Mortum: El Palacio De Los Vampiros (libro 1)

Cap. 22. El infierno también tiene enemigos (Parte 2)

Los días habían pasado y aunque Alexa configuró un antiguo hechizo wiccano de protección para cada uno de ellos, Stephanie no se sentía a salvo viviendo en su propia casa.

—¿Quieres que cierre las cortinas? ¿Tienes frío?

—No te preocupes, me siento bien —él le sonrió. Se hallaba envuelto en varias frazadas mientras esperaba a que la noche se consumiera y la tormenta cesara.

—Espero que las nubes no vuelvan a quitarse durante la mañana. Ya quiero volver al instituto.

—Lamento arruinar nuestro día en Calabón. Han pasado varios días, y no he tenido el valor de disculparme con ustedes y contigo.

—¿Disculparte? ¿Pero de qué? Tú no hiciste nada malo.

—Esos vampiros de las montañas nos atacaron por mi culpa.

—¿Acaso no escuchaste lo que esa mujer nos dijo? Iban por mí, a matarme a mí. Märah tenía razón, mientras yo no sea la Mandata del Palacio, mi “vida” correrá peligro.

—Steph, lo veo en los ojos de Danisha y Steve cuando me miran. Tus amigos hacen un enorme esfuerzo para mantenerme a su lado sin sentir la necesidad de atacarme. Alexa me dijo que mi sangre es… diferente.

—Alexa no tenía por qué decirte eso, porque fue un secreto que debía quedar solo entre nosotros siete.

—¿Y cambia algo el no saberlo? ¿Lo hace?

—Alejandro…

El muchacho se levantó, dejó caer las frazadas al suelo y se apoyó en el vidrio de la ventana. Su propia sonrisa reflejada le dio miedo.

—Todo eso va a cambiar.

—¿Ah sí?

—Cuando me conviertas en vampiro no habrá más sangre qué perseguir —Alejandro la encaró.

—¿Qué?

—Olvídalo.

Fue un error ignorar aquella conversación, pues aunque Stephanie se hubiera hecho la perdida idea de que aquello se trataba de una broma, la realidad es que no lo era y Alejandro comenzaba a idealizar su futura transformación.

—¿Regresarás a tu casa?

—¿Quieres que ya me vaya? —a Stephanie le tembló la voz.

—Al contrario —el chico se acercó a ella, envolvió su fría cintura entre sus brazos y pegó su cuerpo al suyo buscando la manera de poder besarle aquel especial lugar en el cuello que a ella tanto le gustaba—, quiero que te quedes esta y todas las noches posibles.

«Eso no está bien y tú lo sabes. Aléjalo antes de que sea tarde».

—¿Qué, qué estás haciendo?

—Por el momento solo te estoy besando.

—Ale…

El muchacho profundizó el beso y dio varias succiones sobre su clavícula y el mentón, movió sus manos y las deslizó alrededor de su cadera, sobre sus nalgas y su espalda.

—Alejandro, tienes que parar —Stephanie protestó al sentir sus segundas intenciones, pero sobre todo cuando un desmesurado aroma le golpeó la nariz y más allá de ella. Era verdad lo que le había dicho Alexa, pues cuando un hombre altera su fluido sanguíneo por medio de la excitación, su propio cuerpo comienza a gritar peligro.

—Joder, Steph, me gustas tanto.

Todo el autocontrol de la vampira se perdió cuando el chico la empotró sobre una de las cajoneras, se metió entre sus piernas y frotó su erección contra ella.

—¡Te dije que pares!

Alejandro gritó cuando los dedos de Stephanie arañaron su espalda, le desgarraron la playera y le sacaron sangre. Un segundo después, el chico salió volando contra el ventanal de vidrio, el cual se partió y dejó entrar la tormenta.

—¡Alejandro! —ella deseó correr hasta él, pero era tanto el aroma de su sangre que ni siquiera pudo dar un solo paso.

—No te preocupes, estoy, estoy bien.

Por supuesto que no lo estaba. La espalda, la ceja y un corte de su brazo le sangraban, se había lastimado la cadera y tenía cientos de pequeños vidrios incrustados en el cabello.

—¿Ves lo que te digo?

—¿De qué estás hablando?

—De esto. Ni siquiera puedo tener intimidad contigo.

—Deja de hablar, por favor.

—A ti no te gusta que toquemos este tema, pero tarde o temprano terminarás entendiendo que me tienes que convertir en vampiro.

—No quiero hablar de esto.

—Pues lo tendremos que hacer, te guste o no.

—¡Prefiero que me dejes antes que convertirte en un vampiro!

—¿Es tu decisión?

—Sí.

—Lamento informarte que la mía es diferente, Stephanie.

«Por tu bien, aléjate de él. Ve al bosque, escapa».

Stephanie lo observó con frialdad, sus ojos brillaron y antes de que Alejandro pudiera hacer algún otro movimiento y este agitara el aroma de su sangre, ella corrió entre la lluvia al interior de Vermont.

 




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