Morpho Azul -Las crónicas de mi maestra-

Umbra. Caminando por Pantano


De camino como de costumbre por el bosque, las tierras bajas no son el gran y ostentoso reino que se gastan los de las tierras altas, aquí tenemos muchos árboles tan altos y frondosos que la luz del sol nunca llega a tocar la tierra y en muchos lugares hay pantanos… aquí los elfos oscuros como yo, sobreviven mayormente de la caza y la recolección. Yo no recolecto… ¿cómo creen?... como soy el príncipe, tengo un gran escuadrón de caza. Todas las mañanas nos aventurarnos para poder comer… se imaginarán que ya conocíamos ese temible lugar como la palma de nuestras manos. Recuerdo muy bien esa mañana cuando la conocí… adentrándome en el bosque en formación como ya estaba planeado. Habíamos señalado a la presa, un gran jabalí de unos setenticinco kilos no era mala comida, así que colocamos las trampas. Solo nos quedaba aguardar. Sí, ahí estaba yo dándole la espalda a un antiguo árbol esperando a que mi presa cayera en alguna de las trampas, mientras los demás estaban dispersos detrás de mí escondidos y pendiente de la presa, cuando de repente aguzo mi oído y con los ojos cerrados escucho unas risas… -¡Rayos! Alguien está cerca, ¡Esto podría estropear la cacería!-. Así que, agachándome entre la espesura logré divisar a una hermosa doncella… a pesar de que era una híbrida de Elfo oscuro, era realmente encantadora. Tenía el cabello cual azabache y piel tersa, debo admitir, yo soy todo un galán ¡No hay mujer que se me resista! -o por lo menos eso creía yo-.

Caminando poco a poco logro acercarme aún más, y sin querer tropiezo con una roca -¡Maldita Roca!- me di justo en el pie… sin querer se escapa de mi un lamento. En fin, la cuestión es que obviamente ella se percata de mi existencia, por así decirlo, y termina arremetiendo contra mí con una rama, causándome una contusión. Ya harto y sobándome la cabeza salgo de la espesura y me coloco frente a ella, la miro y está abrazando la rama con la que me pegó y una cesta… Lo que faltaba. Los recolectores perdieron la ruta de nuevo, y la verdad es que ya estaba harto de su intromisión… cosas como ésta siempre terminan echando a perder nuestras estrategias.
Me calmo un poco y respiro… 
-Niña, estás perdida, ¿verdad?-
Ella se me queda viendo como si yo fuera el loco, no se de verdad que pasaría por su cabeza. Solo se quedaba ahí, la verdad es que ella era muy pequeña. Apenas me llegaba hasta el pecho. Luego de unos minutos mirándome, responde:
-¿A quién llamas niña?-, -El hecho de que sea baja no quiere decir que sea una niña-
Me miro mal, dio la vuelta y se alejó…
Ese día no logramos cazar nada y tampoco volví a verla. No lo negaré… por alguna razón no podía sacármela de la cabeza… aunque creo que es por la contusión que me causó. Aun podía sentir el chichón que me había dejado… le había comentado a varios amigos mientras regresábamos a casa, pero al perecer nadie sabía quién era. Es tan excitante la idea de encontrarse con alguien desconocido en un bosque. Mi cabeza no dejaba de dar vueltas: la curiosidad me mataba. Ella tenía algo que no podía describir… la verdad en ese momento, no lo pensé mucho. Solo sentí que era lo correcto. 
Unas de esas noches sin poder dormir, ya mi ansiedad estaba debilitando las fuerzas. Poco a poco mis ojos comenzaron a cerrarse…. Cuando algo me dice que me asome por la ventana. No sé cómo explicarlo. Es como una especie de presentimiento al que no puedes dejar pasar, y es tan fuerte que hace que te sientas asfixiado, adormecido quizás y un poco mareado. Trato de enfocar la mirada y veo un destello en el bosque. La verdad es raro que algo así esté ocurriendo y más cuando hay “toque de queda”, ¿Quién podría salir sabiendo que puede estar en problemas?... ¡Oh, sí! ya sabía lo que debía hacer. La adrenalina fluía por mis venas al intentar salir del castillo custodiado por guardias, pero siempre he sido muy bueno para ser invisible a pesar de ser el Príncipe. Conocía los pasadizos del castillo así que los aproveché de la mejor manera, una palanca por acá otro empujoncito por allá ¡y listo!, ya estaba afuera. La emoción de no saber qué iba a encontrar me mantenía caliente a pesar del frio... De manera milagrosa logré esquivar a los guardias; Si me encontraban fuera de mi habitación estaría en graves problemas, aunque fuera el Príncipe. Mi padre siempre fue muy estricto y por alguna razón prefería más a mi hermana que a mí.
Caminando a hurtadillas, recuerdo que la luz no estaba tan lejos si acaso a unos diez árboles. Atento a cualquier cosa, camino poco a poco en plena penumbra. Comencé a preguntarme ¡¿Qué rayos hago aquí?!... Estoy metido en un gran lio y para colmo creo que me perdí… De pronto escucho unos pasos y vienen corriendo hacia mí. Sin darme tiempo de reaccionar siento un golpe en el pecho y caigo al piso sobre un charco. No sé cómo iba a explicar esto… realmente no estaba en mis planes tomar un baño de lodo nocturno; paso mis manos por mi rostro para tratar de quitar el pantano, y cuando logro enfocar la vista, la veo a ella… Si. Era la misma chica que terminé creyendo que era un fantasma o algo místico ya que nadie sabía de su existencia… mi reacción fue de sorpresa. Parecía que había encontrado una joya de poder, o algo por el estilo… me levanté y la ayudé a levantarse y antes de que pronunciara una palabra, escuchamos a los guardias acercarse…
-¡Es por aquí!- corran – escuché un ruido- no escapará – salir es contra la ley- 
La miré fijamente y ella abrió los ojos y puso una cara de mortificación. En ese momento no había palabra que expresara de mejor manera el hecho de que no nos podían ver, así que la tomé de la mano y corrimos sin mirar atrás. De milagro pudimos pasar los guardias que estaban cerca del pasadizo, así que entramos rápidamente y, antes de que viniera otro guardia, lo cerré… mi corazón ya no estaba en mi pecho de lo fuerte que latía. No quería volver a pasar por algo así nunca más en mi vida. Encendí una antorcha y me recosté en una estatua de dragón que indicaba cuál era la puerta. Mientras me acomodo logro divisarla. Está sentada de rodillas mirando al piso. Logro tomar un respiro y me acerco. Flexionando mis piernas trato de agacharme para poder estar frente a ella. Con mi mejor cara de confusión le pregunto: 
-¿Estás bien?-.




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