Mortum: El Palacio De Los Vampiros (libro 1)

Cap. 9. Las historias no son para siempre (Parte 1)

Sin querer, Stephanie soltó una constipada risita cuando Steve se dio vuelta y la vio al lado de la puerta.

—Supongo que ahora yo debo pedir permiso para entrar a tu departamento.

—Supones bien —ella lo tomó de la mano y le sonrió—. Vamos, es hora de que todos vean tu increíble cambio.

—Esto de ser vampiro me sienta bien.

Ella pudo haberle dicho cien cosas, pudo haberse burlado de él y muchas otras atrocidades, pero no lo hizo. Deseaba que él se diese cuenta por sí mismo.

—¡Esto es horrible! —Steve se cubrió la cabeza al sentir la molesta luz que se colaba a través de las nubes de lluvia.

—Guarda silencio. La gente nos mira.

—Esto es el infierno. Me arrepiento de haber pedido sol hace un par de días —gruñó calándose la capucha de la sudadera.

Pero la verdadera sorpresa se la llevaron en cuanto pusieron un pie dentro del instituto. Fueron docenas de miradas femeninas que se ruborizaron solo de verlo. Las muchachas estaban vueltas locas, y si Stephanie no hubiese estado con él, seguramente varias de ellas ya se habrían congregado a su alrededor.

—¡Vaya, Steve, te sienta bien la inmortalidad! Poco me falta para clavarte los colmillos en los labios —Dani dio varios pasos a su alrededor y finalmente se quitó los lentes oscuros. Burlona. Cruel. Coqueta.

—Ni lo sueñes, Danisha. La soberbia no va conmigo.

—¿Es mi imaginación, o acaba de rechazarme?

—Muy bien, muéstrame esa dentadura.

—Alexa, ¿tú también me vas a coquetear? Qué pecado he cometido para ser tan guapo.

—Yo también quiero cometer ese mismo pecado.

—Anda, Niar, apártate de aquí que quiero inspeccionar sus colmillos.

Alexa se puso de puntillas, y apenas vio los dos enormes colmillos blancos que se habían formado, dio un silbido de admiración.

—Lucen perfectos.

Pero entonces, y sin que nadie se lo esperase, Derek y Edwin aparecieron en el pasillo.

—¡¿Qué te pasó, hermano?! Luces alucinante.

—Y creciste —Derek le palpó el hombro.

—Serán idiotas —Dani se burló de ellos—. Lo que pasa, es que Steve finalmente entendió qué significa madurar. Algo que a ustedes también les vendría bien.

—Tranquilos muchachos, me hice solo un cambio. Ya saben, algo de ejercicio, dormir bien y… una dieta especial.

—Pues sea lo que sea, dio resultado; traes a casi todo el instituto detrás de ti. Deberías pasar la guía de rutina.

—Pásamela a mí, así conquisto a Danisha de una buena vez—Edwin se cernió sobre él.

—El hábito territorial ya te está pasando factura, ¿no es así, vampira? —a su vez, Danisha se apoyó en el brazo de Stephanie.

—No entiendo de qué hablas.

—Tus ojos —la señaló Alexa—; desbordan casi la misma furia con la que cazas. Pero es normal, leí que los vampiros suelen ser territoriales.

—Ni que lo digas —Danisha compartió la misma mirada que Steph.

—¡Oigan! —Derek levantó la mano—. Les propongo que este sábado veamos una película, ¿qué dicen? ¿Aceptan? ¿O es que ya no quieren pasar tiempo con Edwin y conmigo?

—Me parece una excelente idea —Alexa se ganó las miradas de casi todos—. ¿Qué les parece si nos reunimos en casa de Stephanie?

Steph puso cara de espanto. Sabía que el pequeño Pomerania de su vecina frecuentaba escaparse de las manos de su dueña y esconderse bajo los sillones de su sala. Temía que Steve o Danisha pudieran hacerle daño.

—¡Me parece perfecto! —Danisha se mostró igual de entusiasmada.

—Entonces yo llevaré los refrescos y Edwin llevará las palomitas.

—Les pondré extra ajo.

—¡¡¡Noooo!!!

—¡No sean payasos! —Alexa se llevó las manos al rostro—. No les pasará nada si comen ajo.

—¿No les gusta el ajo? —preguntó Derek con inocencia.

—Lo detesto. Hace que me huela mal la boca.

—Danisha, a ti te apesta lo comas o no.

—Solo les diré una cosa. Cuando Niar desaparezca, no me culpen —susurró, lo que seguramente solo Steve, Alexa y Stephanie habrían podido escuchar.

Su descontento había sido efímero. Pronto se llegó el sábado y Stephanie reacomodó toda la sala para recibir a sus amigos. Estaba segura que Alexa había elegido que la reunión se realizara ahí porque, a diferencia de los demás, su departamento era más grande y tranquilo.

Su padre lo había comprado algunos años antes de morir; y como un sentimiento que le generara culpa, Stephanie trataba de repetírselo cada vez que se levantaba para no cometer una estupidez. Ella sonrió recordando su voz gruesa, el olor de su perfume y la calidez de su uniforme laboral con el que él solía abrazarla cada vez que regresaba a casa.

—Mmmm, interesante.




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