El pueblo de Praregón, ubicado también en la provincia de Nueva Lenoa, resultó ser todo lo que Stephanie siempre había imaginado. Se trataba de un pequeño lugar muy parecido a Balefia, con calles empedradas, callejones angostos, farolas en los postes, molinos de viento, iglesias cada dos cuadras y un mercado muy pequeño en el que se subastaban solo los productos necesarios de consumo. No había cafeterías ni centros nocturnos, pues hasta cierto punto, Praregón era reconocido nacionalmente por su apariencia rústica, hogareña y católica.
—Espero que a Derek y a Edwin no se les ocurra gritar que soy una bruja, o de lo contrario la gente de aquí me empalmará en una estaca y me prenderán lumbre.
—Tranquila, Alexa, nadie te va a tocar si estamos nosotros presentes.
—Danisha —Steve miró a los alrededores—, ¿estás segura de que es por aquí?
—Eso es lo que dijo el cuervo. Además, estoy cien por ciento segura de que estamos en el lugar correcto. ¿Hueles eso? Ese aroma solo puede ser de un imbécil.
—¿Edwin?
—Exacto. Y donde está Edwin…
—… también está Derek —Stephanie terminó la frase por ella.
Luego de que los muchachos caminaran unos cuantos metros más, un escandaloso ruido y un jugoso aroma de carne asada los hizo mirar hacia una de las propiedades. Aquel lugar tenía un jardín muy grande, con el espacio suficiente para tener una piscina, una parrilla, una bocina y cuatro personas que parecían estar disfrutando de la mañana.
—Miren nada más —Steve pregonó por lo alto—, hallamos uno y la vida ha decidido regalarnos dos. ¡Derek, Edwin!
—¡Qué rayos! —Derek se levantó de su silla reclinable, mientras que Edwin dejaba la parrilla de lado.
—Hola, ¿cómo los ha tratado la vida?
Pero entonces, y sin saber lo que aquellos dos planeaban hacer, los vieron gritando y abalanzándose sobre Steve.
—Oh, no. ¡Eso no es una buena idea!
La piel de los vampiros solía ser muy dura y áspera, por lo que ya se imaginarán el tremendo golpe que ambos se llevaron al intentar enroscar el cuerpo de Steve entre sus brazos.
—No han cambiado nada —Stephanie comenzó a reírse.
Pero entonces, las dos mujeres que al parecer eran parejas sentimentales de Derek y Edwin, una rubia y una morena se acercaron al grupo, y no parecían estar tan contentas.
—¿Ustedes quiénes son? —una de las jóvenes se cruzó de brazos.
—Desgraciadamente —Dani la imitó—, somos amigos de ellos dos.
—¿Amigos?
—Sí —dijo Alexa—. Hemos sido amigos de Edwin y Derek desde el instituto.
—¿Del instituto? ¿De verdad? ¿Cuántos años tienen ellos? —señalaron a Steve, Danisha, Alejandro y a Stephanie, pues a pesar de que tenían veintisiete años oficiales, sus cuerpos seguían aparentando los diecinueve.
—Ah… Nosotros…
—No, no. Se equivocan —Alexa remontó una rápida mentira—, yo soy la única que los conozco. Ellos, en realidad son... mis ayudantes. Yo conocí en el instituto a Derek y Edwin, y tiempo después, como pueden verlo, nos separamos. Hoy en día, yo trabajo en una editorial, y quiero hacer una colaboración con el instituto de estos cuatro chicos…
—¿Cómo se llama el instituto?
—Ah… Es… Dan París, y he venido para preguntarles a Derek y Edwin si me van a ayudar o tengo que buscar a otras personas.
—No sabemos nada de editoriales, Alexa —contestó Edwin.
—Y no conocemos ningún instituto que se llame Dan París —añadió Derek.
Alexa se mordió la lengua de puro coraje.
—¿Podríamos tratar este asunto, en privado, por favor?
Pero cuando Steve y Danisha clavaron sus dedos en los brazos de ellos, Derek y Edwin no pudieron evitar dar un fuerte alarido de dolor.
—Suelta, suelta, me lastimas.
—Danisha, no seas salvaje, me estás clavando tus uñas.
Afortunadamente ya se hallaban lo bastante lejos de la casa como para que las dos mujeres no pudieran escucharlos.
—Ahora sí —Steve se alejó de ellos—. Necesitamos que nos escuchen con mucha atención.
—De editoriales no sabemos nada.
—No sé si son brutos de nacimiento, o por aceptación. Les dije eso de la editorial para que vinieran con nosotros.
—Aaah. ¿Entonces no hay ningún instituto llamado Dan París?
—No. Dan París fue por: Danisha, la Vampiresa de París.
—Entonces ¿para qué nos quieren?
—¿No vinieron a visitarnos?
—Hasta cierto punto no. Lo resumiré así: los cimientos de Mortum están cayendo, y si no hacemos algo pronto, miles de vampiros van a morir. Scott nos ha llamado a todo el equipo para que vayamos al palacio de los vampiros y averigüemos lo que sucede.
—Una pregunta.
—¿Qué cosa, Derek?
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Editado: 07.05.2024