Sus ojos se cerraron, no porque tuviera miedo, sino porque estaba teniendo una visión. Solo bastó una sola caricia de la poderosa y malvada magia de Poliska para que Niar viera cosas aterradoras, cosas que por poco lo hacen gritar y maldecir. Los suelos se estaban partiendo. El cielo retumbaba con una furia aterradora. Los relámpagos caían. Las nubes negras se peleaban por ganar terreno. Había humo, mucho humo negro y un barco que golpeaba contra el oleaje. Siete constelaciones de estrellas. Y nuevamente, el símbolo que ya había visto antes, aquel que representaba a los Mares del Oeste, volvió a presentarse en su videncia.
Todos los cuerpos cayeron, aplastados sobre el piso como si una mano gigante e invisible los estuviera sometiendo con tanta fuerza que muchos no pudieron reprimir un grito de dolor. Derek y Edwin fueron los primeros en salir lacerados, pues cuando sus rostros impactaron la tierra fría del suelo, de sus labios escurrió un largo y constante hilo de sangre. Los Árboles Danzantes cayeron, sus copas se tendieron en el suelo y sus ramas quedaron inmóviles, incapaces de seguir peleando.
Poliska estaba ante ellos, con el vestido destrozado y una sonrisa de triunfo mientras recogía la espada del suelo y se acercaba hacia donde Dimitrio estaba tendido.
Minerva se removió desesperada, igual que Emma y Oska que deseaban liberarse para proteger a su rey.
—Pensé que nunca ibas a volver —Poliska le sonrió.
—Contenta te has de sentir luego de destruir mi vida.
—No te miento, reconocí que si te dejaba libre te convertirías en un dolor de cabeza. Mi primera intención fue matarte, pero saber que Anetta iría en tu búsqueda y que destruiría reinos enteros para saber qué había sucedido contigo, me hizo cuestionarme las cosas.
—Nadie iría por mí si se corría el rumor de que era un asesino.
—Impresionante, ¿no lo crees?
El vampiro le rugió y en todo momento le sostuvo la mirada, incluso cuando Poliska levantó la espada dispuesta a rebanarle la cabeza.
Un brillo colosal salió de la punta de la espada y de inmediato ésta ardió como el más febril fuego, quemándole parte de la mano al Demonio y obligándola a soltarla. Incluso muerto, la magia de Hécate no permitiría que le hiciera daño.
Poliska estaba furiosa, miró la espada y después ordenó a sus guardias que destruyeran el bunker de guerra, que explotaran las montañas y las hicieran caer hasta que todo en su interior se quedara hecho trizas. Pero sin duda alguna su golpe de gracia vino cuando entornó su mirada y la fijó en la última torre que quedaba de pie.
—¡¡¡No lo hagas!!! —Scott vio con horror cómo la última de las fortalezas se venía abajo y sus restos se hundían en el interior del océano.
El mar burbujeó, su espuma se tornó negra, las olas alcanzaron una altura impresionante y cada vez que impactaban con la costa, sus aguas arrancaban árboles y destruían colinas.
Poliska levantó su mano liberándolos. Estaba tan segura de su poder que se deleitaría viendo cómo todos huían por sus vidas cuando el primero de los Tatalanes emergió del océano. La bestia se sacudió el agua y abrió su enorme hocico para aterrorizar a los espectadores.
—¡Saquen a todos de aquí! —gritó la reina Farka, comandando al resto de reinos para que pusieran a salvo a sus combatientes que seguían de pie.
—¡Pronto, hay que salir de la sexta tierra, ahora!
Los barcos se abarrotaron de seres desesperados por escapar. Los Tatalanes iban saliendo uno por uno y después fueron incrementando su número. Poliska se dio la vuelta, entró al castillo como si nada hubiese pasado y abandonó todo el caos que sus actos habían generado.
—Déjala, tenemos que salir de aquí —Minerva, Emma y Oska sujetaron a su rey y consiguieron arrastrarlo hasta la bahía en donde el último de los barcos los estaba esperando.
—¡La cascada! —el grito vino de Alejandro, quien, anclado al suelo solo podía observar cómo el agua de la catarata se detenía y dejaba ver los árboles y montañas de Vermont en el mundo gernardo.
Samira corrió hasta ella. Lastimada y muy agotada, la sirena todavía consiguió levantar sus manos y utilizar el resto de fuerza que le quedaba para tratar de regresar el flujo del agua. Oska se desprendió del cuerpo de Dimitrio y como si aquella también fuese su tierra, convocó todo su poder para ayudar a la Reina de los Mares.
—Scott dijo que la Gran Magia se compone de los cuatro elementos y el equilibrio de la vida y la muerte. Vamos a asemejar su poder.
Yako, Doguer, Anara y Anono se pusieron al lado de Samira, y en seguida Minerva, Emma y Alexa también se unieron a ellas.
Los pocos combatientes que se habían quedado para protegerlos, entre ellos los cinco Pulcros, se enfrentaron a los Tatalanes y al resto de tropas que Poliska seguía controlando para evitar que estos pudieran atacar a las nueve mujeres que trataban devolver la fuerza del agua. El cielo crujió, un vórtice de nubes negras y vientos se formó sobre toda la sexta tierra, y cuando el último de los rayos impactó contra la punta de la cascada, el agua volvió a descender como si nunca se hubiera detenido.
—¡Es hora de marcharnos!
—¡Esperen, no puedo dejar a los Árboles!
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Editado: 07.05.2024