Mortum: El Palacio De Los Vampiros (libro 1)

Cap. 22. El infierno también tiene enemigos (Parte 2)

Y entonces la realidad rompió aquel sentimiento. Qué horrible iba a ser para Steve ver a su mejor amigo envejecer y morir cuando él seguiría aparentando la misma edad.

—Stephanie —Alejandro le besó la parte trasera del oído—, ¿estás lista?

—Sí —destruyó esas ideas—. ¿Y tú? ¿Estás listo?

—Es increíble que siendo tú más pequeña que yo, soportes mi peso.

—Advertencia de lo que te podría pasar si te metes con un vampiro.

—¿Y el castigo, cuál sería?

—¿Quieres que te lo diga?

—¡¿Preparados?! —Edwin gritó y la tención comenzó a flotar en el aire—. ¡AHORA!

El conocimiento de Stephanie sobre su propio poder le entregaba una soberbia malévola. Dejó que sus compañeros la rebasaran y se burló de las propias carcajadas de superioridad con las que Danisha pasó a su lado. Aquella gracia, escarnio y arrogancia incluso se podría comparar con un antiguo vampiro que antes de convertirse en Mandato se comportaba como todo un joven adolescente vanidoso.

—Steph, ¿de verdad te vas a dejar ganar por ellos? —Alejandro enarcó una ceja.

—Obsérvame.

El muchacho entendía el significado de aquella maliciosa sonrisa, pues antes de que Stephanie comenzara a correr, realmente como todo un vampiro, el chico le clavó sus uñas en su espalda, abrazó con una mayor fuerza sus piernas a sus caderas y se preparó para gritar.

—¡Stephanie, nos vamos a matar!

—¿QUÉ TE PASAAAA? —Dani tuvo que detenerse cuando una fuerte ventisca casi la arroja al suelo con Alexa encima.

—¡Eso sí que no! —Alexa bajó de la espalda de Danisha, y levantando sus manos, hizo mover los árboles. Algo que resultaría realmente estúpido, pues si medimos el grado de poder sobrenatural y mágico de cada una. Bueno, Stephanie estaba muy por encima de ella.

Steph utilizó el poder de sus ojos para protegerse.

—¡Jódete, Stephanie!

—¡¿Te he molestado, brujita?!

Alexa y Danisha se lo comenzaron a tomar personal. Volvieron a erguirse y corrieron detrás de ellos con la esperanza de alcanzarlos. Nadie se preguntó por Steve o Niar, quienes seguramente ya se habían resignado a perder.

En un sorprendente final, Steph llegó hasta lo más alto de la montaña, se apoyó en uno de los árboles y lanzó una tremenda carcajada al aire. La vista era fascinante, y más abajo de ella se podían observar todos los hermosos árboles como un gran océano verde.

—Steph —Alejandro se apoyó en ella y de repente se dejó caer.

—¿Qué te pasa? Ale, ¿estás bien?

—No. No puedo respirar.

—¡Stephanie! —Danisha, Alexa, Steve y Niar llegaron unos segundos después, y casi en las mismas condiciones que estaba el pobre de Alejandro, Alexa y Niar se sujetaban el pecho.

—¡Debemos bajar!

Eran kilómetros, kilómetros los que había entre ellos y el lugar donde estaban Derek y Edwin; y a pesar de eso, Stephanie sintió el aroma.

—¿Qué pasa, Steph?

—Vampiros.

—¡Ay no! —Alexa se llevó las manos a la boca —¡Edwin y Derek están allá abajo!

Los tres vampiros se lanzaron al vacío, y aunque hubiesen deseado llegar más rápido de lo que esperaban, no podrían hacerlo ya que Alejandro, Alexa y Niar venían en sus espaldas.

—¡Auxilio! —los gritos de Derek y Edwin reverberaban por todo el bosque y las montañas.

—¡Aléjense, aléjense!

—¡Edwin, no dejes que nos maten!

Cuando los demás lograron llegar al campamento, vieron a Edwin sosteniendo una rama con fuego, a Derek armado con una sombrilla y a tres vampiros rodeándolos.

—¡Aléjense de ellos! —Dani gruñó y mostró sus enormes colmillos.

—Menos mal que has llegado —dijo uno de ellos.

—¿Te conozco?

—No te hablaba a ti. Le hablaba a la soberana del castillo.

Pero entonces y en lugar de dar el largo discurso de los kaenodos anteriores, estos prestaron un singular interés hacia la persona que se hallaba detrás de Stephanie.

—Devin —dijo uno—, por favor dime que hueles eso.

Alejandro.

—Un aperitivo antes de matar a la reina no estaría mal.

Y sin previo aviso, se lanzaron a la cacería.

Alejandro gritó, Alexa y Niar corrieron a envolverlo entre sus brazos y Stephanie, Danisha y Steve se levantaron una vez más en combate.

—¡Stephanie, es buen momento para que recuerdes tu entrenamiento!

—¡Has algo pronto! ¡Tienen mucha fuerza!

—El poder de los ojos del primer Mandato —la voz de aquellos vampiros era realmente terrorífica—. No pienso seguir con este patético juego. ¡Encarguémonos de ella!

Steph estaba preparada para utilizar el poder dantesco de su mirada, pero antes de que pudiera mover un solo dedo, el estrepitoso claxon de una vieja van se abrió paso entre ellos.




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