Mortum Il: Las Torres De Berón (libro 2)

Cap. 16. El Averno y sus siete puertas (Parte 2)

El Mandato levantó la mirada. Niar estaba sobre la cabeza de él, y si por algún motivo el dúrkel llegase a soltarse, aquello causaría un terrible desastre, pues aparte de arrastrar al Monarca consigo, también se llevaría a todos los demás.

—Si lo haces te haré lamentarlo —le gritó Dimitrio.

—Niar, trata de no mirar hacia abajo y concentra todas tus fuerzas en tus piernas —Anono gritó desde abajo, incluso más abajo que Anara.

—Scott, tu séquito no es el más inteligente, ¿verdad?

Pero el Mandato no tenía cabeza para ver con rabia a Dimitrio y su inoportuno comentario. Lo único que necesitaba era llegar hasta donde ese agujero terminaba y encontrarse con los siete príncipes.

—¡Ay no!

—¡¿Qué?!

—¡Voy a tener una visión!

—¡Si te sueltas te hago pedazos! —Dimitrio volvió a gritarle.

—¡Niar, sostente con fuerza!

La videncia duró solo seis escasos segundos, y cuando el dúrkel por fin consiguió abrir los ojos, seguro de lo que había visto, miró hacia abajo y exclamó:

—Vi un lobo.

—¿Un lobo? ¿Cómo era? —las manos de Yako le temblaron. Pero entonces, el sonido de un aullido dejó todas sus expresiones frías— ¡Es Lia!

—Espera, Yako, ¡no te sueltes!

Y sin más, la reina apartó sus manos de las rocas y su larga cabellera rubia y brillante se perdió en la oscuridad del fondo.

—¡Yako! ¡Maldita sea!

—¡Scott! ¡¿Qué vamos a hacer?!

En respuesta el vampiro agilizó su oído. Aquel sonido se pareció mucho al ruido que provocaban las gotas al caer dentro de una fuente con agua, al de una piedra cayendo en un lago y al de las torres cayendo en el océano.

—Suéltense.

—¡¿Y qué dices?! Aquí está tu pendejo, ¿no? Suéltate tú.

—Dimitrio, hazme caso una vez en tu vida. Si mal no me equivoco, Yako cayó en una fuente de agua. No hubo golpe.

—¿Y qué pasa si te equivocas?

—Entonces tú y yo nos veremos en el infierno.

—¡Hacia allá vamos!

—¡Entonces suéltate!

Y sucedió. Todos decidieron abandonar la seguridad de la pared y sus cuerpos descendieron a una diabólica velocidad que hubiera conseguido matar a cualquier humano.

El fondo del foso no era nada más allá de un enorme manantial de agua transparente, con hermosas plantas y una luz celeste que brillaba en las aguas e iluminaba las piedras y el techo. Aquel lugar parecía mágico, quizá una visión onírica del mejor de los sueños existentes en el planeta. Lleno de tranquilidad, lleno de paz y lleno de armonía.

—¡Yako!

—¡Aquí estoy! —la Emperatriz ya había conseguido salir del agua, y aunque su ropa y cabello estaban mojados, su cuerpo no parecía tener ni un solo rasguño.

—¿Qué demonios es este lugar? —Dimitrio estaba tan asombrado como el propio Mandato.

—No lo sé, pero cada vez estoy más convencido de que estamos en el lugar correcto. Los siete príncipes deben estar cerca.

—Shhh… ¿Escuchan eso? —Samira se llevó un dedo a sus labios.

Los sonidos se hicieron más fuertes, y pronto todos descubrieron que se trataban de pequeñas pisadas que se cernían sobre el suelo de piedra. Eran patas de un animal, quizá de una bestia pues aquello sonaba como si la criatura estuviera arrastrando sus garras sobre la roca.

Finalmente una sombra se proyectó sobre una montaña de piedras, movió su esponjosa cola y se sentó para contemplarlos.

—¿Lia, eres tú?

—Yako, no te acerques.

—Creo que es Lia. Sí, tiene que ser ella. Mi loba está en el Averno.

Sorpresivamente la sombra brincó de su lugar, abrió su hocico y aterrizó sobre el pecho de la Emperatriz mostrándole sus dos prominentes colmillos y sus ojos anaranjados.

—Eso no es un lobo —y a pesar de que el vampiro deseó lanzarse sobre la criatura y destrozarla, no podía hacerlo. Un movimiento en falso y el animal podría arrancarle el cuello a la mujer.

—Zorros —exclamó Doguer y casi de inmediato una manada completa de al menos veinte zorros desfilaron alrededor de ellos encerrándolos en un peligroso círculo de prisión.

—Ustedes gobiernan el reino animal, hablen con ellos y pídanles que se marchen —Alejandro estaba totalmente aterrorizado.

—El problema es que en nuestro mundo los zorros simbolizan la traición. No podemos tocarlos o nuestros reinos serían devastados.

—¿De verdad?

—¿Por qué crees que nunca has visto un zorro paseándose libremente por Mortum? Los zorros se mantienen alejados, y nosotros también.

—No hemos venido para atacarlos —Scott trató de suavizar el movimiento de sus manos—, solo queremos invocar una respuesta a los siete príncipes.

Darkwells hëllk ah crozzell —y para sorpresa de todos, el zorro articuló su hocico y las palabras salieron, tan perfectas y claras como si uno de los muchachos las hubiera pronunciado.




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