Morgana: Estatuas De Oro

Capítulo 5

La mujer se encontraba en lo más alto de las escaleras, y su increíble belleza iluminaba todo a su alrededor como si un halo de luz la rodeara. Sus hermosos ojos, brillantes y cautivadores, resaltaban bajo una larga cabellera tan rubia como los rayos de sol, destilando calidez en contraste con el ambiente helado. Su figura estaba delicadamente cubierta por un vestido blanco, etéreo y elegante, que recordaba la gruesa capa de nieve que cubría aquellos territorios.

¡¿Quién eres?! –Le preguntó la mujer con desprecio- ¡¿Y qué haces aquí?!

¡Soy el príncipe Matías! –Respondió con firmeza- ¡Y he venido para saber qué es lo que ha sucedido en este castillo! ¡¿Usted debe ser la Dama del Invierno?!

La mujer solo se limitó a observarlo con desprecio. Sus ojos destilando una frialdad que congelaba el aire a su alrededor. No había rastro de calidez en su mirada, más bien, parecía juzgarlo con desdén, como si su presencia fuera una molestia en un mundo que ella consideraba superior.

¡Le ordeno que me responda de inmediato! –exigió Matías, mientras daba unos cuantos pasos al frente.

¡¿Cómo te atreves, muchacho insolente?! –Rugió ella- ¡tú no puedes darme órdenes y mucho menos en mis dominios!

¡Estos no son sus dominios! –Le dijo el príncipe con odio- ¡Usted solo se apoderó de ellos por la fuerza!

¡¿Cómo te atreves?! –Rugió la mujer, mientras hacía aparecer una elegante varita- ¡Lo pagarás muy caro!

El cabello dorado de aquella mujer comenzó a ondear ferozmente, como si una tormenta invisible lo agitara con fuerza. Su cuerpo se elevó por los aires, desafiando la gravedad con una gracia sobrenatural que dejaba a Matías boquiabierto. Con un movimiento elegante de su varita, un destello de color verde surcó el aire a toda velocidad, dejando un rastro ominoso mientras se dirigía a una de las enormes armaduras que se encontraba en el vestíbulo. El impacto fue estruendoso, reverberando en las paredes con una tensión palpable.

¡Destrúyelo! –gritó la mujer.

Matías la observó con horror, mientras su cuerpo comenzaba a ser consumido por una espesa neblina de color negro que se arremolinaba a su alrededor. La oscuridad la envolvió lentamente, tragándose su belleza y poder hasta hacerla desaparecer por completo en un instante. En ese silencio inquietante que siguió, unas espeluznantes carcajadas resonaron en el aire, burlonas y escalofriantes, como si la misma esencia de la mujer se hubiera transformado en un eco aterrador que lo perseguiría incluso en sus pesadillas.

En ese momento, la atención de Matías fue capturada por las fuertes pisadas metálicas de una armadura que se abalanzaba sobre él, resonando como un eco ominoso que reverberaba en el vestíbulo. El sonido del metal chocando contra el suelo era tan amenazante que le heló la sangre en las venas. Sin tiempo para pensar, vio como la figura imponente desenfundaba su espada en un movimiento ágil y decidido, dejando ver como la hoja brillaba bajo la tenue luz del lugar.

El príncipe llevó rápidamente una de sus manos en dirección a su cintura, buscando su espada con una urgencia desesperada, pero al tocar el vacío de su cinturón, la realidad lo golpeó con fuerza, ya que no la encontró. Un escalofrío recorrió su espalda al recordar que su arma había quedado atada a las correas del caballo, quien lo esperaba paciente al otro lado del muro. La impotencia lo invadió en un instante, dándose cuenta que estaba desarmado ante la amenaza inminente de la armadura que se acercaba, y un torrente de ansiedad lo obligó a buscar una salida, mientras el sonido del metal resonaba cada vez más cerca. Sin su espada se sentía vulnerable, atrapado en un juego mortal donde cada segundo contaba, y la única opción era buscar una salida antes de que fuera demasiado tarde.

¡Por aquí, rápido! –Le gritó la estatua de un príncipe que se encontraba al otro lado de una puerta de madera- ¡Vamos, de prisa, ciérrala! –Matías ingresó a toda velocidad al interior del pasillo, sintiendo como la adrenalina recorría sus venas, y sin detenerse a mirar atrás, cerró de un solo golpe las enormes puertas- ¡De prisa, agarra mi espada y aléjate de aquí!

Matías la observó por unos cuantos segundos, atrapado entre el asombro y el miedo, antes de que la urgencia lo obligara a actuar. Se acercó a él con un fuerte agarre, desenvainando su espada con determinación en un solo movimiento fluido. Sin perder más tiempo, comenzó a correr a toda velocidad por el pasillo justo en el momento en que las puertas eran destruidas, haciendo que los fragmentos volaran en todas direcciones, como si el pasillo estuviera colapsando. La armadura avanzó con ferocidad, esquivando sin problema todos los obstáculos que el príncipe dejaba en su camino. Matías miró en todas direcciones con desesperación, y fue entonces cuando avistó una puerta cercana, y con agilidad se acercó para desaparecer tras ella.

¡No tengas miedo! –La voz de una mujer resonó en la habitación- ¡Enfréntala sin temor!

Matías se giró para quedar frente a una serie de estatuas de oro, ubicadas en diferentes posiciones.

¡Tengo un poco de miedo! –Susurró el príncipe, mientras llevaba su mirada en dirección al suelo- ¡Nunca antes había visto algo como esto!

Es completamente natural sentir miedo. Todos lo experimentamos en algún momento. Sin embargo, la pureza de tú corazón es más poderosa de lo que imaginas. Al enfrentarte a tus temores, descubrirás la fuerza que reside en tú interior, capaz de romper cualquier barrera que se interponga en tú camino. Confía en ti mismo y permite que esa luz brille, porque tienes el poder de superar cualquier obstáculo.




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