Mortum: El Palacio De Los Vampiros (libro 1)

Cap. 14. Su sangre (Parte 4)

—No, pero supongo que como él y Derek son los únicos que hacen falta, trabajarán juntos. Como siempre. ¿Y qué hay de ti, Stephanie, con quién vas a trabajar?

—No lo sé. No me he fijado… —pero en cuanto abrió el pequeño papel, un pesado nudo se atascó en su pecho. Ahí estaba el nombre de él—. No puede ser…

—Tú eres Stephanie Anderson, ¿verdad?

Ella escondió el papelito bajo su mesa mientras encaraba al sujeto que a partir de ese día, se convertiría en su compañero de trabajo.

—Eh… —suspiró— Sí, soy yo.

—Qué bueno. Seremos compañeros —Alejandro le sonrió, y acto seguido ocupó una de las sillas vacías que estaban cerca de ella.

Dani fingió una sonrisa y Steve se levantó de golpe mientras Niar y Alexa trataban de contener su pena. Stephanie estaba en problemas, en muy serios problemas.

—Tranquila, puedes con esto. Te prepararé la sangre artificial que solía darte antes de que comenzaras a cazar —Alexa le susurró en el oído antes de marcharse. Steph no quería ni imaginarse lo que sería de su existencia si no la tuviera con ella.

—¿Te parece si comenzamos a revisar el proyecto? Podríamos hacerlo aquí o buscar una mesa cómoda en la cafetería.

—Prefiero quedarme aquí.

—¿No te congelas? Estás justo debajo del aire acondicionado.

—Eh… No…, me siento bien.

—De acuerdo. Entonces comencemos.

Hasta cierto punto, Alejandro era un muchacho demasiado docto y expresivo, le gustaba subrayar los párrafos que le parecían interesantes y realizar pequeñas anotaciones entre los márgenes de la hoja. Quizá en otro tiempo a Stephanie le hubiese llamado la atención esta forma de estudio, pero hoy en día, la chica estaba más preocupada en contener la respiración que observar sus hermosos rasgos varoniles.

De un momento a otro, las cosas comenzaron a cambiar. Luego de un par de minutos leyendo, el muchacho le cedió las hojas a ella para que realizara sus propias anotaciones, y mientras Stephanie fingía estar leyendo, se dio cuenta cómo el chico no apartaba los ojos de ella.

«Cariño, los vampiros somos inexpresivos. Pierdes tu tiempo al intentarlo». Pensó y se reservó una sonrisa de escarnio para sí misma.

Hace un par de meses, cuando ella y Scott se vieron en la cafetería, él era el mayor peligro para ella, pero ahora, ese peligro era una mujer y estaba sentada a centímetros del indefenso humano que no tendría ninguna posibilidad de escapar si ella se proponía matarlo.

—¿Estás bien? —lo escuchó romper el silencio.

—¿Disculpa?

—Ayer, cuando me corté, vi que saliste corriendo.

Stephanie luchó para no tocarse el cuello.

—Ah… Sí, estoy bien. Solo, solo no vuelvas a lastimarte, por favor.

—Mmmm, ¿fobia?

—Sí, creo que eso, eso es, fobia a la sangre.

—No te preocupes, no volverá a suceder.

Steph apartó la vista de él mientras su lengua contorneó el borde de sus colmillos. Debería evitar sonreír o estaría perdida; Alejandro haría un sinfín de preguntas y ella terminaría mintiendo para no asustarlo; igual que Scott lo hizo con ella la primera vez que le vio sus colmillos.

Alejandro no solo era un estudiante nuevo en el salón y en el instituto, sino que también era un residente nuevo en Balefia. No sabía sus alcances, ¿qué tal si salía corriendo y levantaba al pueblo con la idea de que los vampiros debían ser ejecutados? No soportaría ver a Danisha y a Steve empalmados en una estaca de madera mientras sus cuerpos eran carbonizados.

De pronto, la curiosidad pudo más que ella.

—¿Te agrada Balefia? —le preguntó.

—Sí, apenas llegué pero siento que es un lugar muy tranquilo.

—Tranquilo —Stephanie repitió ironizando su tono. Pero entonces, un descolocado olor familiar hizo acopio de todo su interés.

La muchacha se levantó, levantó ligeramente el mentón y entonces entendió lo que estaba sucediendo.

—Demonios —gruñó, y antes de que pudiera hacer cualquier otra cosa, Alexa y Danisha llegaron corriendo.

—Steph.

El aroma era de los Pulcros.

Alexa dejó a Danisha en el marco de la puerta, cruzó el salón con brío y llegó hasta donde Stephanie esperaba que la sacara.

—Hola, Alejandro —la pelirroja le sonrió—. Yo entiendo que mi amiga y tú tienen un trabajo pendiente, ¿pero te importará si te la robo por algunos minutos?

El joven le sonrió. Alexa lo había ayudado aquella vez del accidente y por ende no tenía intenciones de negarle nada.

—Claro. Yo te busco después, Stephanie.

—Gracias —y antes de que él pudiera verlas, ambas salieron corriendo.

—¿Qué demonios quieren? ¿Por qué están aquí?

—No lo sé, pero intentar cualquier cosa podría ser peligroso.

—¿Quieres que vayamos contigo? Si los Pulcros intentan hacerte algo los despedazaré.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.