Mortum: El Palacio De Los Vampiros (libro 1)

Cap. 10. París no tiene los muros tan altos (Parte 2)

Stephanie se agachó, recogió los restos del candado y lo examinó. No parecía viejo, ¿acaso Dani venía seguido a visitar lo que fuese que estuviera ahí dentro?

—Ven Stephanie, sígueme.

Steph seguía sin entender a dónde se dirigían, pero de lo que sí estaba completamente segura, era de que había algo mal con su mejor amiga, y no solo por la mirada melancólica que destilaban sus ojos rojos, sino por la bien formada y deprimente sonrisa que se jactaba en sus labios.

—Está muy oscuro.

—Eres un nevolón, no necesitas luz.

—¿Un qué?

—Deberías leer más sobre las antiguas tribus que estudiaban a los vampiros. Nevolón quiere decir Demonio en el idioma Aterkano.

Pero Stephanie no lo preguntaba porque no conociese el significado de aquella palabra, sino porque había solo una persona que le habló del idioma Aterkano.

—¿Quién te dijo eso?

—¿Importa?

—Por supuesto. Porque si a mí me lo dijo Scott, entonces a ti te lo tuvo que decir Kerry.

El nombre de Kerry reverberó en Danisha como el peor y mejor sentimiento que pudiese volver a experimentar.

Pero entonces, Stephanie se detuvo en seco. Completamente desconcertada, la muchacha espabiló un par de segundos y después contempló con más detalle los tres ataúdes de concreto que reposaban uno junto al otro.

—Danisha. ¿qué estamos haciendo en el sepulcro?

—Ellos son la razón de lo que hago.

—Lamento sonar como estúpida, pero no te entiendo nada.

—Ese de ahí —Dani caminó, se postró a su lado y señaló el ataúd del centro—, es de Melissa Lawrence. Ella era mi hermana mayor.

Stephanie la miró sorprendida. Años de amistad y apenas se enteraba que su mejor amiga tenía una hermana, y que para colmo de males estaba muerta.

He aprendido que: grandes amigos pueden volverse grandes desconocidos. Que grandes desconocidos pueden volverse mejores amigos. Que nunca acabamos de conocer a una persona. «Bien, Stephanie, por fin piensas en una frase que va de acuerdo a la situación» se dijo, odiándose porque cada palabra le recordaba a Scott.

—Stephanie…

—¿Qué? ¿Qué pasa?

—¿Desde cuándo somos mejores amigas?

—Desde que tú te mudaste a Balefia, tres años después de la muerte de mi padre.

—Esos han sido muchos años.

—Nos conocimos en el primario, ¿lo recuerdas? Ambas teníamos ocho años la primera vez que nos vimos y tú me cortaste un mechón de cabello.

Parecía ser que Dani deseaba esbozar una diminuta sonrisa, pero no lo consiguió.

—Necesito contarte muchas cosas que siempre me guardé.

—Pues bien, comienza. La noche es larga y yo tengo todo el tiempo del mundo.

***

Cierra los ojos y aun puede recordarla. Ella siempre fue su ejemplo a seguir. Decidida. Arriesgada. Feliz. Fuerte. Cruelmente hermosa. La favorita de mamá y papá en todo, incluso a la hora de merendar.

Melissa siempre fue el centro de atención de los Lawrence. La niña bonita que ganaba certámenes de belleza, que le daba miles de ganancias a mamá y reconocimiento social a papá. En cambio, Danisha, ella siempre fue un cero a la izquierda, una insoportable raíz de la que siempre se pasaban quejando. Danisha no hagas eso. Danisha siéntate bien. Danisha come poco. Danisha no grites. Danisha muévete de ahí que le quitas la atención a tu hermana. ¿Y alguna vez Dani le guardó rencor? Absolutamente no. Al contrario, ese paragón solo la impulsaba a sobresalir. No tenía por qué sentir celos, rabia o envidia de su hermana. Lo que ella deseaba era superarla y hacerla sentir orgullosa.

«Mírame, mamá, destroné a tu adoración» se veía a sí misma regocijándose cuando por fin tuviese una corona entre las manos. Danisha iba a superar a su modelo, lamentablemente el destino originó que, sí, ganase muchas coronas de certámenes, pero su precio sería no poder pavonearse frente a su familia, pues cuando Dani pudo ganar, ellos ya se habían ido.

Ella no pasaba de los seis años de edad, cuando Melissa estaba próxima a graduarse de la preparatoria. Esa noche, una noche de agosto, lo recuerda bien, sus padres le dieron permiso de asistir a una fiesta. Melissa era muy bien portada, por lo que no tendrían ningún inconveniente en acceder. ¿Qué era? Aquella fiesta se trataba de un par de tragos, juegos de adolescentes y gritos que celebraban el fin de cursos planeando despedirse. Todo era sano, todo era bueno, había buenos amigos y comida de la mejor; hasta que…

—¿No ha regresado? —preguntó su madre, saliendo por quinceava vez de su recámara.

En el aire flotaba un denso ambiente de zozobra y temor.

¿Qué había sucedido con aquella joven? ¿Qué fue lo que le pasó para que nunca regresara a su casa? Pues bien, según los médicos forenses y los peritos a los que les correspondió recoger el cuerpo, recrearon los hechos diciendo que Melissa Lawrence regresaba caminando, sus amigos habían bebido, y al ver lo alcoholizados que estaban, se negó a que alguno de ellos pudiera acercarla a casa. No quería correr peligro en un auto que si bien podría estrellarse, también podría atropellar a alguien. He ahí su más grande error.




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