Mortum Il: Las Torres De Berón (libro 2)

Cap. 12. El ascenso de la elegida (Parte 1)

LA HISTORIA DE SCOTT

Año de 1906. Antes del arresto de Dimitrio

Resultaba ciertamente extraño que a pesar de ser mellizos, Scott y Kerry fueran físicamente diferentes el uno del otro, y según Poliska, esta peculiar diferencia se debía al exceso de fuerza que habitaba en cada uno de ellos, siendo así Scott el más fuerte y el mayor de los dos hermanos.

Hécate Magnus gobernaba toda la sexta tierra, y por ningún motivo podía enterarse de la existencia de aquellos dos pequeños niños que habían alcanzado los siete años y medio. No porque fuera un tirano y ordenara su pronta ejecución, sino porque aquello causaría en el vampiro la tortura de decidir. Aceptar que los pequeños se quedaran, pero arriesgarse a que los demás vampiros hicieran lo mismo, o desterrarlos del palacio junto con su madre de transformación.

—¿Para qué se supone que sirve eso? —Scott se hallaba encaramado sobre un largo taburete de madera mientras señalaba con su dedo el cuenco repleto de hierbas y algunas fragancias.

—¿Qué haces ahí? Baja o podrías causar un desastre.

—Quiero saber lo que estás haciendo.

—¿Dónde está Kerry? —pero el segundo niño se hallaba hurgando entre las cajas de madera en las que Poliska solía guardar sus menjurjes de sanación—. Ustedes dos, bestias inmundas van a causarme una muerte temprana.

—Poliska, ¿cuándo podremos estar con nuestra madre? —Scott dejó de lado los cucharones que había agarrado y se sentó en el taburete esperando una respuesta.

—Todavía es muy peligroso que ustedes vayan al castillo. Recuerden que si alguno de los guardias los llegase a ver, los asesinarán sin pensárselo dos veces.

—Queremos ver a mamá.

—No pueden quejarse de eso. Anetta viene cuatro veces a la semana para pasar tiempo con ustedes. El que viniera más seguido a este lugar levantaría la sospecha del Mandato… —pero entonces, su discurso se vio cortado por el fuerte sonido de unas campanas.

Poliska había colocado un grupo generoso de campanas mágicas en la entrada de sus grietas, las cuales sonarían al percibir el furioso galope de Zermman, el caballo personal de Hécate Magnus. Y ahora ese sonido solo indicaba que el rey de la sexta tierra se acercaba a las grietas de Mortum para tener una audiencia con la bruja del palacio.

—Rápido, tomen esto y escóndanse —Poliska los cubrió con varias capas de parafina, un poco de crisantemo y unas ramitas de azaleas. Después los tomó de los brazos y los introdujo en un compartimiento secreto del suelo. Cerró la pequeña puerta de madera y la cubrió con una manta de terciopelo.

Cuando Poliska regresó al cuenco de hierbas que estaba preparando, la puerta de su casa se abrió y una figura oscura e imponente se abrió paso por el lóbrego vestíbulo de su hogar.

—Buenas noches, Majestad, ¿en qué le puedo servir?

—Me tomé el atrevimiento de venir sin avisarte porque necesito hablar de una cosa urgente.

—En otro tiempo una visita sin invitación sería mal vista.

—Mi atrevimiento tiene una razón de ser —Magnus se quitó los guantes, caminó hasta la pequeña mesa de madera y se sentó en una de las sillas. Por debajo del suelo, Scott y Kerry podían escuchar sus pasos.

—Apetecería que Su Majestad fuese más específico y directo.

—Poliska… Como mi leal curandera y matrona, has de saber que siento un significativo cariño hacia ti…

La bruja se dio la vuelta hacia él y enarcó una ceja.

—Pero no me gusta que Anetta muestre mucho interés por este lugar y especialmente por tu compañía. Mis guardias me han comentado que Anetta ha venido muchos días seguidos a este lugar, y quiero que me digas el motivo.

—¿Piensa mi señor que pasaré por alto su insulto?

—No lo tomes como un insulto, Poliska. Tómalo como una muestra de seguridad.

—Y entonces ¿por qué no se lo preguntáis a tu perro fiel el Cazador de las Altas Mareas? Envíalo a sacarme información y te juro que te lo devolveré con la cabeza cercenada en una caja.

—No te alteres, Poliska —Magnus subió sus pies sobre una segunda silla—. Solo te estoy haciendo una pregunta.

—Tranquilo, Alteza, nunca orquestaría nada en tu contra, mucho menos dañar a tu consorte.

—Anetta… —el vampiro se irguió— no es mi consorte.

—Lástima. Al palacio le hubiera gustado tener una soberana que descendiera del matrimonio y no de la elección.

Magnus suspiró, se estaba metiendo en terreno peligroso y lo sabía.

La bruja continuó:

—Mantendré mi presencia lejana y cerraré mis puertas a su visita, si tanto mi señor teme por la seguridad de la futura reina.

—Gracias.

—Yo haré mi parte, pero también mi rey tiene que poner de la suya. No esperará que pueda mantener lejos a la futura en contra de su voluntad. Anetta tiene libertad de sobra, y eso es algo que usted le ha permitido.

—Nunca me obedece.




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