Era la tercera vez que Steve se enredaba con una guirnalda de los adornos. El instituto también estaba de fiesta, la graduación había llegado, y aunque a Stephanie casi la ahogaron las materias y sus calificaciones, finalmente pudo reponerse y salir victoriosa.
Una sensación de triste amargura la embargó. Ella se había terminado de maquillar y aunque sabía que por más que sostuviera el espejo frente a su rostro no podría verse, ella se sentía bonita. Pensó que a partir de este día las aventuras llegarían a su fin. Pensó que Alexa, Niar, Edwin y Derek tomarían caminos diferentes, y quizá Danisha y Steve se mudarían con ella al palacio. Lo cierto es que ellos no habían comentado nada y aquello era un destino incierto. Se separarían, cada quien comenzaría una vida nueva y en algún momento incluso se olvidarían de todo lo vivido.
—¿No te sientes entusiasmada? —Dani corrió hacia ella, la tomó del brazo y ambas comenzaron a caminar por los pasillos que se bañaban en una combinación de morado y amarillo.
—Debería, pero me siento mal.
—¿Comiste algo antes de venir?
—No me refiero a la sed. ¿Qué va a pasar después de esto?
Danisha frunció los labios.
—Te convertirás en reina.
—¿Y si la Mandata decide matarme ese día?
—Ya hablamos de eso, Stephanie, y te vuelvo a repetir. Te. Convertirás. En. Reina.
Los hermosos rizos largos que caían sobre la espalda descubierta de Stephanie ya la hacían ver como una reina, pues a diferencia de los vestidos de corte medieval que solían utilizar las vampiras del castillo, Steph se había colocado un hermoso sheath drees largo, en tonalidades rosa palo y perlas blancas, escotado de la espalda y con tirantes cruzados sobre el pecho que dejaban lucir el tan famoso collar de protección. Afortunadamente ese día, Alexa les había permitido cambiar su collar de parafina por una pequeña y sutil pulserita que ella misma había confeccionado.
Alexa siempre tan considerada.
—Oigan, vamos a bailar, que la noche aun es joven —Edwin y Derek también brillaban. Ambos habían alquilado un par de ostentosos trajes de gala, rojo para Edwin y azul para Derek, que los hacían resaltar del resto de los demás estudiantes.
—Solo porque estoy muy, pero muy feliz, te concederé el permiso de que me lleves a bailar, Edwin. Pero si me pisas, te arrancaré la cabeza. ¿Entendido?
—Reina amada mía —Edwin se abalanzó sobre ella, le tomó la mano y acto seguido dejó un largo beso sobre sus nudillos.
Si Stephanie se sentía brillar como una estrella, entonces Danisha era el imponente sol, pues en cuanto la Vampiresa de París se plantó en medio de la pista de baile, todas las miradas varoniles, y alguna que otra femenil, recayeron sobre ella.
—¿Alguien sabe si Niar ya llegó? —Alexa se reacomodó el precioso peinado de trenzas con las que iba arreglado su cabello rojo.
—¡Uy! ¡Esto huele a amor!
—Cierra la boca, Derek, no lo digo por eso.
—¿Entonces por qué te arreglas tanto el cabello y el vestido?
—Porque…
—Ahí viene Niar —señaló Steve cuando intentó darle un pequeño sorbo al ponche de fruta que habían preparado los profesores, el cual por cierto no le gustó y tuvo que escupir.
—Lamento la tardanza —Niar llegó acomodándose la camisa de su traje.
—¿Qué te pasó? Tienes unas ojeras espantosas.
—No fue nada, solo pasé una mala noche.
—¿Viste algo? —Alexa preguntó con un nudo en el pecho. Ella sabía que la existencia de Stephanie corría peligro, y si Niar había tenido alguna premonición, era buen momento para saberlo.
—No —mintió.
—Bueno, yo iré a cuidar que Danisha no se trague a Edwin. ¿Steve me acompañarías?
Cuando Steve y Derek se marcharon, Stephanie levantó la mirada buscando algo distinto en lo que ella pudiera ocuparse. Sabía de los sentimientos de Alexa hacia Niar, y aunque el dúrkel tenía una cara de «me estoy muriendo de sueño», ella sabía que Alexa podría ayudarlo a sobreponerse.
—Los veo más tarde.
—¿Irás a buscar a Alejandro?
—No lo había pensado, pero es una buena idea.
Steph caminó en el silencio acogedor de los pasillos. Casi todos los estudiantes estaban reunidos en el auditorio o en el jardín principal, pero lo que ella más deseaba, era estar sola, acompañada únicamente por sus pensamientos. Lamentablemente la noche tenía otros planes para ella.
—Steph —una voz dulce y suave resonó detrás de ella.
Alejandro la estaba siguiendo, y aunque el muchacho parecía una estrella de cine, ceñido dentro de un traje oscuro y una corbata roja que realzaba su piel blanca y mejillas arreboladas, Steph solo pudo pensar en la promesa que no tardaría en romper.
—Hola —trató de sonreírle.
—Me encontré a Alexa y me dijo que habías preferido salir. Oye, Niar se ve muy mal.
—No ha dormido.
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Editado: 07.05.2024