Mortum: El Palacio De Los Vampiros (libro 1)

Cap. 27. En el suelo destrucción, y en el cielo un grito de guerra (Parte 1)

Kharo ha terminado de narrar su lado de la historia, Stephanie está ante ella, con los ojos abiertos y el rostro petrificado mientras Danisha yace en el suelo, con sus manos sujetándose el cabello y sus ojos clavados en la nada.

—Son libres de preguntar lo que sea, y yo responderé a todas vuestras preguntas con la más sincera verdad.

—Scott —Stephanie exclamó con ferocidad—. ¿Por qué los Pulcros decidieron quemar a Scott?

—¿Olvidaste quién convirtió a Steve en vampiro? Y aunque lo hizo para que tú te vieras obligada a beber sangre de un humano…

—Eso no es cierto. Lo mordió, sí, pero el anequio no hizo ningún efecto porque yo lo saqué. Steve no se hubiera convertido en vampiro.

—Pero lo mordió, y he ahí la raíz del castigo.

—Esa noche —Steph estaba recordando—, cuando el anequio estaba regresando, Niar tuvo una visión…

—Vio a los Pulcros quemándolo, ¿no es así?

— Sí.

—Steph, los Pulcros lo habrían sentenciado a muerte en cualquier momento. Él, igual que Kerry, tuvo la oportunidad de elegir entre su vida o la vida de tu amigo.

—Pero ¿por qué me eligió? —Steve se puso frente a la vampira—. En el caso de Kerry, está bien, tiene un poco de lógica su elección, fue Danisha, pero en mi caso…

—Lo hizo por Stephanie —Bruce soltó de golpe y todos lo voltearon a ver—. Sabía que aquella muerte devastaría a la cuarta Mandata, y prefirió cargar con el peso de la muerte, a destruirla a ella.

—Basta —Steph terminó de romperse los remilgos de su vestido, se quitó los broches de su peinado y se ajustó el escote—. Voy a regresar, voy a enfrentarla y cumpliré con el plan que Märah ya había vislumbrado para esta batalla. Pero primero —se sujetó el collar de protección—, traeré a la vida a esos dos vampiros, que mucho tienen por explicarnos.

—Espera —Kharo la detuvo antes de que pudiera arrancárselo—. No lo hagas aquí. Rómpelo frente a ella, y permite que ellos dos luchen a tu lado. Stephanie, no porque te sientas poderosa con los ojos del primer Mandato subestimes el poder de Selem. Eso es una magia muy poderosa de la que se desconoce su origen y que podría asesinarte sin la necesidad de ponerte un dedo encima. Necesitarás toda la ayuda posible.

—No estás sola. Si esa loca piensa asesinarte, primero tendrá que pasar por encima de mi magia —Alexa se limpió sus lágrimas, se puso de pie y ajustó los listones de su capa.

—Alexa —Kharo se dirigió a ella—. Es tu momento de brillar. Revienta tu poder y has que el sacrificio de todas esas brujas asesinadas ahora cobre su venganza.

—El valle desemboca muy cerca del palacio, si seguimos el horizonte podremos evitar entrar por el puente y que la horda de gendarmes enemigos nos vean llegar.

—Bruce —Stephanie lo miró al rostro—, tengo cero experiencias en los combates, y en su momento Märah me dijo que Magnus la había escondido cuando la Guerra de los Condenados tuvo lugar, por lo que ni ella misma supo adiestrarme. ¿Puedo apoyarme en ti para que guíes mis pasos?

El Cazador de las Altas Mareas inclinó la cabeza.

—La protegeré con mi vida, señorita. Es lo menos que puedo hacer después de haberla atacado con el príncipe mortuanio en las praderas.

—No te preocupes por eso, Bruce. Yo misma aclararé cuentas con dicho príncipe.

Una parte de ella se volvía loca al saber que tendría la oportunidad de hablar con su creador, pues al fin y al cabo, fue Scott quien la transformó en vampiro.

—Nosotros te cubriremos las espaldas —Derek y Edwin estaban armados hasta los dientes.

—¿Están locos? —Danisha los miró con preocupación—. No durarían ni un segundo en medio de un poderoso ejército de vampiros.

—Reina amada mía, has subestimado nuestro valor desde siempre. Ya es momento de que te cerremos la boca, Danisha.

—Yo me encargaré de cuidarlos —Alexa apoyó sus manos sobre ellos.

—Alejandro —Stephanie lo confrontó.

—Ni me pienses sacar de la jugada. Estaré contigo hasta el final, incluso si eso significa ponerme al pie de la guerra.

El ejército se alistó, algunos guardias montaron sus caballos y desenfundaban sus espadas, mientras que los otros, los que viajarían a pie, afilaron las hojas de sus puntiagudas navajas y tensaron el hilo de sus arcos.

Bruce montó detrás suyo a Steph, quien, con un profundo sentimiento de batalla y tristeza, sentía que algo estaba consumiendo al palacio.

Toda mención de Zacarías Carpathia sobre su palacio era cierta. Mortum podía ver, sentir y aspirar el aroma de la sangre; pues como bien lo había reconocido el artífice principal de todo: era como si el alma de un poderoso vampiro estuviese viviendo bajo aquellas tierras.

Un enorme ejército conformado por al menos doscientos vampiros armados descendió de las montañas, se incrustó en los acantilados y finalmente rodeó la entrada principal ingresando por el bosque de los Árboles Danzantes, los cuales, acurrucados unos contra otros, temían que en cualquier momento la cruel vampiresa bajase y les prendiera fuego.




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