Mortum: El Palacio De Los Vampiros (libro 1)

Cap. 28. El quinto Mandato

Una cálida lágrima resbaló por la mejilla de Alexa mientras Steve leía la nota de despedida que Niar había dejado bajo la alfombra de su casa.

No espero que me perdonen, pues lo que hice no tiene nombre. A ninguno de ustedes les pude hablar con la verdad, pero lo cierto es que he tenido un diabólico sueño en el que un hombre poderoso me dice que seré asesinado. No sé por quién o cómo es que pereceré, pero lo cierto es que ustedes pelearán; se levantarán en armas y no se detendrán hasta que la raíz del mal haya sido erradicada.

Mis amados amigos, mis hermanos y hermanas, no lloren mi partida. Alexa, sécate esas lágrimas y sigue fuerte, que las brujas perdidas no sollocen por tu debilidad. He dejado todo arreglado, pues como bien he dicho, esto ya lo había visto. Mi padre y madrastra pensarán que me he marchado hacia otra provincia y que no regresaré. La llave que he dejado con Steve es en realidad la entrada a un almacén en la calle Granola en donde pude guardar algunas de mis pertenencias y ahorros. Espero que quienes los tengan en su poder haga buen uso de ellos, y si no es así, que la muerte misma me perdone, pues véndanlos y háganse del dinero para comprar cerveza y pastel hasta reventar. Gracias por todo, y espero volverlos a ver en otra vida.

Danisha, lávate el puto hocico.

Cariños: Niar.

Y cuando la lectura llegó a su final, la wicca sujetó una pequeña veladora, reposó sus dedos sobre ella y una tenue llama de luz comenzó a adquirir fuerza suficiente como para permanecer encendida. Steve dobló la nota, capturó en su memoria cada palabra escrita por su mejor amigo y entonces la arrojó dentro de la vela para que esta se consumiera y desapareciera. Seguido de eso, Steve, Danisha, Alexa, Stephanie, Derek y Edwin se tomaron de las manos, pensaron en su querido Niar y cada uno lloró a su manera, en silencio y sin decirse ni una sola palabra.

El cielo amanecía, y a pesar de que todos se encontraban en el departamento de Stephanie, el lugar tenía una sensación completamente distinta, pues era como si Balefia hubiera dejado de ser su hogar.

—Ya amaneció —Danisha se frotó los ojos—. Debemos irnos.

—Vayan ustedes, yo los alcanzaré más tarde —Steph trató de sonreírles, pero nadie ahí le creyó ese gesto, pues al igual que ella, todos estaban destrozados.

Uno por uno fueron saliendo, afuera llovía, y aunque el cielo estaba siendo iluminado por un sol extrañamente rojo, el arcoíris nunca salió. Stephanie apagó la vela, y entonces toda su sala se quedó en penumbras.

Las trompetas ceremoniales se escuchaban en todo el palacio. Los arreglos eran tantos que los vampiros no tuvieron tiempo de adornar el castillo como se merecía, pues ni siquiera los Árboles Danzantes tenían ganas de moverse.

—Buenos días.

—Buenos días, señorita —algunos vampiros que se hallaban arreglando el puente de la entrada le dieron una ligera sonrisa que enmascaraba su tristeza. Pues aunque nuestra historia trata de centrarse en algo bonito, lo cierto es que muchos de los habitantes mortuanios fueron asesinados.

Habían cerrado la capilla ceremonial por los miles de destrozos que Selem había causado ahí dentro, viéndose obligados a que el Nombramiento se llevara a cabo en la gran entrada del palacio.

—Quédate quieto.

—Kerry, te dije que no quiero usar capa.

—No hay rey sin capa. ¿Qué dirán los vampiros si te ven así…? Oh, hola, Stephanie.

Scott se dio la vuelta, y todo aquel malhumor que parecía poseerlo, se desvaneció por completo.

—Hola.

Ella caminó hasta él. Hace apenas unos días pensaba en miles de cosas que le gritaría y en cómo lo golpearía por todo lo que le había hecho y por convertirla, pero cuando tuvo la oportunidad de hacerlo, ni siquiera pudo verlo a la cara.

—Steph…

—No digas nada ni preguntes nada, por favor.

—Solo quería decirte que… hablé con los Pulcros.

—¿Están vivos?

—Fueron encarcelados y reprendidos bajo los efectos de la verbena, pero se repondrán.

—¿De verdad seguirás teniéndolos en el consejo?

—¿Por qué no lo haría?

—Ni siquiera fueron capaces de detectar a una loca, sádica y asesina entre ellos. ¿Cómo esperas que sobrelleven un palacio?

—Nadie sabía lo de Selem.

—Perdón. Me estoy tomando un atrevimiento que no me corresponde.

—Steph —Scott se interpuso en su camino.

—¿Qué fue lo que hablaste con ellos?

—Sobre el resguardo de tus ojos.

—¿Qué?

—El poder que tú tienes, es una magia abismal y sumamente poderosa. El que los sigas llevando a donde quiera que vayas, podría causarte daño a ti y daño a nosotros.

—¿Me los arrancarás?

—No. Utilizaré un conjuro especial para retirarte la energía mágica.

Stephanie desvió la mirada. El conflicto por fin se había terminado, sin embargo, el palacio no se sentía como antes, y ella más que nadie podía sentirlo.




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