Mortum Il: Las Torres De Berón (libro 2)

Cap. 8. Kreznna, la isla de las injusticias (Parte 3)

—Scott —Kerry lo sujetó—. No tiene caso que te pelees. Solo harás más grande el problema.

—Vamos Alejandro, tú también tienes que calmarte —Steve lo arrastró al interior del salón.

—Esto es increíble —gritó Danisha. Estaba furiosa—. Mortum cayéndose a pedazos y ustedes dos peleando como dos infantes. Qué vergüenza para los vampiros.

—El Mandato no es como su séquito lo ha representado.

—Cierra la boca, Alejandro, no quieras meterte en más problemas —lo reprendió Niar.

—Steph… —Alexa percibió un ligero cambio en el ambiente. Es verdad que el collar de parafinas ahuyentaba el terrible olor de los vampiros, pero cualquier alteración de aromas llegaba de inmediato a la experimentada nariz de la wicca. Algo en Stephanie estaba cambiando.

Todo sucedió tan rápido que apenas ella pudo darse cuenta. Stephanie caminaba presurosa detrás de sus amigos que intentaban calmar a su furioso ex novio; cuando accidentalmente tropezó en el resplandeciente suelo de mármol, cayendo sobre sus brazos y rasgándose la piel con los pequeños bordes puntiagudos de las baldosas.

Todo su cuerpo se contrajo, rebotando y deslizándose hasta detenerse. Fue entonces que sintió un abundante líquido caliente escurrir hasta sus muñecas. La muchacha levantó su mirada, y con lo primero que se encontró, fue con las miradas perversas y hambrientas de ocho vampiros atraídos por el fuerte olor de su sangre.

—¡No! —alguien rugió, y entre todo el caos no se supo quién fue.

Niar chocó contra Kerry y el sonido que provocó fue atronador. Un gruñido animal escapó de la garganta de Steve y fue detenido por los habilidosos brazos de Kharo antes de que pudiera lanzarse contra ella. Danisha intentó empujar a Alejandro, preocupada y pálida porque este pudiera lastimar a Stephanie. Bruce también trató de intervenir, pero en su rostro estaba clara una expresión de futuro descontrol. Edwin y Derek se abrazaron entre ellos y corrieron a ocultarse debajo de una de las mesas.

Eran vampiros, y sus instintos primitivos estaban despertando más que nunca. Scott cubrió a Stephanie con su cuerpo y recibió varios arañazos y golpes que lo hicieron gritar y apretarse los dientes.

Todos estaban vueltos locos, y no era para menos, pues la sangre humana de Stephanie brincaba por borbotones, ensuciando y llenando de pequeñas gotas rojas todo el suelo. El rostro de Scott estaba blanco y ampliamente conmocionado. Profirió un enorme gruñido de amenaza y solo consiguió levantarse cuando Alexa alzó sus manos y creó una imponente barrera de fuego entre ellos y sus atacantes.

—¡Vete! ¡Llévatela lejos de aquí!

Scott la cogió entre sus brazos, la cargó como quien carga a un bebé por primera vez y saltó al vacío, aterrizando perfectamente en el suelo de mármol y huyendo hacia el bosque.

Stephanie abrió los ojos, vio al bullicio quedarse atrás y vio a la hoguera de Árboles Danzantes perdiéndose entre una neblina salobre.

—Stephanie, pronto te pondrás bien —Scott no había dejado de gritarle—. Te llevaré con alguien que te curará todas esas heridas.

—Siento que la cabeza me estalla.

—Lo sé, amor mío, pero pronto te pondrás bien.

El vampiro tenía los ojos rojos, incandescentes como el fuego mismo, y posiblemente el ardor de su garganta también estaría creciendo. Su ropa estaba cubierta de la sangre de Stephanie, y aunque él deseara con todas sus fuerzas no prestarle atención a eso, no podía evitarlo. Esa era su naturaleza.

—¿A dónde me llevas? —le preguntó ella en medio de un hilo de voz.

—Con la bruja del palacio. Ella podrá ayudarnos.

—Tengo miedo.

Pero Scott no respondió. Estaba muy ocupado corriendo y aguantándose las ganas de darle una mordida para que la chica terminara desangrándose ahí mismo.

Por fin logró internarse en uno de los resquicios de las montañas, profanando las grietas del reino al que a muchos vampiros y guardias les horrorizaba visitar.

—¡Poliska! —se detuvo frente a una enorme puerta de madera y metal, con serpientes vivas y alacranes caminando en las hendiduras del material—. ¡Poliska, suplico que me abras! ¡Soy el Mandato del castillo!

—¡Tirad mi puerta y observarás cómo despellejo tu piel muerta!

—Poliska —Scott no le pidió ningún permiso para entrar, pues apenas la bruja le abrió, el vampiro entró depositando el cuerpo helado de Stephanie en una de las mesas.

—¿Qué es lo que te ocurre? ¿Qué has puesto ahí?

El vampiro comenzó a dar de vueltas por toda la horrible y mohosa habitación. Se encontraba en un vestíbulo grande, lóbrego y lleno de columnas y cajas con hierbas, pócimas y pedazos cercenados de distintos animales.

—Poliska, tienes que ayudarme. No sé qué le pasa, está sangrando. Los vampiros del castillo intentaron atacarla y de verdad no sé qué hacer. No te quedes de pie como un mendrugo, ¡has algo!

—Es la cuarta Mandata —la mujer enarcó una ceja.

—Poliska, ¡no es humana y está sangrando como una! Mira cómo tengo la camisa llena de su sangre.




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