Mortum: El Palacio De Los Vampiros (libro 1)

Cap. 6. Miradas al futuro (Parte 2)

No sabe, ni quiere saber, cuantos días han pasado desde que Scott cambió su vida por completo. Solo recuerda haber lanzado su calendario a la basura, pues desde aquel día, nada había vuelto a ser como antes. Perdió las ganas de dormir. Perdió las ganas de reír, de pensar. Perdió el apetito voraz que le daban los espárragos y los caramelos. Perdió la tranquilidad de acariciar a un perro en la calle. Perdió las ganas de salir un día soleado a disfrutar la calidez del agua y usar un bikini nuevo. Perdió todos sus sueños en los que había puesto tanto empeño, pues bien sabía que su antigua vida no iba a volver. Que ella estaba muerta, y que ni la sangre, ni la muerte misma podrían acabar con esta pesadilla de mitos y realidades.

Había silencio. El viento entraba a través de las cortinas moradas que volaban y se arrastraban en el alfeizar de la ventana.

—Me preocupa que estés así —Steve se sentó junto a ella—. Eres mi mejor amiga, y siento que esta situación no solo te afecta a ti. Tú y yo somos una misma persona.

Ambos se hallaban en la habitación de ella. Tenían un trabajo escolar pendiente que se debía entregar el lunes, y era necesario trabajarlo en parejas. Sin embargo, el egocentrismo particular de Steph le impedía ver que si no lo terminaban esa misma noche, Steve corría un alto riesgo por reprobar la materia.

—Personas —Stephanie sonrió amargamente—. Yo ya no soy una persona.

—No digas eso. Siempre seguirás siendo una persona a menos que te salga una cola o un par de orejas.

—Por lo menos, aún tengo consuelo de saber que en un futuro no muy lejano, mi cuerpo se agote por la ausencia de sangre y termine muriendo.

—¿Tienes miedo?

Stephanie se mordió la lengua.

—Me siento aterrada. ¿Sabes una cosa? Tal vez piensen que este miedo que siento se deba a cómo veré mi vida desde el otro lado, pero en realidad, me atormenta la idea de saber que ustedes seguirán creciendo, que se irán a la universidad y después tendrán empleos, que se enamorarán y casarán, tendrán hijos, nietos y en algún momento morirán, y yo solo los podré ver y llorar cuando ustedes ya no estén. No quiero verlos morir.

El pensar en su inmortalidad le hacía darse cuenta de muchas cosas que ella iba a perder. Cuando un alma deja de brillar en el mundo de los vivos, es como si se volviese invisible. Alexa, Niar, Steve, Derek y Edwin; ellos iban a morir tarde o temprano, y ella estaría ahí, presente para ver la partida de cada uno de ellos, lamentándose el seguir con su inevitable existencia.

—Quiero llorar, Steve, pero no puedo. Me estoy volviendo loca.

—Entonces silba.

—¿Qué? —ella lo miró.

—Sí. Cada vez que silbes, entenderé que estás llorando.

—Te quiero.

—Y recuerda esto. Tal vez yo no seré un vampiro, pero, mientras esté contigo, prometo cuidarte el resto de mi vida.

Stephanie se apoyó en su brazo, dejó caer su rostro sobre su piel desnuda y reconfortante. Pero entonces tuvo que alejarse, pues el olor de la sangre de Steve le hizo pensar obscenidades.

Aquel muchacho de nariz redonda y ojos pequeños era su verdadero consuelo, pues con Steve, ella consiguió tener el apoyo, el entendimiento y la amistad que tanto había ilusionado.

***

Una densa llovizna reverberaba sobre la tronera del departamento, provocando que las gotas de lluvia dibujasen divertidas figuras zigzagueantes en los cristales cuando escurrían.

—¿A dónde iremos mañana? —Steve se cansó de dibujar caritas sonrientes con el vaho de su aliento y se precipitó hacia el sofá en donde todos estaban sentados—. Será cumpleaños de Alexa. Yo quiero hacer algo.

—Yo opino que vayamos a algún lugar que dé la sensación de estar cazando brujas —Niar sacó un par de refrescos de la nevera.

—Me da igual —Danisha agitó su mano con desdén. Estaba leyendo una revista de moda—. Pero les recuerdo que tiene que ser un sitio en el que haya... comida.

—Danisha —Niar la golpeó con la misma revista—. ¿Podrías dejar de hacer chistes tan… macabros?

—Sabes perfectamente que te podría utilizar como bocadillo.

—Cierren la boca —Stephanie protestó—. Por qué no mejor que Alexa sea quien decida. ¿A dónde quieres ir, brujita?

—¡Gracias, pensé que nadie me lo preguntaría! Vamos a acampar a Vermont.

Steve se llevó las manos al pecho.

—No se me hace buena idea. El bosque sería el manjar perfecto para cierta vampira que tiene los colmillos pesados —agregó refiriéndose a Dani.

—Te equivocas, querido, a mí no me sientan bien los animales salvajes. Habla por la mutación mítrida que no soporta la sangre humana.

—Por mí está bien —Niar la defendió—. Además, todos aquí presentes sabemos que Stephanie se controla mejor que La vampiresa de París.

—Síííííííí —Alexa brincó—. Quiero recolectar algunas plantas medicinales que solo crecen en Vermont.

—Entonces mañana nos veremos a las seis, ¿les parece?

—A mí me parece que ya estoy volviendo a sentir ese desagradable aroma a wicca en mi garganta. ¿Alexa, qué está sucediendo?




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