Mortum Il: Las Torres De Berón (libro 2)

Cap. 15. Las siete constelaciones de una visión (Parte 4)

—Queridos, esas creencias solo existen en su mundo gernardo. Les recuerdo que nuestro mundo funciona de diferente manera. Aquí no hay castigo ni de cielo, ni de infierno. Nuestro cielo o nuestro infierno es el ahora. Lo que hacemos mal lo pagamos aquí, y nuestras buenas acciones también las pagamos aquí, así que…

—El Averno, el lugar en donde se encuentran los siete príncipes, ¿está aquí, en el Otro Mundo? —preguntó Alexa.

—Así es.

—¿Y exactamente en dónde está?

—No tengo idea.

—¡Regresamos al maldito punto de donde partimos! —Scott se puso de pie. Cada segundo que pasaba para él se transformaba en una tortura—. Niar, ¿en tu visión no apareció nada referente a los siete príncipes?

—Solo vi las constelaciones.

—¿Qué más?

—Mmmm, había mucho humo y la tierra se estaba abriendo.

—¿Recuerdas qué tierra era?

—Mortum por el mármol.

—¿Algo más?

—Volví a ver el símbolo de los Mares del Oeste. Casi todas las imágenes de mi primera visión se cumplieron; la llegada de Dimitrio, la Luz y la Oscuridad, los Tatalanes, la cascada, todo menos ese símbolo.

—Samira, ¿sabes algo de ese símbolo?

—Solo hace referencia a los Mares que se encuentran al Oeste del Otro Mundo. Se supone que es una advertencia para los barcos, ya que ahí las corrientes suelen ser muy traicioneras. Si un barco tiene ese símbolo, significa que podría no regresar.

—Hace unos meses dijiste que habías visto ese símbolo. ¿En dónde?

—En… un barco —las mejillas de la reina se ruborizaron.

Anara enarcó una ceja, y sin querer, aquello provocó que la mirada de Samira se desviara hasta la de Bruce.

—No nos interesa saber si ustedes dos tuvieron un romance secreto, solo queremos saber dónde demonios vieron ese sello.

—En 1640.

—¿La Guerra de los Condenados?

—Así es. Recuerden que fue mi… familia, quien inició esa guerra, y por lo tanto los Altas Mareas estábamos obligados a enfrentarnos con los demás reinos. Varios guardias y yo fuimos enviados a la sexta tierra para atacar el castillo de Mortum. Fue ahí que Bruce nos hizo frente, nos fustigó con un maldito látigo dorado y después fui encarcelada por él y resguardada en uno de los carruajes carceleros. Yo fui la única que terminé en ese carruaje por representar un fuerte peligro. Era la hija del Rey Vallarte y estaba próxima a ocupar la corona si tan solo mi familia no hubiese iniciado el combate —Samira observa al Cazador, esperanzada con que él retome la historia y relate sus propios recuerdos.

—Fui advertido por uno de los guardias de Magnus sobre un grupo que planeaba asesinarme. No tuve más opción que huir, pero me negaba a dejar a Samira, entonces la liberé y ambos hurtamos uno de los barcos. Horas más tarde, cuando una de las tormentas del Oeste nos tomó por sorpresa, nos dimos cuenta de que habíamos abordado un barco con el símbolo de los Mares del Oeste. Después de eso atracamos en una isla que…

Samira y Bruce se miraron.

—La isla.

—¿Qué tiene esa isla? —preguntó Kharo.

—¡La isla! —el Cazador y la sirena gritan al mismo tiempo—. En esa isla el símbolo de los Mares del Oeste estaba tallado por todas partes. Recuerdo que había una cueva en la que intentamos adentrarnos.

—No queremos detalles de lo que hicieron ahí adentro, por favor —Dimitrio se burló de ellos justo antes de retroceder cuando Samira le lanza un fuerte gruñido.

—Nos mantuvimos en la orilla. Dentro de ella había un enorme foso.

—Saravasti, ¿crees que…? —Scott fija su aterradora mirada oscura en la anciana que no ha dejado de sonreír.

—Es la entrada al Averno.

—Samira, Bruce, ¿tenía nombre esa isla?

—Hasta donde yo sabía, no. Nunca la había visto en los mapas —contestó el Cazador.

—No hay tiempo que perder. Yako, por favor ¿podrías prestarme uno de tus barcos?

—Nosotras iremos contigo, Scott —Anono habló por ella y por los cuatro reinos restantes.

—Nosotros permaneceremos aquí —Alabaster se levantó—. Nos encargaremos de verificar que los habitantes que han llegado de Mortum se encuentren bien y nos comunicaremos con los demás reinos para saber si también tenemos gente viviendo ahí.

—Yo te pediré prestada a tu wicca, Mandato. Alexa, ¿gustarías quedarte conmigo?

—¡Por supuesto! —de un salto, Alexa se plantó al lado de Saravasti.

—Bueno, ya que te vas a tardar, y piensas llevarte contigo a la Emperatriz Farka, yo me encargaré de limpiar lo más que pueda su carpa.

—Ni lo sueñes, Dimitrio, tú vienes conmigo. También me gustaría que Niar nos acompañara. ¿Aceptarías venir?

—Por supuesto.

—Perfecto. Bruce, tú también vienes con nosotros. Necesitaremos un guía y alguien que controle el timón del barco.




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