Mortum Il: Las Torres De Berón (libro 2)

Cap. 14. El asedio de los más leales corazones (Parte 1)

El silencio era terrible, afuera no había nada más que el sonido del viento silbando por las montañas. Los combates se habían detenido y un gran número de guardias reales se reagrupaban entre los oscuros, interminables y laberínticos pasillos que conformaban al famoso bunker de la Guerra de los Condenados.

Bruce y Niar habían acostado el delicado cuerpo de Alexa en una mesa de piedra. La herida había cerrado por completo, pero ella seguía sin despertar.

—¿Cómo se siente, majestad? —Bruce ayudó a Yako para que se recargara en la pared.

—Terrible. Utilicé toda mi energía, pero si sobrevive habrá valido completamente la pena.

—No entiendo qué ha pasado —Alejandro se puso a media habitación—. Hace muchos años leí sobre Guillermo Salamón, pero hasta donde yo sabía, estaba muerto… ¿Cómo carajos…? ¿Quién consiguió sus armas?

—Nadie las consiguió —Dimitrio estaba de pie, muy cerca de sus brujas—. Ese ataque que acabas de ver, era de Guillermo Salamón. Nadie podría lograr un tiro tan perfecto como él.

—¡Se supone que está muerto!

—Pues ya vez que no.

—Magnus le cortó la cabeza —Bruce recordó.

—Sí, pero ¿recuerdas que hizo después con la cabeza?

El Cazador de las Altas Mareas inclinó su mirada.

—Se la entregó a Poliska.

—Todo ese ejército, ya lo había visto antes —Dimitrio se cruzó de brazos—. Recuerdo verlos cuando Magnus gobernaba la sexta tierra.

—Y también fue el mismo ejército que nos atacó cuando la desgraciada de Selem se levantó en contra del castillo.

Dimitrio se mordió la lengua para no responderle.

—Lo que sea, debemos detenerlos pronto. No pasará mucho tiempo para que Poliska dé la orden de atacar al resto de los reinos.

—¡Me han revolcado, humillado y casi destrozado! ¡Yo tengo una deuda pendiente con esa vampira! ¡Soltadme que necesito regresar y hacerle saber que con la Reina de los Mares nadie se mete! —la voz de Samira resonó por todo el bunker, y aunque parecía estar molesta, a Bruce se le formó un gesto de alivio. Al menos estaba viva.

Samira, Anono, Anara y Doguer se reunieron con la reina Farka, mientras los Pulcros mantenían su silencio al caminar detrás de ellas. Golpeados, agotados y con sus túnicas destrozadas, caminaban en grupo y con los ojos bien abiertos como si aún trataran de protegerse.

—¡Cielos! ¿Esa es la wicca? —exclamó Anara, corriendo hasta ella para acariciarle la frente—. ¿Qué le ha sucedido? ¿Quién le hizo esto?

—Guillermo Salamón la atacó y casi la mata —respondió Alejandro.

—¿Guillermo...? ¿Está vivo? —los ojos de Anono se abrieron en sorpresa.

—Creo que fue magia negra la que se utilizó para revivirlo.

—Dimitrio —Samira lo observó.

—¿No me esperabas ver, sirena?

—Siéndote sincera, si realmente estabas vivo, no esperaba que regresaras a Mortum.

—¿Por qué no? Yo no cometí el crimen de asesinato. Fui juzgado injustamente —miró a los cinco Pulcros—, encerrado y condenado a vivir el resto de mi existencia bajo un hechizo de aprensión implantado por esa misma criatura que hoy intenta destruirlos. Esa mujer que acaban de ver, destruyendo sus tierras, no es la cuarta Mandata. Es Poliska, la bruja del castillo que ha dejado ver su verdadera naturaleza.

—¿En dónde está el Mandato? —Alabaster trató de componerse los andrajos de su ropa. Ya ni siquiera su voz sonaba demandante.

—Esto es malo —lo siguió Zairé—. Ya solo nos queda una torre de pie. Si esa torre llegase a caer… ¡Los Tatalanes nos matarán a todos!

—Mortum será destruido —Bram perdía los estribos—. Pereceremos, estaremos condenados a vivir en el mundo gernardo huyendo como animales salvajes. ¡Qué horror, qué horror!

Dimitrio se burló de ellos:

—¿Vivir en el mundo gernardo? ¡Sí saben que cuando esas cosas aparezcan, destruirán nuestro mundo y después destruirán el mundo de ellos!

—Tu pesimismo no nos ayuda en nada, Dimitrio —Scott bajaba las escaleras. Estaba acompañado por Danisha, Steve, su hermano y Kharo.

Nadie esperaba lo que estaba a punto de suceder, pues apenas Scott puso un pie fuera de las gradas, la habitación cambió de color. Un llamativo color celeste flotó como humo alrededor de todos. Las paredes brillaron, las rocas temblaron y en un abrir y cerrar de ojos, todos estaban envueltos por una hermosa neblina que parecía tener el brillo de las estrellas.

—¿Qué está pasando?

—¡Es esto! —gritó Niar—. El manantial de mi visión.

—¿El manantial?

—La Luz y La Oscuridad juntos en un mismo escenario —Alexa había despertado, y cuando la vieron, Danisha, Steve, Derek, Edwin y Niar corrieron para abrazarla.

—¡Estás bien! —Danisha fue la primera en llegar.

—Pero ¿qué es este manantial? —los Pulcros parecían estar igual de sorprendidos.




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