Mortum Il: Las Torres De Berón (libro 2)

Cap. 7. La dramaturgia de los deseos carnales (Parte 1)

La puerta se cerró. Ella venía dando saltos de felicidad, tenía el cabello adornado con pequeñas flores blancas que las vampiras del pueblo le habían colocado durante el jolgorio; y es que había muy buenos motivos para celebrar. ¡Ya no había peligro!

—¡Stephanie! —su voz sonó firme, dura y muy resentida.

—¡Alejandro! —ella corrió hasta él, lo tomó de las manos y se regocijó de felicidad—. ¿Viste todo lo que pasó allá afuera? ¿Viste a los caballos y a los vampiros aplaudiendo y gritando mi nombre? ¿Viste a los árboles volver a danzar? Los árboles, Alejandro, los hermosos árboles. ¡Todo fue maravilloso! ¡Me siento muy feliz! Mortum regresó a la vida, algo que hasta cierto punto suena un tanto irónico ya que es la tierra de la muerte, pero qué más da. ¡Estoy feliz! Me siento fuerte, indestructible, y creo que esta misma energía la podría consumar creando otro palacio. ¿Crees que Zacarías se habría sentido así cuando construyó Mortum? —pero entonces, su sonrisa se fue consumiendo—. ¿Qué tienes? ¿Por qué no estás feliz como yo?

—Está hecho. El palacio ya no está en problemas. ¿Podemos regresar ya a casa?

—¿A casa?

—Sí, a casa. Cumpliste con lo que Scott quería, evitaste que las torres cayeran y ahora ya no hay nada que te ancle de nuevo a Mortum. ¿Podemos irnos ya?

—Yo… tenía intenciones de quedarme un tiempo más.

—¿Un tiempo más? ¿Cuánto tiempo, Stephanie?

—No lo sé; unos meses… o unos años.

—¡¿Años?! ¿Te volviste loca? No me quiero quedar en Mortum.

—Pero qué tal si cuando yo me vaya todo se pone peor. Has visto lo que pasó y cómo la tierra volvió a ser la misma de antes.

—Stephanie. Ya no hay nada que puedas hacer con este palacio.

—¿Qué tal si en mi ausencia los Árboles Danzantes se vuelven a dormir?

—Se supone que son árboles y que no deberían danzar.

—Te equivocas, Alejandro. Esos árboles son especiales. Zacarías Carpathia les dio el poder de levantarse y alegrar al pueblo.

—Stephanie, ¿te estás escuchando? Todo lo que dices es una completa barbaridad.

—El que no se está escuchando eres tú. Estás hablando como si todo esto formase parte de un absurdo cuento de fantasía. Los vampiros son reales, y el peligro que se cierne sobre ellos también.

—Nosotros no pertenecemos aquí, Stephanie.

—Yo sí pertenezco aquí. Soy su reina.

—¡No, no eres su reina! ¡El rey de esta tierra es Scott!

—¿De nuevo es por él que te estás comportando así?

—¡Por supuesto que no! Me ofendes cada vez que relacionas mis acciones con ese maldito vampiro.

—¡Basta, Alejandro! Yo me quiero quedar. Podemos iniciar una nueva vida nosotros dos aquí, y no precisamente quedarnos en el castillo. Podemos construir una casita en donde quieras.

—La quiero muy lejos de Nueva Lenoa.

—¿Por qué no puedes entenderlo?

—¿Y tú por qué no puedes entender que yo me quiero ir?

—Alejandro, siempre nos la pasamos discutiendo, y siempre termino accediendo a lo que tú deseas por verte feliz.

—¿Y ahora te pesan esas decisiones?

—¡No! Lo acepto porque te veo feliz y eso me hace sentir feliz a mí también. ¿Por qué no puedes ser feliz por mí esta vez?

—Si me amarías no me estarías obligando a quedarme en un lugar que yo no quiero.

—Si me amaras no me estarías haciendo elegir entre tú y mi pueblo.

—Entonces no te amo lo suficiente.

El corazón de Stephanie se rompió.

—¿Sabes qué, Alejandro? —el mundo pretendía detenerse esa misma noche—. Está bien, no seguiré alimentando esta fantasía que nunca nos conducirá a nada bueno. Eres libre, libre para hacer lo que te venga en gana. Si te quieres quedar, bien. Eres bienvenido. Pero si te quieres marchar, sabes perfectamente en dónde queda la salida.

»Eres libre de regresar al mundo humano, de regresar a nuestra casa y de hacer con ella lo que desees. Olvídate de esperarme, porque yo ya tomé una decisión y no pienso volver. Yo amo esta tierra, y si en algún momento pensé que no pertenecía a ella, hoy puedo comprobar que solo me faltaba conocerla para enamorarme y sentirme su reina.

—La reina de él.

—Posiblemente también.

Stephanie salió. Toda su felicidad se desplomó veinte pisos, y aunque le hubiese gustado recuperarla, pues una parte de ella sentía tristeza por el enorme amigo que había perdido, la otra parte se negaba a regresar a la tortura de lo que habían significado los últimos ocho años.

Pensó en Alejandro no como una pareja sentimental, sino como un buen compañero con el que vivió fantásticas aventuras, al menos el tiempo que éstas duraron, pues desde que él y ella abandonaron Balefia, Alejandro había cambiado. Las peleas y los desacuerdos crecieron a un grado de ser insoportables, pues el único momento en el que no estaban discutiendo, era cuando compartían la cama. 




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