Mortum: El Palacio De Los Vampiros (libro 1)

Cap. 9. Las historias no son para siempre (Parte 2)

Steve asintió viendo desde la ventana.

—Sí, ahora sí se han ido. ¿De qué quieres hablarnos, Alexa?

—¿No creen que sería buena idea decirles la verdad? Digo, tarde o temprano ellos podrían enterarse.

—No lo sé —Steve se sentó al lado de Stephanie, y a esta no le quedó más que arremolinarse entre los cojines—. ¿Qué pasaría si abren la boca y media Balefia se entera? Nos quemarían vivos.

—Me los como. Y a media Balefia también.

—Es en serio, Danisha.

—Yo también hablaba en serio, Alexa.

—Hay que confiar en ellos —sentenció Stephanie—. Además, son nuestros amigos. No podemos seguir escondiéndoles el secreto. Como dice Alexa, en algún momento se van a enterar y las cosas podrían terminar mal.

—Está bien, se los diremos, pero lo haremos de una manera tranquila y sin traumarlos demasiado, ¿entendieron?

—Sí.

Stephanie se levantó, caminó a la cocina y limpió algunos platos que estaban sucios, pero de pronto, un escalofrió le recorrió el cuerpo cuando vio a Steve entrar tras ella.

—Stephanie —le dijo y se recargó sobre la barra.

—¿Qué pasa?

—¿Hay algo de lo que quieras hablar conmigo?

Maldito oído vampírico. Seguramente había escuchado toda la conversación con Danisha.

—Nada. Que te quiero, te quiero mucho, pero no quiero que pienses más allá de la conversación que escuchaste.

—¿Por qué estás tan segura de que escuché algo?

—Danisha será lo que quieras; una perra, una desquiciada, una soberbia y cruel criatura de la noche que vive enfrascada en su mundo narcisista, pero no es una traidora. Jamás diría lo que hablamos hace un par de horas.

—El oído es más sensible de lo que imaginé.

—Ni que lo digas.

Entonces ella lo miró. Realmente estaba guapísimo, pero ese era el punto, pues aparte de admirar lo galante que había quedado después de su transformación, ella no podía sentir nada más que una amistad y un amor de hermanos.

—Te quiero, y siempre te voy a querer —dijo y al fin pudo estrujarla entre sus brazos—. Yo sé que allá afuera, hay alguien esperando por ti, y que te va a querer como te lo mereces. No te conformes solo con migajas y palabras bonitas. Primero que te lo demuestren en actos, porque la luna te la puede bajar cualquiera, pero no cualquiera te puede llevar directamente a ella.

—Pensé que con él tendría mi luna, pero no sucedió.

Se refería a Scott.

—Y no sabe lo idiota que fue al perderte.

La puerta abrió indicando que Edwin y Derek habían regresado.

—Bien —ella se soltó de su abrazo—, el momento ha llegado. Vamos a confesarles la verdad.

Sentaron al par de chicos en el sofá y ellos se pusieron al frente suyo. Alexa sería la encargada de decirlo.

—¿Qué les pasa? —preguntaron tan sincronizados que incluso parecían ser hermanos.

—Tenemos que contarles algo. Pero antes tienen que saber que es de sumo cuidado. Ambos tienen que prometer que no se lo dirán a nadie, de lo contrario, todos estaríamos en peligro.

—Hablen ya. nos está matando la intriga.

—Muy bien, ¿cómo decírselos sin sonar tan… descabellado?

De pronto, Danisha la apartó, se plantó frente a ellos y les mostró sus enormes colmillos seguidos de un impresionante rugido demencial.

—Basta de delicadezas. ¡¡¡Somos vampiros!!!

—¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaah!!! —los dos corrieron despavoridos, gritando y corriendo alrededor de toda la sala.

—¡Danisha! —todos la reprendieron— ¡Dijimos que se los diríamos calmadamente!

Pero ella no dejaba de reírse.

—¿Vieron la cara que pusieron? ¡Son unas gallinas!

Los dos se abrazaban. Estaban al borde de ponerse a llorar.

—Derek, Edwin —Alexa se acercó a ellos—. Tienen que calmarse.

—¡Eso no es cierto! Alexa, dime que esa loca está mintiendo.

Vampiro, ¿mito o realidad?

—No. Desgraciadamente Danisha le ha dicho la verdad. Realmente son vampiros.

Stephanie pensó que realmente comenzarían a llorar, que saldrían corriendo y regresarían con medio pueblo armado hasta los dientes para erradicarlos, pero la pregunta de Edwin rompió con todas sus expectativas.

—¿Tienen súper poderes?

Las risas de Danisha se detuvieron.

—¡¿Ven?! ¡Se los dije! No podíamos decírselo a un par de idiotas como ellos.

—Bueno —Alexa se mordió una uña—, en realidad, solo Stephanie, Danisha y Steve son vampiros. Niar y yo somos otras cosas diferentes.

—¿Son novios?

—¿Qué? No, no —las mejillas de Alexa se le pusieron rojas.




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