Mortum: El Palacio De Los Vampiros (libro 1)

Cap. 21. Entrenamiento (Parte 1)

Ella se masajeó las sienes. Estaba harta y no tardaba en explotar.

—¿Podrían dejar de gritar? Esto parece una casa de locos —Danisha se paró en medio de la alfombra y gruñó mientras miraba a los cinco hombres que casi se abrazaban sobre el sillón. Ah, y a su lado estaba Alexa.

—Danisha, ¿podrías quitarte? Cubres toda la maldita pantalla —Niar le golpeó la cadera.

—¿Disculpa? No han dejado de gritar desde que la película comenzó. Son un grupo de jodidos cobardes que…

—¡Oigan! —las cortinas se abrieron de golpe y casi enseguida el cuerpo de una mujer se adentró a la casa.

Dani dio un brinco de muerte, pues sin querer se arrojó a los brazos de Alexa que, con todo y sus fuerzas, no logró sostenerla y ambas cayeron al suelo.

—¿Qué están haciendo? Dani, ¿por qué estás encima de Alexa?

—Stephanie, ¿acaso estás loca? Me pudiste haber matado.

La chica reparó en el televisor y en el viejo VHS de Drácula que se estaba reproduciendo.

—¿Están viendo una película de terror? Somos vampiros, ¿para qué quieren ver más cosas como esa?

—Stephanie tiene razón. Yo creo que con Danisha, el horror en esta casa es suficiente.

—¡Niar, has cavado tu propia tumba!

—¡Oigan!

—¡¿Qué!? —todos le prestaron atención.

—Märah me dijo que tengo que controlar mi poder si no quiero lastimarlos.

—Contrólalo después de lastimar a Niar.

—Es en serio, Danisha.

—¿Y quién está bromeando?

—¿Me podrían ayudar en eso?

—¿Controlar tu poder y ponernos como carnada para que nos decapites como lo hiciste con esos vampiros? Yo paso.

—Claro que no, Steve. Lo que quiero decir es, no sé, ayudarme lanzándome troncos, piedras y ramas. Tengo que aprender con quién usarlo y con quién no.

—Derek y yo nos apuntamos —Edwin saltó del sillón.

—Niar y yo estaremos ahí contigo.

—¿Lo estaremos?

—Dile que sí —Alexa lo golpeó en el hombro.

—Desde luego que sí.

—No sé de lo que hablan ni qué tan peligroso sea, pero si Derek y Edwin lo hacen, yo también te apoyo —exclamó Alejandro.

—Dani, Steve, ¿me van a ayudar?

—Después de la golpiza que me diste en el bosque de Norland, te ayudaré en lo que sea.

—Yo te apoyaré siempre y cuando recuerdes que nosotros no somos los vampiros malos, ¿entendido? —Steve le palmeó la espalda.

—¡Andando!

—Yo tengo una pregunta. ¿Quién es Märah? —todos ya conocían la historia de los Pulcros, el palacio y la Mandata, pero aquellos parecían ser temas que Alejandro todavía desconocía.

—Vamos —Alexa lo sujetó del brazo—, te lo contaré en el camino.

El corazón de Vermont cerca de la laguna que ella y Alejandro habían visitado un par de noches atrás era el lugar perfecto para que Stephanie comenzara su entrenamiento; el espacio era grande, lleno de árboles, con la vista hacia un cielo plomizo y sin nada que pudiera ponerlos en evidencia.

—¡Bien, comencemos! —exclamó Steve, derramando dos troncos de gran tamaño y de los cuales le entregaría uno a Danisha.

—¿Estás lista, Stephanie? —Alexa le preguntaba desde una distancia prudente para que ella, Derek, Edwin, Niar y Alejandro no salieran lastimados.

—¡Estoy lista!

Ella se concentró. La idea para el primer entrenamiento era tratar de quitarle los troncos de las manos a los vampiros y arrojarlos contra las rocas de la montaña. Pero desafortunadamente no sucedió nada y ella dejó caer sus brazos desconcertada.

—¡No lo logré!

—¡Concéntrate!

Steph lo intentó un par de veces más, pero al ver que obtenía el mismo resultado, se sentó sobre el suelo desanimada. Fue entonces que Alexa decidió acercarse a ella.

—No entiendo por qué no ha pasado nada.

—Piensa, ¿qué te hizo despertarlos? Aparte de estar en peligro.

—Mmmm.

—¡Eso es! —Steve pareció tener una idea—. Aquella vez, atacaste a los kaenodos porque Danisha y yo estábamos inmóviles y sabías que con nosotros fuera de campo, ellos irían detrás de Alejandro.

—Al parecer la rabia despierta tu poder.

—Lo mismo pasó cuando vi a…. —¿Scott en las montañas?—. ¿Pero cómo le hago para que esa rabia regrese?

—Piensa en algo que te haga sentir así.

El nombre se presentó ante ella como la mejor opción que pudo haber considerado. La respuesta estaba tan clara y tan tangible que incluso y si habría querido, la pudo haber tocado.

—Ya sé cómo despertarlo. Vamos, a sus lugares.

Recuerdos, Stephanie necesitaba una buena cantidad de recuerdos, que a decir verdad con el primero sentiría un agrio sabor en su boca que iría reptando cada vez más hacia su pecho. Sus gritos, sus golpes, sus humillaciones, toda esa sombra de odio y aborrecimiento hacia ella la hacía odiarla un poco más. Sabía que Frederick estaba muerto y a pesar de eso, a pesar de saber que ella la necesitaba, no le había importado buscarla. Era una…, una… Era su madre.




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