morgana, El Espejo Mágico

Capítulo 5

La joven se agitaba con desesperación, sintiendo como aquellas manos se aferraban a su cuerpo con una fuerza desmedida que la mantenía prisionera en un mar de pánico. De repente, un fuerte golpe resonó en el aire cuando las puertas del fondo se abrieron de par en par, rebelando al panadero que corría con una determinación feroz. En su mano, un afilado cuchillo brillaba bajo la luz tenue, mientras lo blandía con energía, como si fuera su única esperanza. Con un movimiento preciso y decidido, cortó uno de los brazos que la apresaba, haciéndolo desaparecer en medio de un sutil humo negro que se disipó rápidamente, dejando tras de sí los desesperados gritos de la chica.

- ¡No temas, señorita! –le decía el hombre, cuando un nuevo brazo emergió de las sombras, y lo tomaba por sorpresa- ¡La voy ayudar cueste lo que cueste!

- ¡Date prisa, por favor! –lloraba, mientras cerraba sus ojos a causa del dolor.

- ¡Resista un poco más! –el hombre cortó uno de los brazos, pero de inmediato otro de ellos emergió de la oscuridad.

El llanto de la chica cada vez era más intenso, ya que el dolor producido por aquella magia negra se intensificaba a cada segundo, torturándola sin compasión. Sentía como su piel ardía, quemándose lentamente, como si estuviera expuesta a las vivas llamas de una hoguera. Cada latido de su corazón resonaba en su pecho como un tambor de guerra, recordándole que la oscuridad que la rodeaba no solo era un hechizo, sino una pesadilla que la consumía. Los ecos de su sufrimiento se combinaron con sus sollozos, creando una sinfonía desgarradora que atraía aún más el poder de la maligna oscuridad que la mantenía cautiva en un torbellino de agonía.

- ¡Esto no funciona! –pensó el panadero- ¡Cada vez que corto uno de los brazos, otro surge de las malditas sombras! –cortó uno más, y otro surgió a toda velocidad- ¡¿Qué clase de magia es esta?!

Las profundas carcajadas de la bruja se dejaron escuchar, llenando el cuerpo del hombre del más horrible sentimiento que pudiera existir en el mundo. Un sentimiento que se apoderaba del alma para hacerla estremecer y paralizar. Su risa resonaba como un eco siniestro en la penumbra. Cada nota vibrante atravesaba su ser, provocando un escalofrío que le recorría la columna. Mientras su cuerpo se estremecía lentamente, una sombra de terror se cernió sobre él.

En un nuevo intento de liberar a la joven, no se percató de aquel tercer brazo que emergió de las profundidades, golpeándolo con fuerza y lanzándolo sobre una de las vitrinas. Cerró fuertemente sus ojos mientras el dolor se extendía por todo su cuerpo, como un fuego abrazador que lo consumía poco a poco. Con dificultad, miró a un lado y extendió su mano, tratando de aferrarse al cuchillo que había quedado a una corta distancia. Pero al tratar de levantarse, un nuevo golpe lo hizo rodar por el suelo, como si estuviera siendo arrastrado por un feroz torbellino que lo alejaba aún más de su intento por salvar a la chica.

Logró observar como el brazo se acercaba a toda velocidad, preparado para propiciarle un nuevo golpe, pero antes de que pudiera ejecutarse, él se movió con determinación y alcanzó a cortarlo, haciendo que se desvaneciera en el aire de inmediato. Sin embargo, la victoria fue efímera, ya que un nuevo brazo se aferró a una de sus piernas, intentando arrastrarlo hacia la oscuridad. El panadero, con una velocidad desesperada, lo cortó haciéndolo desaparecer también.

El hombre se levantó a toda velocidad, aferrándose con fuerza a su cuchillo y sin pensarlo, corrió en dirección a la chica, esquivando un brazo que salía disparado desde las cercanías. Subió rápidamente a una de las mesas, ejecutando un movimiento rápido con su cuchillo para dejar una suave neblina negra en el aire, como si el tiempo se hubiera detenido por un instante. Dando unos veloces pasos sobre la mesa, saltó con fuerza en dirección a la chica, y en un solo movimiento certero, cortó los dos brazos que se aferraban a ella.

La joven dejó escapar un feroz grito mientras caían con un golpe sordo sobre el suelo. El eco de su desesperación resonando en la penumbra. De inmediato, un brazo emergió de las sombras y se aferró a la pierna del panadero, arrastrándolo nuevamente en dirección a la oscuridad, como si el mismo abismo lo estuviera reclamando.

- ¡No... no... por favor, ya basta! –gritó la chica en medio de sus sollozos.

El panadero miró en todas direcciones con desesperación. Su corazón latiendo con fuerza a mientras buscaba una salida a aquella pesadilla. Y al pasar junto a una de las vitrinas más pesadas, sintió una chispa de esperanza, y se aferró a una de las patas con todas sus fuerzas, decidido a no seguir siendo arrastrado hacia la oscuridad. Cada fibra de su ser se tensó en un esfuerzo monumental, sintiendo como la fría madera se hundía sobre su piel a causa del agarre, brindándole un momento de resistencia en medio del caos.

- ¡¿Pero qué es eso?! –exclamó la chica con asombro.

- ¡¿Qué?! Susurró el hombre, mientras miraba en todas direcciones.

El panadero, con el corazón latiendo desbocado, miró detenidamente cada rincón de la panadería, sus ojos escudriñando las sombras más profundas que se formaban entre los mesones. Fue entonces, cuando logró distinguir un débil destello de color rojo que parecía pulsar en la penumbra. Permaneció inmóvil, su mirada fija en aquel resplandor inquietante, mientras sus manos se aferraban con todas sus fuerzas al cuchillo que llevaba consigo. De repente, los gritos de la joven llenaron la habitación, rompiendo el silencio y haciéndolo reaccionar con rapidez. Sin pensarlo dos veces, corrió a toda velocidad en dirección al destello, donde los brazos emergían para elevar a la chica por los aires. A pocos pasos de distancia, lanzó el cuchillo con todas sus fuerzas, haciéndolo volar por el aire hasta atravesarlo. Y en un instante, un fuerte estremecimiento recorrió el lugar en todas direcciones, mientras unos fuertes y terroríficos chillidos dañaban sus oídos, que se transformaban poco a poco en débiles ecos que se desvanecían junto a las sombras, dejando tras de sí el recuerdo de una profunda oscuridad que parecía tragarse todo a su paso.




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