorosamente, mientras el viento acariciaba las hojas de los árboles, transformando el silencio en sutiles murmullos que se elevaban y entrelazaban en las alturas. Estas notas suaves y melancólicas se convertían en melodías que hablaban de nostalgia y de anhelo, llenando el entorno con una belleza palpable. Era como si la naturaleza misma respondiera a su andar, creando un momento suspendido en el tiempo, donde cada sonido contaba una historia de amor y pérdida, que resonaba en la profundidad del alma.

Durante un largo tiempo, la joven mujer se resguardó en las profundidades del bosque, sintiendo que era el único lugar donde era realmente comprendida. Allí podía ser ella misma, libre de juicios y de las sombras de su pasado. Sin embargo, a menudo se encontraba atrapada en un vacío, como si el eco de su propia existencia se desvaneciera entre los árboles. En esos momentos de soledad, añoraba escuchar las hermosas melodías que solía articular su pequeña avecilla desde las alturas de aquel frondoso árbol. Notas, que llenaban el aire con un toque de esperanza y melancolía, pero al recordar la existencia de los seres humanos, su corazón se oscurecía, y el poder de su magia deseaba emerger para cubrir todo lo que se encontraba en su camino bajo un profundo manto de soledad y tristeza.

En ocasiones, la ira brotaba dentro de ella como un torrente indomable, cuando veía aquellos que ingresaban al bosque con intensiones crueles, dispuestos a cazar a los inocentes animales que ahí habitaban. La rabia la consumía y sentía que debía proteger su hogar. Sin embargo, algo extraordinario sucedía, aquellos cazadores, al adentrarse aún más al bosque, eran atraídos por una fuerza mayor que los envolvía en un abrazo oscuro. Y al tocar sus cuerpos, eran transformados en aquello que habían arrebatado, una sombra de aquel ser que había existido antes, así el bosque se convertía en un espejo de justicia, donde la magia de la joven mujer se manifestaba para devolver a los seres lo que les pertenecía, y al mismo tiempo recordarle a la humanidad el precio de su avaricia.

Poco a poco la joven bruja se fue transformando en la protectora de aquel inmenso bosque. Erigiéndose como un baluarte contra la maldad y la crueldad que los cazadores traían consigo. Con cada día que pasaba, su conexión con la naturaleza se profundizaba, y su magia se hacía más poderosa. Así, un día llegó a una planicie bañada por la luz del sol que filtraba entre las hojas. Con un suave movimiento de su mano, dejó fluir toda su esencia mágica a través de su varita, tejiendo encantamientos que danzaban en el aire. En ese momento, una pequeña pero acogedora cabaña comenzó a materializarse entre los árboles. Un refugio donde podía vivir en compañía del bosque y sus criaturas.

Pero un día, la joven bruja sintió el peligro en el aire, una sensación inquietante que se transportaba como frías corrientes, arrasando consigo la calma del bosque. Sin pensarlo dos veces, tomó entre sus manos su elegante escoba mágica. Un objeto que siempre había representado su conexión con la libertad y la defensa de su hogar. Montó sobre ella y, con un sutil golpe sobre el suelo, se elevó a toda velocidad, surcando el aire con destreza entre los árboles. A medida que volaba, su corazón latía con fuerza, y en cada giro percibía un olor a muerte que le hizo sobresaltar. Una advertencia de que algo terrible estaba sucediendo

En cuestión de segundos, sus ojos se posaron en la escena que le heló la sangre. Un grupo grande de cazadores se movía con frialdad y desprecio por el bosque. Habían asesinado a unos cuantos animales, cuyas vidas habían sido apagadas sin piedad, llevando sus cuerpos en el interior de unos cuantos sacos que colgaban de sus hombros. La rabia y la tristeza se entrelazaban en su pecho mientras contemplaba aquel acto de destrucción. Sabía que debía actuar, y frenar todo acto de maldad que pudiera manchar su hogar.

Y justo antes de agitar su varita en dirección a los cazadores, la joven bruja se detuvo en seco, permitiendo que aquellos hombres continuaran su camino, sabiendo que su mejor opción era seguirlos desde la distancia, como una sombra silenciosa, para ser conducida hasta la fuente de su maldad. A medida que se deslizaba entre los árboles, vio como un largo y ancho camino se abría paso ante ella, como si el bosque mismo le mostrara el camino a seguir. Este misterioso sendero guiaba a los cazadores hasta un imponente muro de piedra, que resguardaba la inmensidad de un hermoso castillo. Morgana contuvo el aliento al contemplar aquella fortaleza, sintiendo que tras aquellos muros se guardaban secretos oscuros y planes nefastos que amenazaban no solo a los habitantes del bosque, sino también a toda la magia oscura que ella había jurado proteger.




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