Mortum Il: Las Torres De Berón (libro 2)

Cap. 16. El Averno y sus siete puertas (Parte 1)

Hicieron falta varias horas para que Yako recurriera al acopio de todas sus fuerzas y saliera a la cubierta en busca del Mandato. Entendió que Saravasti tenía razón, y que era justo que Scott supiera lo del alto precio.

Scott estaba sentado, recargando su espalda contra el casco del barco cuando ella llegó y se sentó a su lado, estirando sus piernas mientras se mordía el labio inferior. Qué infierno era hablar con ese hombre. Pues a pesar de haberse conocido hace muchos años, después de la Guerra de los Condenados y cuando los seis reinos decidieron juntarse en una selectiva reunión para firmar un tratado de paz, Yako sentía que hablaba con una roca y no con el joven apuesto, divertido y tierno que había conocido en aquella reunión. No cabía duda de que la vida y los problemas lo habían transformado en un vampiro frío, seco y distante.

—Deseaba hablar contigo sobre algo —la joven comenzó a jugar con sus propias manos.

—Te escucho, aún nos quedan varios minutos de viaje.

—Es… sobre nuestra visita al Averno. No será fácil estar ahí.

—Claro que no lo será, Yako. Vamos al infierno.

—Scott. Hay un precio…

—Lo escuché perfectamente cuando Saravasti lo dijo.

—No, Scott, creo que no estás entendiendo la peligrosidad de esto. Muchas veces el precio te quita aquello que menos esperas y que más amas. A veces, cuando lo pagas, llegas a cuestionarte si tu decisión fue la mejor o pudiste haber encontrado otra salida. Una menos dolorosa.

—Lo dices como si ya hubieras pasado por esto.

Yako suspiró. Su hermosa melena rubia voló con el viento.

—Te lo digo porque yo ya pagué ese precio.

—¿Cómo así? ¿Ya visitaste el Averno?

—No. Nunca estuve en esa isla antes, pero… —la muchacha saca un bonito collar tejido a mano con hilos de colores y que en la punta parece tener un diminuto mechón de pelo blanco— Su nombre era Lia. Hace tiempo, le pedí a Saravasti que me ayudara a invocar al Alto Jefe del inframundo. Había escuchado esa historia de los siete príncipes y su respuesta, pero por desgracia no conocía las consecuencias.

—¿Quién era Lia? —Scott la mira con dulzura y una parte de eso le revuelve el estómago a la Emperatriz, pues es como si el vampiro de antes estuviera ahí presente.

—Lia era la compañera y pareja de Arce, el lobo que llegó conmigo a Mortum. Cuando yo nací, ellos fueron los elegidos para ser mis cuidadores espirituales y mis guías. Desgraciadamente un día, Arce enfermó. Estaba tan grave que ni siquiera Saravasti y su magia pudieron hacer algo para sanarlo. La reina wicca dijo que era asunto del destino y que ya había llegado el momento de que Arce partiera. Me rehusé a perderlo, y entonces Saravasti y yo invocamos a la respuesta.

—¿Lo lograron?

—Sí. Los siete príncipes me dieron la respuesta. Debía hacer una mezcla especial de algunas plantas que crecían en mi tierra y en el Reino de Los Cielos para que Arce pudiera beberlo y así sobrevivir. Se curó.

—Pero…

—Mi precio se pagó con la vida de Lia.

—Demonios. Yako, lo siento tanto —el vampiro apoyó su mano sobre la rodilla de la reina, y aunque su piel parecía un trozo de hielo, Yako la sintió como la sensación más cálida y dulce que había experimentado.

—Ten cuidado con lo que pides, Scott, o el precio resultará muy alto.

—De verdad que me encantaría ver cómo se coquetean pero lamento decirles que estamos a nada de llegar a esa isla. Y que por cierto, Kreznna está más bonita —Dimitrio asomó la cabeza, ganándose así una colérica mirada por parte de ambos.

Scott se puso de pie casi de inmediato, se ajustó la capa y corrió a la salida. Mientras tanto, la reina Farka no perdió el tiempo para recriminarle al vampiro lo que había dicho.

—Vuelves a comentar algo como eso, y te juro que comenzarás a tener pesadillas con mi cara.

—Sería una excelente amenaza, si tan solo los vampiros pudiéramos dormir.

—Oh Dimitrio, créeme, yo me encargaré de que lo hagas.

—Por qué no, en lugar de mostrarme los colmillos de perro, no le cuentas a Scott todos esos pensamientos lascivos que tienes con él. Vamos, ve y dile que deseas arrancarle la ropa, montarte sobre él y arañarle la espalda mientras bajas por su pecho besándolo y mordiéndolo hasta que llegas a sus caderas y le chupas su…

—¡Cierra la boca!

—¡Ja, ja, ja, ja! Lobos, tan fáciles de azorar.

Scott, los cinco reinos, Bruce, Dimitrio, Niar y Alejandro se dieron prisa para bajar. Es verdad lo que Dimitrio había dicho, pues la isla no era tan bonita y grande como Kreznna, pero resultaba ciertamente extraño que no apareciera en los mapas y que todavía no fuese colonizada.

—¿Están seguros de que esta es la isla que buscamos?

—Totalmente —Bruce señaló más allá de un grupo considerable de árboles, pues justo detrás de ellos, las montañas y un impresionante volcán comenzaban a ganar terreno—. Tenemos que caminar hacia allá.

Los minutos se transformaron en insoportables horas, la tierra y las hojas secas del suelo crujieron bajo sus pies y alteraron todavía más la desesperación y los nervios del atormentado Mandato. Quizá en su momento no lo demostró, pero la conversación con Yako lo había dejado temeroso. No sabía cuál sería el precio que pagaría. Y qué tal si los siete príncipes le quitaban a su hermano, qué tal si destruían su reino, si exigían la vida de alguna de las cinco reinos, o peor aún, que reclamaran su propia alma inmortal.




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