Mortum: El Palacio De Los Vampiros (libro 1)

Cap. 1. SK Cultivos de inquietud (Parte 2)

Casi al final de la tarde, los cuatro terminaron entrando a una pequeña cafetería de Balefia. Kerry se sentó frente a Danisha, mientras que Scott se sentó frente a Stephanie. Dani y ella se pidieron un latte macchiato, el cual estarían acompañando con una pequeña y deliciosa tarta de manzana. ¿He mencionado que Balefia era popular por sus tartas de manzana? Por un momento, Stephanie pensó que ellos también querrían degustar lo mismo, o que en algún momento terminarían robándoles un trozo de tarta y todos terminarían riendo a carcajadas por el divertido hurto, pero no. Nada de eso sucedió. Al contrario, se excluyeron definitivamente de pedir o comer algo.

—¿No se les antoja nada? —preguntó Stephanie cuando comenzó a sentirse incómoda.

—No te preocupes por nosotros, Estamos bien así —Scott y Kerry le obsequiaron una tierna sonrisa, y cuando aquello sucedió, una parte específica de sus dientes la dejó totalmente sorprendida. ¿Qué tamaño pueden alcanzar los colmillos de un ser humano antes de ser considerados como sobrenaturales?

Lo que Scott y Kerry tenían en la boca, era algo totalmente diferente. Eran colmillos, enormes colmillos en punta que sobresalían del resto de sus dientes, y que si no es mucha grosería llamarlos así, parecían los colmillos feroces de un perro.

—Si no les molesta, me disculpo para salir y tomar un poco de aire —dijo Kerry, frotándose la parte puntiaguda de su nariz. Acto seguido, dirigió su entera atención hacia Dani—: ¿Danisha, mi estimada, me permitirías disfrutar de tu compañía?

Era estúpido pensar que ella se negaría. Y aunque existía una pequeñísima esperanza casi palpable, logró desintegrarse cuando Stephanie la vio coger su mochila y salir tras él.

Stephanie se moría de miedo y a la misma vez desesperación, desesperación imperiosa por abrir la boca y acuchillar aquel silencio tan opresor.

Esto está mal. Disimuló que terminaba su latte.

Scott no parecía ser el tipo de persona que dejaba mandarse por alguien más, lo que la hizo suponer que en realidad él era quien tenía el control sobre Kerry, pues hasta cierto punto, ella intuía que entre ellos dos, Scott era el mayor.

—Qué bueno que se fueron —su voz ronca rompió el silencio.

—¿A sí?

—Sí. Así podemos estar solos un momento. ¿No te parece bien?

Con cautela, Stephanie miró hacia sus manos cuando este comenzó a jugar con el vaso de su latte. Y aunque ella se esmerara en negarlo, su atención seguía crucificada en la extraña manera de cómo sus dos colmillos sobresalían del resto de sus demás dientes. ¿Te los has hecho con algún dentista? Tuvo ganas de preguntarle, pero logró resistirse.

—Me parece bien —le regaló una sonrisa—. ¿Sobre qué quieres hablar?

—No sé qué cosas te interesarían saber.

Stephanie trató de obtener información sobre él y Kerry, algún vestigio que le indicara quienes eran, de dónde venían, o quienes eran sus padres. Sin embargo, y por algún extraño motivo, el muchacho transfiguró el verdadero sentido de su interrogatorio.

Balefia no contaba con más de dos mil quinientos habitantes, pues como ya se ha mencionado, era un lugar sumamente pequeño, por lo que era casi imposible que los balefianos no se conociesen entre sí.

Los segundos pasaron y ninguno de los dos se había atrevido a comentarse nada. De pronto, y antes de que la muchacha perdiera los estribos y terminara gritándole que le contase algo, cualquier cosa sobre él, Danisha y Kerry entraron de nuevo al local.

—¿Nos vamos? —ella le sonrió, y cuando lo hizo, Steph entornó los ojos.

Pensó, por la exagerada sonrisa de Danisha, que tal vez ella y Kerry ya se habían besado, quizá ya se habrían enrollado en alguna esquina solitaria de la calle, y ahora ella estaba deseosa de marcharse y enviarle algún mensaje para que pudieran verse a solas otro día.

Stephanie tomó aire, sonrió y finalmente se enfrentó a Scott.

—Nos vemos, luego… Supongo.

—Cuídate, Stephanie —lo que podría haber mostrado una expresión de educación, se convirtió en una posible amenaza encubierta cuando él se pasó la lengua por el borde de los dientes.

—¿Disculpa?

—Qué te cuides. Fue un placer conocerte. Y usa un abrigo, tienes la nariz roja y eso es un posible aviso de un resfriado.

—De hecho —se quejó Kerry—. Yo planeaba acompañar a esta dulzura por cuenta propia. No sé, Scott, si tienes algún inconveniente para llevar a Stephanie hasta su casa.

—No lo tengo, siempre y cuando ella esté dispuesta a aceptarlo.

—Yo…

—Stephanie —Danisha la sujetó del hombro—, seguramente estará de acuerdo. ¿Verdad, Steph?

Pareciera ser que no podía tener voz propia, y no porque tuviera tantas ganas de obedecer a su mejor amiga en todo lo que le dijera, sino porque una parte de ella pedía a gritos estar un poco más con él e indagar, indagar hasta saciarse, hasta que las respuestas terminaran flotando en el aire tan cerca de ella que pudiera atraparlas con las manos. Scott era enigmático, apuesto con locura, pero si jugaba bien sus cartas, ella podría volverse: o su jodida pesadilla, o su jodido talón de Aquiles.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.