—Amo este momento. Si tan solo tuviera una cámara fotográfica y no fuéramos vampiros, seguramente sacaría una fotografía.
—Pero a Alejandro lo colocaríamos en la esquina del retrato, por si en un futuro necesitamos recortarlo.
Las risas estallaron tras el comentario de Steve, y cuando creyeron que no podrían ser más felices, Scott se asomó a la puerta.
—Lamento interrumpirlos, pero los cinco reinos han llegado.
El horizonte brilló cuando una nube temporal que surcaba los cielos desapareció. La vela del barco se levantó gloriosa, y aunque presentaba varias rasgaduras y daños que posiblemente fueron remendados durante el viaje, éste consiguió llegar a su destino.
Al término del puente, por aquel mismo lugar en el que Stephanie y compañía caminaban para llegar a la tierra de la muerte, aparecieron varias sombras que fueron tomando color y forma entre más se acercaban. Cinco mujeres, ¡no! más bien, cinco dueñas de la belleza y del poder mejor labrado en sus reinos de procedencia caminaban en medio de Kharo y Kerry, quienes regresaban con la cabeza en alto a su nación.
Scott las observó, y aunque sus ojos parecían destellar de felicidad, orgullo y entusiasmo, sus labios estaban serios y regios. Quizá esperaba a que ellas fueran quienes tomaran la iniciativa de hablar, y vaya que así lo hicieron.
Todos ahí pudieron reconocerlas, pues los libros de Alexa y las pinturas que alguna vez ornamentaron el palacio, los proveyeron de información y un vasto conocimiento.
Samira, la reina de los mares y los océanos, de las sirenas y los animales marinos en su reino de las Altas Mareas. La dominante del agua y el mando supremo de la primera tierra caminó erguida, con el mentón en lo alto y una corona de conchas sobre su cabello oscuro. Llevaba las piernas adornadas con perlas y trozos de las tres combinaciones de oro; blanco, amarillo y rosa.
Anono, la Majestad en el Reino de los Cielos y de las águilas. La dominante de los vientos y los vendavales, y el mando supremo de la segunda tierra, caminaba elegante; vestida con una larga falda de listones, de cabello rojo, trenzado y piel bronceada.
Doguer, la Monarca de los Leones en el reino de los Ikarontes. La dominante del fuego y el mando supremo de la tercera tierra llegó imponente, portando una larga cabellera de un anaranjado natural encendido, de ropa elaborada a base de piel, y a su lado la seguía de cerca un sorprendente león de imponente tamaño.
Anara, la Soberana de los osos en el reino del Pico de la Mira Negra. La dominante de la tierra y el mando supremo de la cuarta tierra, caminó custodiada por un hermoso y exponencial oso. De vestido blanco y cabello largo y castaño se presentaba como una criatura sumamente bella.
Finalmente, y coronando a los cinco reinos con el don de la vida, llegó Yako, la emperatriz de los Farkas lobunos y el mando supremo de la quinta tierra. Rubia, de una altura impresionante y acompañada de un precioso y monumental lobo de ojos amarillos como el oro.
Las cinco personificaciones de los grandes reinos, mujeres de un porte impresionante, pulcras de atuendo y de miradas feroces hicieron una reverencia ante el Monarca de la muerte, y después procedieron a sonreírle.
—Ni sueñes que te llamaré Majestad —Samira levantó la mirada y le sonrió. Su sonrisa era una perfecta hilera de dientes puntiagudos y filosos.
—No serías tú si lo hicieras —Scott se mofó de ella—. Señoras, bienvenidas a su casa.
—¿Ya podemos abrazarlo? —Anara entornó la mirada hacia Yako.
—Ya, ya pueden —respondió ésta.
—¡SCOTT! —se lanzaron sobre él, como infantes felices de ver a quien ha permanecido mucho tiempo lejos de ellas. Y aunque solo fueron Anara, Doguer y Samira, Scott las recibió con el mayor de los gustos.
Eran mujeres, delgadas y voluptuosas, pero aquello no les impedía tener una estatura rebosante al metro ochenta. Sin duda alguna, eran cinco guerreras imparables en toda la extensión de la palabra.
—No saben el gusto tan grande que me da tenerlas aquí.
—Lo supusimos desde que Kerry arribó a nuestros reinos. ¿Hace cuánto no visitamos la sexta tierra? —Anono detalló rápidamente todo el lugar.
Scott se ajustó los botones de la camisa, miró al resto de los presentes que seguían ensimismados e incapaces de pronunciar palabra alguna, y fue entonces que decidió adelantarse a las presentaciones.
—Permítanme presentarles a quienes conforman la fortaleza de nuestra tierra. Señoras, ella es Danisha, la pareja de mi hermano Kerry. De este lado tenemos a Steve, la pareja de nuestra querida Kharo. Ellos dos son Edwin y Derek, y como podrán anticiparlo…
—Son gernardos —Anono los contempló maravillada—. Nunca había visto gernardos tan de cerca, y perdonad mi pésima presentación, pero he de señalar lo impresionada que me siento.
Derek y Edwin hicieron una reverencia y nada más, pues por primera vez, alguien les había arrebatado las palabras sin tener intención de hacerlo.
Scott continuó:
—Aquí tenemos a Alejandro y a Niar…
—¡Ay mira, Doguer! —Anara se llevó las manos al pecho—. Es un dúrkel. Yo siempre quise tener un dúrkel. Es muy lindo y huele como tú.
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Editado: 07.05.2024