¡¡¡ATENCIÓN!!!
Se tiene que leer el libro 1 y el libro 2 para entender este.
Hay spoiler de los dos primeros libros.
NO es una continuación del segundo libro.
Mortum 1 “El palacio de los vampiros” y Mortum 2 “Las torres de Berón” son versiones nuevas y con nuevos personajes.
Si leíste las versiones pasadas del 2022 puede que los nombres de Bruce, Magnus y Zacarías te suenen totalmente desconocidos, ya que en esas primeras versiones ellos no existían.
Cuando el majestuoso vampiro se dio la vuelta, una impresionante luna triple brilló con intensidad en el cielo, repartiendo poder y tranquilidad a cualquier persona que creyeran en ella y veneraran su gran poder. Era la reina de la magia y la madre de todas las brujas y hechiceras. Esto ningún libro lo ha contado, y no lo sabe nadie más que él, pero Zacarías Carpathia le tenía una enorme veneración a la Diosa Hécate. La señora de la triple luna y la mujer que hoy por hoy estaba acudiendo en respuesta a la humilde petición que el vampiro le había hecho. Zacarías quería un rey, un sucesor que fuese digno de ocupar su lugar en el trono de Mortum cuando él ya no estuviera presente. Lo había buscado por todas partes y por todos los continentes, pero no lo encontraría hasta que la titánide más poderosa de todos los mundos y de todos los universos le entregase la respuesta.
—Ya sabes a dónde ir —le susurró una preciosa voz en el oído.
—Gracias, Hécate. Gracias por todo, querida madre.
***
El látigo le golpeó la piel. Cuando el hombre se mordió el labio, en un intento desesperado para que el dolor mermara, pequeñas gotas de sangre entraron a su boca y bajaron por su garganta provocándole un espantoso sabor metálico. ¿Hasta cuándo iba a terminar esa pesadilla? El No.423 se bebía sus lágrimas, rogaba al cielo para que todo terminase y él pudiera volver a tocar con sus pies desnudos la suave y acogedora sensación fresca del césped. Estaba cansado, harto de seguir trabajando como esclavo, de ser golpeado día y noche, de ser arrastrado, humillado y la fuente principal de diversión de los centinelas que todos los días se divertían con su sufrimiento.
Las fiebres eran insoportables, los dedos le temblaban y su lengua pronto se le pondría negra debido a una letal cortada que se había causado cuando intentó masticar la punta de un hueso. Su miedo era que le cayera gangrena y que al ver su cuerpo totalmente imposibilitado para trabajar, los guardias decidieran arrojarlo al foso de los cocodrilos. ¡Qué muerte tan espantosa tendría!
El esclavo No.423 se puso a sollozar, cada vez más fuerte hasta que su cuerpo cayó en unos terribles espasmos que lo sacudieron con violencia. Sus demás compañeros lo veían, sin embargo, ¿quién podría apiadarse de él? Así era la ley de vida en un foso esclavista.
Un sonido en la distancia lo hizo estremecerse, se estaba muriendo de frío y a la misma vez estaba sudando. Estaba cansado y ya se había planteado la idea de rendirse. Dejaría de pelear. Escuchó pasos, no sabía en dónde estaba, y aunque su cabeza maquinaba espantosos pensamientos, todos ellos terminaban con el mismo catastrófico final.
—Moriré de una forma horrorosa —se decía sin mover sus labios.
Quizá moriría enterrado vivo, quizá lo lanzarían a las brasas, a los cocodrilos o destazarían su cuerpo para que los demás esclavos se alimentaran de él. De pronto, una gélida mano se asentó sobre su frente y descendió hasta su mejilla, obsequiándole una delicada caricia llena de ternura. Alguien lo estaba tocando, y por la manera en la que lo estaba haciendo, significaba que era alguien piadoso y bueno.
El esclavo respiró pesadamente, tenía los ojos abiertos pero no lograba ver quién era el hombre al frente suyo.
—Tranquilo —le dijo una voz varonil—, todo pasará rápido.
—No… no me quiero morir…
Seguido de eso, un pesado cuerpo se cernió sobre él, apoyó sus manos alrededor de su cabeza y le clavó dos pequeñas cuchillas en el cuello. El esclavo estaba tan adormecido por la fiebre y los espasmos que no sintió el espantoso sismo que agitó su cuerpo. Sus ojos brillaron, sus encías le abrieron paso a una hermosa dentadura blanca compuesta por dos impresionantes y regios colmillos, más poderosos que los de cualquier bestia. Su sangre se secó, sus heridas se sanaron y los latidos de su corazón se detuvieron. Pero no estaba muerto.
—Hécate… —pronunció el visitante— Hécate Magnus, levántate.
El vampiro abrió los ojos, rojos como la sangre y perversos como los asesinos. El nuevo rey de Mortum, y el vampiro leyenda, estaba cobrando vida.
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Editado: 07.05.2024