Mortum Il: Las Torres De Berón (libro 2)

Cap. 6. Una carrera de vida y muerte (Parte 2)

El viento soplaba con una fuerza impetuosa, agitaba las copas de los árboles y el pasto de los montes. Bruce los llevó a un lugar que Stephanie y compañía pudieron reconocer muy bien, pues se trataba del larguísimo sendero que conducía directamente a la entrada del bunker de guerra que alguna vez le perteneció a Hécate Magnus, y que ahora estaba siendo foco principal de las novedosas expediciones del quinto Mandato.

Por el momento, el panorama consistía en la entrada directa a un frondoso bosque de espesos y gigantes árboles. Muy cerca de ahí corría un profundo río de corrientes fuertes. Y si lograban ver más allá del mar verde, se alcanzaba a divisar una monumental pared de roca sólida que llevaba a la cima de una montaña, y de la cual ondeaban orgullosas cuatro banderas rojas en forma de triángulo.

—Bruce, ¿para qué fue que nos trajiste aquí? ¿Bruce? —pero cuando Alexa trató de buscarlo, el Cazador de las Altas Mareas ya se había ido. Quizá no deseaba permanecer muy cerca de la sirena.

Finalmente y casi a los cinco minutos de haberse separado, los cinco reinos, y Scott junto a Kerry, llegaron para encontrarse con ellos.

—Vaya, qué bonito está todo esto —Doguer lanzó varias miradas a su alrededor—. En el reino de los Ikarontes en lugar de montañas, solo existen volcanes.

—¿De verdad? —Niar se acercó a ella.

—Somos la tierra del fuego, ¿qué esperabas, querido dúrkel?

—Disculpen señoras — Edwin y Derek se acercaron a ellas. La curiosidad brillaba en sus ojos—. ¿Nos tomarían a mal que les hiciéramos algunas preguntas?

—Adelante. Pregunten lo que deseen.

—Cómo es que, siendo usted una sirena… —Derek miró a Samira— no tiene el poder de estar dentro del agua. ¿No se le dificulta respirar aquí, en tierra firme?

La reina soltó una hermosa carcajada que resonó por todo el valle y las montañas. Seguramente a lo lejos Bruce reconocería su risa.

—¿Quién dice que no tengo el poder de estar en el agua? Utilizo mis piernas para caminar en la tierra, pero también puedo hundirme en lo más profundo del océano y no morir, puedo permanecer dentro del agua durante cien años y tampoco me haría daño, incluso puedo causar un tsunami con una sola respiración.

—¿De verdad?

—¿Quieren que lo intente?

—Ni se te ocurra, Samira —Scott le gruñó—. No vas a destruir mi palacio solo para demostrar tu dominio en los océanos.

—Su Mandato es un aburrido aguafiestas. Observen esto.

Acto seguido, la reina de los mares caminó hasta el borde del río, y sin pensarlo dos veces se lanzó al interior del agua. Nadó a las profundidades y después regresó a la superficie, pero ahora con una enorme y hermosa aleta celeste de sirena en el lugar que antes ocuparon sus piernas. La sirena golpeó un par de veces la superficie, y cuando lo hizo, seis enormes olas de cresta blanca se formaron en el borde hasta reventar y salpicar a Derek y a Edwin.

—¡Asombroso!

—Eso es asombroso, pero, ¿quieren ver algo igual de asombroso? —Doguer se acercó a ellos mientras Samira regresaba a la horilla y su aleta natural desaparecía—. ¿Alguna vez vieron a las águilas del Reino de los Cielos?

—No.

—Entonces dejen que Anono se los muestre. Majestad, haga su magia.

La reina del viento extendió sus brazos dejando que la naturaleza de las ventiscas le abrazara el cuerpo y le hiciera volar su hermoso cabello rojo. Se apartó de todos ellos, y con sus manos dio forma a un elegante y curioso capullo de mariposa que colocó sobre sus labios y después silbó a través de él. Aquello fue una eufonía preciosa y dulce, pero a la misma vez estaba cargada con un tinte de guerra que dejó al valle en completo silencio.

El viento se detuvo, las nubes oscurecieron el lugar, y cuando todos pensaron que nada sucedería, detrás de las montañas, un águila; una bestia de más de doce metros de altura apareció cruzando su vuelo entre la ambiciosa nubosidad blanca y surcó los cielos como una imponente criatura gigante y majestuosa. Sus alas brillaron, su pico destelló y su poderoso grito arrebató varios gestos de admiración y respeto.

—¡Eso es enorme!

—¿Pensaron que solo Anara, Yako y Doguer habían venido con su símbolo animal?

—¿Y qué hay de Samira? ¿También ha traído el suyo?

—Hermosa wicca, yo creo que si mi mitológico dragón marino hubiera venido con nosotros, en este momento Kerry y Kharo ya me estarían friendo a fuego lento.

—¡Esa cosa casi nos mata! —Kerry tomó el brazo de su hermano.

—¿Eso quiere decir que se encontraron con Urubo?

—Scott, él fue quien arañó la vela del barco.

—¿Quién es Urubo? —preguntó Niar con ilusión.

—En su mundo ¿alguna vez escucharon hablar del Kraken?

—Los navegantes nórdicos decían que era un calamar gigante que atacaba y hundía a los barcos.

—En este caso, Urubo es un monstruo marino del tamaño del Kraken, que se parece mucho a los dragones, solo que este no tiene alas ni plumas, sino aletas y escamas. Y por lo que pueden ver, es el guardián principal de las Altas Mareas.




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