Morgana: Estatuas De Oro

Capítulo 1

Morgana caminaba lentamente por los oscuros pasillos del castillo, donde las sombras parecían susurrar secretos de un pasado que nunca la dejaría en paz. Cada paso resonaba en el silencio, como un eco de su profunda soledad. Las paredes, frías y húmedas, estaban impregnadas de la tristeza de sus recuerdos, y mientras avanzaba, su mente se perdía en un laberinto de imágenes vívidas que la atormentaban.

Revivía una y otra vez aquel día fatídico en que los cazadores habían irrumpido en el bosque, arrasando con la manada de ciervos que ella tanto amaba. La compasión había sido un extraño para ellos, y esa brutalidad había dejado una marca indeleble en su corazón. La memoria del ataque a Merlín se manifestaba con fuerza, como una herida abierta que nunca cicatrizaría, ya que él no solo había sido su mentor, sino también el hombre a quien amaba profundamente, el faro de sabiduría en su vida.

La traición de aquellos hombres había desatado un torrente de emociones que la consumían. Morgana recordaba el brillo de los ojos de Merlín antes del ataque, llenos de confianza y fe en la humanidad. Pero esa fe se había desvanecido junto con su vida, y ella había jurado venganza contra aquellos que habían sembrado el dolor a su alrededor.

Los años pasaron y Morgana se sumergió en las profundidades del bosque, donde el odio y el rencor se convirtieron en sus únicos compañeros. Cada rincón del bosque llevaba consigo la carga de su dolor, así como la determinación de castigar a quienes habían cometido atrocidades contra su mundo.

Con cada acto de venganza, creyó que podía encontrar algo de consuelo, sin embargo, cada familia que sufrió en manos de su ira, solo alimentó la llama de rencor que ardía dentro de ella, ya que las maldiciones que lanzó, eran solo un reflejo de su propio sufrimiento y desesperación.

Mientras recorría los pasillos del castillo, Morgana sentía el peso de las decisiones que había tomado. Había tomado lo que consideraba justicia con sus propias manos, pero acosta de inocentes que no tenían culpa alguna del caos desatado por otros. La soledad se convirtió en su compañera constante, cada vez más aislada entre los muros que alguna vez custodiaron las risas y alegrías.

La nobleza del corazón parecía ahora un concepto aún más lejano para ella, ahogado por los ecos del pasado. Finalmente, al llegar a una ventana consumida por el hielo, contempló el paisaje desolador que se extendía ante ella. El bosque, consumido por la nieve, se alzaba amenazante, como un recordatorio constante de lo que había perdido y lo que había sacrificado por su sed de venganza. En ese instante, Morgana comprendió que vivir atrapada en el pasado, solo perpetuaba sufrimiento y, quizás era hora de buscar una nueva celda, una donde pudiera reencontrarse con sus recuerdos sin dejarse consumir por ellos. Pero el camino hacia la redención sería largo y difícil, y aún tendría que enfrentarse a los fantasmas que habitaban tanto en su corazón como en los ecos del castillo.

Morgana permaneció de pie junto a la ventana. Sus ojos fijos en la blancura que se extendía a lo largo y ancho del paisaje. La tormenta de nieve se desataba con furia, distorsionando la visión, como si el mundo mismo se hubiera convertido en un lienzo borroso. En medio de esa belleza gélida, un sentimiento de culpa comenzó a crecer en su interior, una chispa que amenazaba con encender una llama de dudas sobre las decisiones que había tomado.

Sin embargo, esa luz tenue fue ahogada rápidamente por un recuerdo fugaz que regresó con la fuerza de un huracán. Los cazadores saliendo del bosque, arrastrando los cuerpos inertes de aquellos inocentes animales que habían sido brutalmente asesinados. La imagen se clavó en su memoria como una espina, intensificando su furia y el odio que había cultivado por años.

Esos hombres con sus risas burlonas y su falta de compasión, no eran más que monstruos disfrazados de humanos. La rabia se apoderó de ella, convirtiendo el leve temblor de su mano en un estremecimiento violento. Y sin poder contenerse, Morgana golpeó con fuerza la helada superficie del ventanal. El cristal estalló en mil fragmentos brillantes que cayeron al suelo con suaves tintineos, como si el mismo ecosistema estuviera respondiendo a su dolor. Mientras los fragmentos se dispersaban por el suelo, Morgana sintió una mezcla de liberación y desesperación. Romper el cristal no solo había sido un acto impulsivo, sino que era una manifestación física de su turbulento estado emocional.

Cada trozo que caía parecía resonar con los gritos silenciosos de los animales caídos, recordando la injusticia que había marcado su vida. La tormenta fuera, parecía cobrar vida propia, reflejando su tormento interno mientras las ráfagas de viento azotaban el castillo. Con cada instante que pasaba, Morgana se dio cuenta que no podía seguir atrapada entre el pasado y el rencor. El odio le había otorgado poder durante tanto tiempo, pero también la había aislado en una prisión construida por sus propias manos. Mirando hacia fuera, notó como la nieve comenzaba a cubrir los restos del caos, cada copo caía sobre el paisaje como un manto blanquecino que buscaba borrar las huellas del sufrimiento. Y sin poder resistirlo más, se alejó del ventanal.

Con un suave movimiento de su varita, Morgana hizo que los cristales fragmentados regresaran a su estado natural, brillando con una claridad renovada en el ventanal. A medida que el cristal se restauraba, también lo hacía la idea de un camino hacia la redención, aunque esta quedaba oculta bajo las gruesas capas de nieve que cubrían su corazón. Su odio era aún más fuerte que la luz que había iluminado su ser, y eso la guiaba por pasillos oscuros y fríos.




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