Mortum: El Palacio De Los Vampiros (libro 1)

Cap. 27. En el suelo destrucción, y en el cielo un grito de guerra (Parte 2)

Steve y Bruce lograron abatir a los dos centinelas que cuidaban la entrada de los calabozos mientras el resto del ejército intentaba ganar tiempo para que Stephanie derrocara la raíz principal.

—¡¿Encontraron algo?!

—¡Aquí no hay nada!

—¡Sigan buscando!

Pero entonces, al doblar por uno de los arcaicos pasillos subterráneos del castillo, un fuerte olor a verbena los hizo marearse.

—¡Maldita! ¡Ventiló los túneles con verbena! —Steve se cubrió la nariz con los pedazos sobrevivientes de su camisa.

Pero lo que para ellos se transformaba en una misión imposible, para Bruce no fue nada más que el inicio de un rescate.

—¡Sigan el olor!

—¡¿Que lo sigamos?! Esa cosa es mortal.

—Y por lo mismo la ha utilizado. La verbena inmoviliza a un vampiro.

—Dani —Steve la sacudió por los hombros—, es la única forma de que Selem mantenga bajo encierro a la Mandata.

Los tres comenzaron a correr adentrándose cada vez más en los túneles y asesinando a cuanto vampiro enemigo se cruzara en su camino, y vaya que eran demasiados, lo que le causó un estremecimiento al regio Cazador de las Altas Mareas, pues ¿cómo podría ser posible que una vampira consiguiera el control absoluto sobre un ejército de semejante índole.

Bruce habría producido muchas más teorías y posibles aciertos de no ser porque Danisha gritó con alegría y horror al encontrar a la Mandata. Pero cuando el Cazador llegó a la celda, la alegría se le desplomó cien pisos hacia bajo. Su señora, su amiga y soberana estaba amarrada como una vil presidiaria que es condenada a muerte, y sobre sus amarres habían abundantes racimos de verbena fresca. Aquella escena lo devolvió años en el pasado y le recordó el día en el que él y Magnus rescataron a Kharo.

Si tan solo Hécate y Zacarías estuviesen vivos, aquello se volvería una verdadera masacre y explosiones de poder. Y la cabeza de Selem ya estaría colgando de la mano de Magnus.

—¡Mi señora! —el grito de Bruce retumbó como un alarido de fragilidad y terror, y de haber podido, el Cazador de las Altas Mareas ya se habría puesto a llorar—. ¡Tiene que resistir! ¡La voy a sacar de aquí!

—¿Cómo lo vamos a hacer? Me da mucho miedo tocar la verbena —Danisha retrocedió cuando Steve y Bruce hicieron volar el candado y algunos barrotes de la celda.

—Bruce, tienen que irse —la reina profirió un leve susurro que anunciaba su muerte—. Stephanie, vayan por Stephanie.

—Ella está peleando contra Selem.

—Bruce, tú tienes que estar con ella, no conmigo.

—Mi señora…

—No debes enmendar tu sentimiento de culpa conmigo.

—No pude protegerlo…

—Magnus no cayó en combate, ¿lo recuerdas? Recuerda que Hécate pereció en su cama, tomado de mi mano y burlándose de la forma en cómo lo llamaste imbécil.

Pero el Cazador apenas y la escuchaba. Luchó contra su miedo. Ya había tocado la verbena una vez, y aunque en aquella ocasión fueron pétalos muy pequeños que envolvían el cuerpo de Kharo, sus manos sufrieron terribles quemaduras que hasta la fecha no lograban reponerse.

El hombre sudó, de sus dedos se levantaba un espeso humo negro, y cuando sintió que estaba a punto de desmayarse, hundió sus brazos bajo el cuerpo de su soberana, la levantó y alcanzó a entregársela a Steve antes de caer de rodillas.

—Tenemos que salir, o este lugar se llenará de centinelas —Danisha apoyó el enorme cuerpo de Bruce sobre el de ella y solo así consiguió levantarlo.

Al fondo del laberinto de pasillos se escuchaban los implacables gritos de muchos otros capturados que pedían piedad. Desgraciadamente ahora no se podría hacer nada para liberarlos de aquella barbarie, no hasta que Stephanie consiguiera matar a Selem.

—No tuve la oportunidad de decirle a Magnus cuánto aprecio le tenía —Bruce susurró, y aunque pensó que había sido el único en poderse oír, la respuesta de la Mandata lo tomó por sorpresa.

—No eres el único que vive con aquel peso —Anetta le sonrió—. Yo tampoco le dije cuán enamorada estaba de él.

Los centinelas llegaron, eran docenas de ellos que dispararon flechas con lumbre.

—Danisha —Bruce se desprendió de su cuerpo y pidió a Steve que le entregara a la Mandata—. Tienen que irse, llévate a Märah lejos. Nosotros buscaremos a Stephanie y al resto.

»Anetta —Bruce la subió en el caballo, y la felicidad del animal fue incontrolable—, ¿Sabes a quién perteneció?

—Es Zermman.

—Estás a salvo ahora.

***

Cuando el cuerpo de Selem se estrelló contra una de las columnas, todo el palacio se agitó en un violento sismo. Stephanie había conseguido erguirse, pero su agotamiento comenzaba a cruzar los límites de su resistencia.

—¿Qué te pasa? ¿La falta de sangre comienza a hacerse presente? —la vampira rugió, y aunque ella tampoco era la excepción en el cansancio, Steph apenas reunió las fuerzas suficientes para regresarle sus palabras.




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