Mortum Il: Las Torres De Berón (libro 2)

Cap. 13. Un enemigo en el castillo (Parte 2)

—¿Qué demonios está sucediendo? —Scott no lo podía creer. Eran docenas de barcos que llegaban y salían de Mortum. Los vampiros huían desesperados llevándose consigo a varios de sus caballos mientras que en tierra, los guardias reales partían sus espadas en una desquiciada guerra. Y ahí, ante sus ojos, la tercera torre crujió, se desgajó y finalmente cayó levantando una espantosa avalancha de escombros y polvo.

—¡Nos vamos a impactar! —Dimitrio envolvió entre sus brazos al Mandato y segundos después el barco chocó contra la bahía.

El impacto fue brutal, pero afortunadamente todos pudieron ponerse de pie y salir sin un solo rasguño, algo que para Derek, Edwin y Alexa resultó ser verdaderamente bueno.

—¿Qué está pasando?

—Algo está atacando el castillo.

—¡No! —Edwin lo corrigió— Algo está atacando a todo Mortum.

—Debemos darnos prisa para llegar al…

—¡AAAAAAAAAH! —un grito horrible, trágico, desgarrador. De los peores gritos que se podrían haber escuchado desgarró su garganta y también sus pulmones.

La sangre brotó a borbotones de su piel. Un arpón yacía clavado entre su carne, entrando por su espalda y saliendo por su pecho mientras manchaba de un rojo escarlata las suaves telas de su capa y su blusa. Había destrozado su collar de parafinas. Y aunque Scott y compañía se lanzaron para sujetar la cuerda del arma mortal para que esta no le siguiera haciendo daño, sería cuestión de tiempo para que Alexa comenzara a perder su fuerza.

Las tres brujas de Dimitrio cayeron de rodillas, de sus labios escurrió sangre, y aunque intentaron detenerla, algo, un poder aún más grande y maligno las estaba dañando.

—¡Alexa, nena! —Niar le sujetó el rostro mientras temblaba.

—No puede ser, esto no puede ser —Alejandro retrocedió horrorizado al ver el símbolo de plata que se hallaba grabado en el cuerpo del arpón—. Miren, miren, ¡está aquí! ¡está aquí!

—¡¿De qué diablos estás hablando?! —le espetó Steve.

—Guillermo Salamón —Dimitrio sí reconoció el símbolo.

La cuerda comenzó a tensarse, y aunque Scott, Danisha, Dimitrio, Derek, Edwin y Steve hacían su mayor esfuerzo para retenerla, la fuerza al otro lado era impresionante.

—¡No la suelten!

Alexa volvió a proferir un alarido de dolor.

—¡La está lastimando! —Niar contempló con el poder de la Cornelia cómo su fuerza estaba descendiendo.

Un trueno estalló sobre sus cabezas y casi enseguida un caballo y su jinete aparecieron. Bruce desenfundó su espada y de un solo tajo cortó la cuerda liberando a la wicca y al resto.

—¡Alexa! ¡Alexa, reacciona! ¡Scott, la estamos perdiendo! —las manos de Danisha le temblaban—. ¡No te vayas, Alexa! ¡No nos hagas esto! ¡POR FAVOR, DESPIERTA! ¡ABRE LOS OJOS!

—Alexa… —una voz lejana pareció resonar en sus oídos. Un cuerpo más grande y cálido apartó a la vampira y después se inclinó sobre ella— Alexa, ¿puedes oírme? Te curaré… Te traeré de vuelta… Ayúdame a pelear.

—Yako… —la wicca susurró y finalmente se desmayó.

A lo lejos se escuchaban carcajadas de niños, música de flauta y de un tambor. El fuego que se levantaba victorioso con ayuda del viento y los cuervos que volaban libres, cruzando el cielo y llevando en su piquito alguna piedrita para su colección. Pero de pronto, todo cambió. La felicidad se apagó y unos gritos se hicieron más fuertes.

—Alexa… Alexa… —alguien la llamaba, y después esos mismos gritos se hicieron desesperados—: ¡Alexa! ¡Alexa!

—¿Nana? —la wicca se hallaba en medio de un campo, una especie de pradera rodeada por grandes montes y frondosos árboles que parecían llenos de color. Pero cuando decidió mirar detrás suyo, la escena le provocó deseos de vomitar—. ¡NANA! ¡¿Qué le están haciendo?! ¡Suéltenla! ¡No la lastimen! ¡Nana!

—¡Bruja, bruja, bruja! —coreaban los campesinos.

—¡No! ¡No la lastimen! —la muchacha intentó correr hasta ella, pero entre más avanzaba, más lejos se sentía.

—¡Bruja, bruja, bruja!

—¡Nana!

—¡Quemen a la bruja!

—¡Que muera por sus pecados!

—¡Es un peligro para nuestros hijos!

—¡Abuela! ¡Dejen a mi abuela!

—¡Monstruo me has llamado tú! —la bruja que yacía amarrada a un poste de madera, lista para ser quemada por un alto crimen de brujería, habló y su tono era tan amedrentador que el clérigo estuvo a punto de orinarse en su túnica blanca—. Tú que difamas mi sangre y maldices mi conocimiento, que reinarías sobre todos los hombres sin importar las deshonras que causarías en ellos. Tú que has violado y ultrajado a mujeres de tu propia iglesia. ¡Tú, bíblico negro que colocas palabras en Dios que tú mismo has creado solo para pastorear a tu rebaño y manejarlos a tu antojo! ¡Morid, morid como desearías verme a mí! ¡Morid! ¡¡¡MORID!!!

Nana lanzó un potente grito y de inmediato los campos y los árboles se envolvieron en lumbre, quemando y arrasando con cualquier vida humana que estuviera a su alrededor.




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