Nadie supo entender su sufrimiento. Stephanie estaba en un momento en el que ni la sangre falsa, ni los animales, pudieron arrancarle de cuajo la sed. Había intentado con todo; topos, aves, ciervos, pumas, zorros, conejos y el animal que hasta ahora se llevaba la corona en el mundo de sus peculiares gustos culinarios. Los lobos.
—¡Maldita sea, si no bebo sangre siento que me volveré loca! —gritó mientras golpeaba la mesa de jardinería del instituto. Por suerte nadie estaba lo suficientemente cerca como para poder escucharla.
—Intenta calmarte, y recuerda lo que te sucederá si la consumes —Alexa leía un grueso libro de solapas platinas, mientras Danisha encendía incienso tras incienso—. Basta, Danisha, es mucho, terminarás drogándote.
—No quiero volver a sentir en mi nariz los cortes de tu aroma. Además, me gusta ver cuando el fuego consume lentamente los palitos.
—¡Genial! Ahora también es una pirómana.
—¿No estabas muy ocupada quejándote sobre tu sed?
—Alexa, de verdad tienes que ponerle algo mejor a la sangre falsa que me fabricas.
—No entiendo por qué te complicas tanto la existencia. Es simple; te deshaces de quien te caiga mal, y listo. Nadie lo va a notar.
—Te recuerdo que no soy como tú —Steph deseaba que su mejor amiga cerrase la boca.
—Sí… Tienes razón, no eres como yo. Tus colmillos están deformes a comparación de los míos.
Lo había conseguido. Danisha entornó la mirada, parecía concentrada en el partido de beisbol que un par de chicos jugaban en las canchas, hasta que Steve y Niar llegaron a ocupar sus lugares dentro de la mesa.
—¿Cuál es el tema de discusión? Yo también quiero unirme al debate.
—La señorita “me duele pero solo comeré animales porque no quiero convertirme en lo que tú eres” se está quejando porque no logra controlar su sed.
—¿De verdad? —Niar le sonrió—. Yo pensé que hablaban del enorme tamaño que adquirieron tus tetas.
Y aquello bastó para que todos comenzaran a reírse. La mirada de Danisha era indiscutiblemente asesina. Dejando escapar un ronco gruñido de su pecho y desvistiendo sus amenazantes colmillos blancos, lo sujetó del borde de la sudadera y lo acercó a su boca.
—Vuelves a decir algo como eso, y la única parte que quedará intacta de tu cuerpo serán tus uñas, ¿entendiste?
—Lo siento, lo siento, lo siento.
—Danisha —Alexa la miró—. Bájalo, no puedes comértelo —y entonces deslizó sobre la mesa un termo de color amarillo—. Bebe esto, Stephanie. Leí que no todos los murciélagos beben sangre, algunos les gusta la fruta.
—Yo no soy un murciélago, Alexa.
—Al menos inténtalo. No pierdes nada.
Pero mientras la pelirroja observaba cómo Steph se terminaba el vaso, notó una tenue preocupación en el rostro de Niar.
—¿Por qué aun traes la venda en la cabeza? —le preguntó.
—¿Yo?
—¿Quién más trae una venda en la cabeza? Claro que tú. Ya deberías habértela quitado. La pomada de árnica que te preparé debió ayudarte con el golpe.
—Ah… Pensé que era muy pronto para quitarla —mintió.
El muchacho devolvió su mirada hacia el plato de verduras que estaba picando. La verdad de por qué no se la había quitado, era porque las jaquecas aumentaban día con día haciéndose cada vez más insoportables. Niar sabía que algo andaba mal, y que aquello podría ser incluso peligroso, pero prefirió callar a seguir dando más problemas. Entendía que Stephanie estaba pasando un mal momento, y lo último que él deseaba, era ser una carga más.
Durante la tarde, y cuando las clases habían terminado, parte de la pandilla regresaba a casa. Alexa leía tranquilamente un libro de tapaderas amarillas con ornamentaciones en azul y plateado. Stephanie y Danisha hablaban sobre cosas periféricas. Y a su vez, Steve y Niar jugaban a lanzarse el uno contra el otro sobre la acera. La densa neblina que bajaba de Vermont se colaba entre ellos y se arremolinaba en sus pies.
—¡Esto es increíble! —exclamó Alexa cerrando su libro.
—Adivino, encontraste algo sobre vampiros —Steve y Niar dejaron de jugar para ponerle atención.
—De hecho, encontré información sobre muchas cosas. ¿Ustedes sabían que los vampiros también sangran?
—¿De verdad? —Stephanie se vio interesada—. Hace unos días me corté el brazo con un trozo de espejo roto, y de mi piel escurrió un líquido demasiado oscuro. Pensé que solo a mí me podía suceder ya que, bueno, soy una mítrida.
—Aquí encontré que todos los vampiros pueden sangrar, y a que a eso se le conoce específicamente como danonibus.
—¿Eso quiere decir, que no somos inmunes?
—Son capaces de regenerarse en segundos, pero si alguien los ataca también podrían sufrir daños. Aunque, en realidad ese alguien debería tener una fuerza sobrenatural, dado el hecho de que ustedes también tienen esa fuerza sobrehumana. Creo que tengo otro libro, el cual contiene un pequeño glosario de palabras que se refieren a los vampiros.
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Editado: 07.05.2024