Los tres días se cumplieron rápidamente, y mientras tanto, Kerry, Kharo y varios guardias experimentados en barcos liberaban una fuerte pelea contra el oleaje que amenazaba con volcar el barco en el que viajaban para reunir a los cinco reinos. Por otro lado, cada uno de los muchachos, y no tan muchachos, se dedicaron a buscar y encontrar toda aquella fuente que los motivara y alimentara sus fuertes espíritus.
Steve se asomó a uno de los valles. Ahí, acostada sobre los bordes incinerados y secos del pasto que en su momento fue verde, yacía Stephanie con la mirada en el cielo y sus dos manos sujetando su collar de parafinas.
—¿Steph?
—Hola —contestó en medio de un fuerte suspiro.
—¿Qué, estás haciendo, Stephanie? —el chico estaba boquiabierto.
—¿Por qué me miras así?
—Stephanie, ¿ya viste lo que hiciste?
Y cuando la cuarta Mandata se puso de pie, contemplando las enormes letras del suelo, sintió la peor de las vergüenzas existentes. Los bordes quemados de pasto en realidad daban una zigzagueante forma mal escrita de cinco enormes letras que formaban el nombre de Scott.
—Ay no. No, no, no. ¿De dónde salió eso?
—No sabía que hubiera duendes en el castillo —Steve contuvo su sonrisa.
—¿Duendes?
—Sí. “Ellos hicieron esto”.
—Ah, sí. Sí, sí, sí. Fueron ellos.
—Stephanie, no has dejado de pensar en Scott, ¿verdad?
—¿Pensarlo? Por supuesto que lo tengo que pensar, Steve. Es el Mandato, y es quien nos ha mandado a llamar. Tengo que pensar en él para poder solucionar el derrumbe de las Torres.
—Está bien, creo que debí haber hecho mejor mi pregunta. No has dejado de sentir algo por él, ¿verdad?
—¿Yo? ¿Por Scott? Le agradezco el que me salvara la vida… más de una vez, pero de ahí a que yo siga sintiendo… amor, es algo muy diferente.
—Stephanie, soy tu mejor amigo. No puedes mentirme.
—Yo, tengo a Alejandro y con eso me es suficiente.
—Yo no veo que ahí —señaló el nombre—, diga Alejandro.
—Tal vez…
—¡Oigan! —Edwin llegó corriendo, pero debido a que se encontraba en una superficie hundida y poco alejada, no pudo notar las enormes letras de las que aún seguía saliendo humo—. Alexa quiere que nos reunamos en la biblioteca del castillo. Al parecer tiene buenas noticias.
Cuando Stephanie y Steve llegaron al punto de encuentro, Alexa y Niar estaban de pie frente a una mesa larga con varios libros y anotaciones, Alejandro leía tranquilamente en un sillón y Danisha observaba hacia la ventana; quizá esperando el arribo del barco que traería de regreso a su amado.
—Ya estamos aquí. Alexa, ¿está todo bien?
—De maravilla. De hecho, Niar y yo queremos darles una noticia.
—¿Ya son novios? —y de inmediato todos se giraron para encarar a Edwin.
—¡NO! —Alexa se puso roja como un tomate, y cuando el dúrkel sonrió con satisfacción, ésta le asestó un fuerte golpe en la espalda—. Es de otra cosa que queremos hablarles. Niar, no me estás ayudando en nada.
—Está bien, está bien. Verán, hace unos días, Alexa me reveló que estaba utilizando una fuerte magia de protección; y dicha magia tiene como nombre… Eh… Alexa, ¿cómo dijiste que se llamaba?
—La llevamos probando tres días, ¿y no te has aprendido su nombre?
—Los dúrkeles tenemos memoria de corto plazo.
—Eso no es cierto —soltó Danisha.
—Bueno, retomando lo que acabo de decir. Esto es un hechizo de protección llamada La Grila Dominante, y es un escudo invisible que se forma alrededor; o de la persona que lo utiliza, o de la persona que el portador desee. Le dije a Niar que me daba miedo utilizarlo, pero después de estos días entrenando, creo que… por fin puedo manejarlo.
—¿Cómo lo probarías?
—Stephanie, ¿podrías lanzarle con tu poder ese perchero a Edwin?
—¡¿Por qué a mí?! —el muchacho se puso de pie.
—Confía en mí, no te sucederá nada.
—¿Estás segura?
—Solo hazlo, Stephanie.
Steph se preparó, y viendo cómo Edwin no dejaba de temblar, lanzó el perchero contra él. Una sensación de tranquilidad inundó al chico, y al abrir los ojos, sorpresa, la madera del perchero sí se había partido a la mitad, pero sorprendentemente Edwin estaba intacto.
—Lo logré —Alexa sonrió.
—Esto es increíble —Stephanie le frotó la espalda.
—Se supone que evita cualquier daño y cualquier ataque. Me gustaría pedirte que lo degollaras, pero me da terror que el escudo no funcione.
—Y es mejor así. No quiero terminar con el cuello cercenado como Niar.
—Alguien ha estado ocupada mejorando su magia —Steve abrazó a la wicca.
—Yo también estuve ocupado mejorando mi puntería —Edwin buscó volverse el centro de atención—. Niar, mírame otra vez y dime cuánto ha incrementado mi poder.
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Editado: 07.05.2024