Mortum Il: Las Torres De Berón (libro 2)

Cap. 6. Una carrera de vida y muerte (Parte 1)

La junta tomó lugar en la sala de reuniones principal del castillo, y mientras las cinco mujeres escuchaban atentas a los terribles presagios que describían las viejas escrituras encontradas en la sexta tierra, Kerry se ofreció a retirarle la capa a su hermano y colgarla en uno de los percheros.

—Debes estar bromeando —Yako se colocó al lado de Scott, inspeccionando más de cerca los pergaminos—. Los has pintado como una escena apocalíptica.

—Es porque así es. Los Tatalanes tienen sangre de lobo.

—¿Lobos? ¿Y pensarás culparme a mí de eso?

—Nunca dije que lo fueras —el vampiro y la loba intercambiaron unas serias miradas de amenaza. Gestos que causaron sonrisas coquetas por parte del resto de elementos, menos de Stephanie—. El que los Tatalanes tengan sangre de tus ancestros no quiere decir que toda la culpa recaiga directamente en los lobos. Pero eso les da un instinto interminable de atacar a cuanta criatura se mueva.

—Si esas cosas salen del océano, ¿nos tragarían también a los Ikarontes?

—A todos, Doguer.

—¿Pero por qué en Mortum? —Yako miró a sus compañeras—. Sabemos que en todos los reinos existe una fortaleza real. ¿Por qué solo aquí se está cayendo el castillo?

—Es algo que sigo tratando de averiguar. Ni siquiera las viejas escrituras nos han ayudado a saberlo. Hablé con mis Pulcros, y ellos han aceptado mi petición que tal vez detenga todo este problema.

—¿Y esa petición es…?

Yako se adelantó a la pregunta de Samira:

—Scott quiere que hagamos un encantamiento con nuestro elemento predominante y asemejemos un poco de la energía que emite la Gran Magia.

—¿La Gran Magia? Scott debe estar bromeando. No tenemos la misma energía, ni de lejos, de la Gran Magia.

—¿Es decir que en sus reinos también se conoce la Gran Magia? —hasta ese momento Alexa se había contenido para hacer preguntas, pero al final no pudo soportar el impulso.

—Por supuesto —Anono se reacomodó los collares de su cuello—. Así como en el mundo de los gernardos existe un ser supremo y omnipotente al que muchas religiones le rinden culto, nosotros tenemos esa misma divinidad consagrada en una energía conocida como La Gran magia.

—Impresionante. ¿Y si alguno de ustedes decidiera recitar la Gran Magia…?

—Moriríamos. La Gran Magia te da lo que le pides, pero a cambio te roba una enorme cantidad de energía. Ustedes ya tuvieron un Mandato que murió por ello, ¿no es así?

—Magnus.

—Pero… —Anono se puso de pie— tampoco hay que olvidarnos que también tuvieron un Mandato que llegó a tener control absoluto de la Gran Magia sin entregar ni un solo gramo de su energía. Y es el mismo que le heredó el poder absoluto a la cuarta Mandata.

—Sé lo que todas están pensando —Yako volvió a centrar la conversación en ella—, y es precisamente de lo que tenemos que hablar.

—Por qué tengo la impresión de que estás arrastrando todas las palabras de Scott hacia tu boca —Samira la encaró.

—Existe una parte de este viaje que todavía no ha quedado concluida. Pero eso es algo que yo personalmente tendré que hablar con ustedes cuatro.

—¿Por qué solo con nosotras?

—Porque así quiso el Mandato.

—¿Así lo quiso él? —Samira se plantó frente al escritorio—. Se me hace una increíble falta de respeto, el que Scott nos hiciera un desesperado llamado de emergencia a nuestros reinos y que ahora no pueda decirnos todo. Exijo saber qué está pasando.

—Lo sabrás —le aseguró el vampiro—. Pero como te lo ha dicho la emperatriz de los Farkas, será un asunto que ella misma va a tratar con ustedes cuatro.

—Lamento decepcionarte, rey de la muerte, pero no me moveré de aquí hasta que me lo digan.

—¿Estás segura?

—Puedes intentar lo que quieras, Scott, pero mi fuerza de decisión es inquebrantable. Soy la Reina de los Mares, y ni tú, ni nadie más hará que me quiebre…

—Señor, ya está listo lo que ordenó. Pueden salir al valle de las montañas cuando gusten —Bruce entró a la habitación, y aquello causó un estrepitoso terremoto en el húmedo corazón de la sirena.

Samira relajó su mirada, cerró la boca y descruzó sus brazos.

—Vuelvo a preguntarte, Samira —Scott le sonrió—, ¿estás segura de que no te moverás de aquí? Porque no creo que a Bruce se le dificulte cargarte hasta las montañas.

La reina le gruñó.

¿Recuerdan que hace mucho tiempo, Kerry le dijo a Danisha que Bruce se había enamorado? Pues bien, el Cazador de las Altas Mareas se enamoró de una sirena, y esa sirena en realidad era la Reina de los Mares. Samira.

—Otro comentario como ese, y Mortum se queda sin Mandato. ¿Me escuchaste?

—Tengo oído vampírico, no hace falta que lo repitas.

La sirena se dio la vuelta, levantó el mentón y salió como alma que lleva el diablo; sin mirar, sin respirar y sin pensar en el enorme hombre que, igual que ella, simuló no verla y no importarle su presencia.




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