Mortum Il: Las Torres De Berón (libro 2)

Cap. 1. Agradables son los viejos recuerdos (Parte 2)

Si bien era cierto que Alexa no había cambiado en su personalidad, físicamente aumentó de estatura, sus caderas se agrandaron, el cabello le creció y ahora ya no utilizaba sus características gabardinas y capas que le recordaban su tan respetada procedencia. Después de haber terminado la universidad, Alexa había conseguido un cómodo trabajo como ilustradora en una pequeña editorial de la provincia.

Su horario laboral había terminado, y ahora ella se preparaba para salir de su oficina. Se colocó un suéter gris, se ajustó los cordones de las botas y después de enroscarse la suave bufanda azul que cargaba a todos lados, cerró la puerta y echó a andar. Despreocupada, había salido a la calle cuando una simpática persona se interpuso en su camino.

—Hola, Alexa —un guapo chico, compañero de su trabajo, se acercó a ella, le ofreció una rosa y le sonrió—. Me gustaría invitarte a cenar, claro, si es que no tienes planes para esta noche.

—Hola, Jimmy —ella le regresó la sonrisa, y aunque trató de no sentirse incómoda, no pudo evitarlo—. ¿Esta noche? Ah… Pues pensaba ir a mi cuarto, terminar algunos encargos y… Perdón, Jimmy, pero acabo de recordar que tengo cosas muy importantes por hacer.

El muchacho se mordió los labios, pues no pudo fingir que esa respuesta no le había dolido.

—No te preocupes, te entiendo.

—Quizá será en otro momento.

—¿Te puedo hacer una pregunta personal, antes de que te vayas?

—¿Personal?

—Nos conocemos hace dos años, y ya estoy cansado de fingir que no me gustas. Pero tampoco quiero hacerte sentir obligada a corresponderme. No quiero seguir incomodándote, Alexa, por lo que prefiero preguntar las cosas directamente.

Ella suspiró.

—Está bien, haz tu pregunta.

—¿Estás enamorada de alguien más?

Pero entonces, aquella misma bufanda azul que cargaba en el cuello le fustigó un doloroso recuerdo en el pecho. Ese mismo recuerdo que seguía teniendo nombre y apellido.

—Sí, Jimmy. Estoy… Sigo enamorada.

—Te pido una disculpa por ser tan insistente.

—No tienes nada de qué disculparte. Muchos de esos días me has logrado sacar una sonrisa que ya había dado por perdida.

El muchacho le sonrió.

—Que pases una bonita noche, Alexa. Te veo mañana.

—Igualmente.

La wicca lo vio alejarse, regresar al edificio en donde se hallaba la editorial y desaparecer por la puerta de cristal, mientras ella continuaba su propio camino.

La noche estaba silenciosa, fría y algo brumosa, y todas esas sensaciones mezcladas con un intenso presentimiento, solo podrían pronosticar dos cosas: algo muy bueno, o algo realmente malo.

No habían pasado ni diez segundos de que Alexa había cerrado su puerta, dejado las llaves en la encimera y su bolso en un pequeño buró decorativo del pasillo, cuando alguien llamó al timbre.

—¿Quién es? —preguntó sigilosa.

—Entrega especial para…

—¿Danisha? —pero abrir la puerta fue lo peor que Alexa pudo haber hecho, pues apenas quedaron frente a frente, los cinco no pudieron evitar cubrirse la nariz y gritar por tan terrible aroma.

—¡Qué peste!

—¡Alexa! —gritaron los tres amigos y corrieron a su encuentro.

—No puede ser. ¿Qué hacen aquí?

—¡Alexa!

—¡Demonios, el hedor es espantoso! ¿Cuántos años llevan pudriéndose?

—Tú tampoco hueles tan bien, maldita Polly Poket bruja de llavero. Alexa, ¡creciste! ¡Ya no te ves como un pitufo!

—¡Jódete, Danisha! De verdad me da mucho gusto que estén aquí. ¡Quiero abrazarlos! ¡Pero también quiero correrlos! Huelen realmente mal. Aguarden un segundo. Alejandro, tú también hueles a… ¡Stephanie! ¡¿Qué demonios hiciste?!

—Prometo explicarte todo, pero antes tienes que hacer incienso para que podamos hablar.

—No hace falta, tengo algunas baritas guardadas.

—¿De verdad? ¿Por qué las conservaste?

—Pensé que con tanta criatura sobrenatural, algún día me iban a ser de mucha ayuda. Pero vamos, no se queden ahí, vengan.

—Querida, te recordamos que somos vampiros, y que esta no siempre fue tu casa.

—Lo olvidaba. ¿Gustan pasar?

—¡Adelante! —Steve fue el primero en correr hacia ella.

La wicca no necesitó coger los cerillos, pues un simple movimiento de sus manos había sido más que suficiente para que la barita se encendiera y el humo purificador inundara la habitación alejando cualquier tortuoso aroma.

—Ahora sí, no escatimen en detalles. ¿Qué los ha traído por aquí? ¿Cómo me encontraron? ¿Cómo están los demás? ¿Saben algo de Derek y Edwin? ¿Cuánto tiempo van a quedarse? ¿Quieren algo de cenar? Oh, lo olvidé. Son vampiros, detestan la comida humana. ¿Cómo se decía en el idioma Aterkano? ¿Recuerdan ese idioma?




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