Mortum Il: Las Torres De Berón (libro 2)

Cap. 17. La derrota también se supera (Parte 1)

Podía ver su propio danonibus escurrir de su boca y de varias partes de su cuerpo. Poliska estaba en Farka, y junto con sus guardias, lo estaban destruyendo todo.

—Vamos Kerry, levántate. Tenemos que alejarnos —Steve ignoró sus propias heridas y sucumbió a la ayuda de su compañero y amigo.

Kerry deseaba rendirse, su cuerpo estaba tan lastimado que apenas y lograba ponerse de pie. Todo había sucedido de repente. Los lobos se paseaban libres, los Pulcros hablaban con Saravasti mientras los farkanos jugaban con los niños y ayudaban a las mujeres en sus tareas del hogar; cuando de pronto, una espantosa explosión hizo volar varios campos de siembras. Poliska y su horda bien entrenada de vampiros violaron tierras farkanas, asesinaron a los pocos hombres que se hallaban cerca y entonces el caos se desató.

—¿Qué demonios está haciendo esa maldita aquí? —Steve se apoyó en una pared de roca, tendió a Kerry en el piso y después se sentó junto a él.

—Seguramente está buscando a las cinco soberanas para asesinarlas.

—Va detrás de Alexa y las tres brujas —Kharo se arrodilló ante ellos. Tenía todo el cabello chamuscado y las manos llenas de sangre. La pobre muchacha estaba temblando, y apenas Steve fue consciente de que se trataba de ella, la envolvió entre sus brazos y pegó contra su pecho—. Ellas hicieron que la cascada volviera a caer. Poliska ya se ha dado cuenta de que las cinco reinas y Scott no están aquí, entonces irá detrás de Alexa, Minerva, Emma y Oska para matarlas.

—¿Sabes en dónde está Alexa?

—Con Saravasti.

Por otro lado, Edwin no dejaba de temblar, la explosión lo había atrapado justo cuando él y Danisha estaban juntos, recolectando los antiguos libros que Saravasti les había pedido.

—Dani —el hombre no dejaba de llorar—, no me quiero morir.

—No, no Edwin, no te vas a morir —la vampira intentó tranquilizarlo, pero de nada le serviría cuando ella estaba con el mismo sentimiento de pánico y desesperación—. Vamos a salir de esta, como siempre.

—Perdóname Dani, perdóname por todas las veces que te molesté y fui empalagoso contigo. Nunca lo hice con motivos malos.

—No hagas eso. Se siente como si te estuvieras despidiendo.

—Entre tú y yo, yo soy el que tiene menos posibilidades de sobrevivir a un ataque de Poliska.

—Escúchame —Danisha lo tomó de las mejillas y lo obligó a verla a los ojos—. Tú y Derek tienen que regresar a Paragón, tienen que hacer sus vidas y regresar con esas dos mujeres. Scott y el resto no tardan en llegar, y pronto todo este infierno quedará en el pasado.

—Me estoy muriendo de miedo.

Dani se vio obligada a cerrar los ojos y abrazarse con Edwin cuando unos desahuciados gritos estallaron muy cerca de ellos. Aquello se trataba de dos pobres farkanos que corrían y se revolcaban en la tierra tratando de apagar las llamas de sus cuerpos mortales.

—Alexa, toma esto y ocúltate —Saravasti tomó a la wicca de las manos, le entregó un grimorio y un medallón de gran tamaño con la estrella de cinco puntas. El pentagrama, un poderoso símbolo wiccano. Sus ojos morados estaban brillando, y aunque Alexa no supo entender lo que estos podrían trasmitirle, sí intuyó que la reina wicca tenía un plan bajo la manga.

—Mis amigos están ahí y también parte de mi pueblo, no puedo dejarlos.

—Mi niña, es momento de hacer un sacrificio. El Demonio ha venido a esta tierra y buscará matarte a ti y a las tres brujas con tal de obtener lo que desea. Te duele abandonar a las personas que amas, pero si tú mueres, el flujo de agua volvería a detenerse y esta vez nadie lo podrá restablecer.

—El aquelarre de las wiccas y los habitantes de Farka están siendo atacados. Muchos van a morir —los ojos de Alexa se llenaron de lágrimas.

—Vete, Alexa, yo me encargaré de lo demás.

Minerva, Emma y Oska se abrazaban la una a la otra. Si bien hasta ese momento las tres brujas habían gozado de una considerable inmortalidad, aquello no significaba que no pudieran ser asesinadas por una magia más grande y poderosa que la suya.

Minerva abrazó a sus hermanas, las envolvió entre sus brazos y mientras Emma y Oska cerraban sus ojos y temblaban, la bruja pudo escuchar perfectamente el abominable silencio que se había formado.

—¿Qué está pasando? —le susurró Oska.

—Shhh… Está afuera —contestó Emma, y entonces una expresión de pánico cruzó por sus rostros cuando una prominente sombra se deslizó por la cortina que cerraba el tipi.

Un largo vestido negro ondeó con el viento y la ceniza de los cuerpos que se quemaban, la sombra de una mano con uñas largas se deslizó por la tela, recorrió la ceniza que en ella había caído y comenzó a abrirla mientras la arañaba.

Minerva estaba lista, dispuesta a sacrificar su vida en una pelea con tal de ganar tiempo y que sus dos hermanas pudieran huir; cuando de pronto…

—Krejam. Sontori käm hër —la espectral y profunda voz de Saravasti resonó detrás de ella. La reina wicca le había lanzado una advertencia en Aterkano.

—Hola, Saravasti —el tono de Poliska no fue burlón ni mucho menos de superioridad. Sabía que aquella mujer de escandalosa mirada púrpura no se debía tomar a la ligera, pues un solo descuido, podría causarle la destrucción al Demonio y entregarle la ventaja a la wicca.




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