Mortum Il: Las Torres De Berón (libro 2)

Cap. 18. La última batalla (Parte 1)

Un nuevo e intrincado plan se estaba trazando sobre la pequeña mesa del camarote. Scott ya les había informado a los Pulcros y al resto el lamentable engaño que había sufrido a manos de los siete príncipes del Averno. Y si bien no ahondó en los espantosos detalles de sus pecados y en la discusión con las cinco gobernantes y Alejandro, sí mencionó el aterrador encuentro con una manada de zorros parlantes y dramáticos. Bruce levantó la mirada hacia el Mandato mientras lo escuchaba hablar sobre la nueva estrategia.

—Nuestros ejércitos atacarán directamente a los guardias y subordinados de Poliska. Buscaremos levantar el mayor ruido posible para atraer su atención, y después, Danisha, Steve, Niar, Derek, Edwin y Alejandro intentarán distraerla. Si es verdad que ella planea asesinarlos con forme se fueron convirtiendo y descubriendo sus dones sobrenaturales, entonces los perseguirá en ese orden.

—No vas a dejar que se nos acerque demasiado, ¿verdad? —preguntó Edwin, ciertamente preocupado.

—No tienen nada que temer. Los cinco reinos y yo los estaremos protegiendo. Mientras ustedes hacen eso, Minerva, Emma, Oska y Alexa entrarán al castillo en busca de Dimitrio. Si es verdad que él utilizó el Darkness hirman para destruir a los Tatalanes, entonces dudo que Poliska lo haya tratado con tanta amabilidad.

—¿Cómo estás tan seguro de que está vivo? —lo cuestionó Alabaster, pero Scott ignoró directamente su pregunta.

—Una vez que Dimitrio esté a salvo, tenemos que dispararle con una de estas flechas. Anono, ¿podrías mostrarlas, por favor?

Anono se acercó a él, y de una bolsa de terciopelo rojo, la Reina de Los Cielos sacó un impresionante juego de cinco flechas con bordados en oro, plata y diamante.

—Es el arma más poderosa y letal de mi tierra. El simple roce de su punta inyectará el veneno más temido en todo el Otro Mundo, capaz de causarle la muerte a cualquier ser, incluidos vampiros y otros seres de ultratumba. Nadie tiene posibilidad de sobrevivir.

—¿Y esa cosa servirá contra los Demonios?

—Si no logra matarla, al menos la debilitará un poco para darnos tiempo. Son solo cinco flechas, Scott; por lo que alguien de nosotros seis tendrá que distraerla mientras los otro cinco intentan dispararle.

—Yo la distraeré —el Mandato asumió el riesgo.

—Suponiendo que no se consigue dispararle al corazón, ¿causaría el mismo efecto?

—Por supuesto.

—¿Cómo estás tan segura de eso, Anono? —la cuestionó Danisha.

—Porque antes de ser cinco flechas, eran seis. La sexta se utilizó para… Asesinar al causante de la Guerra de los Condenados.

Samira se acercó al largo cuerno de marfil que guardaba las cinco flechas, lo observó en silencio y finalmente suspiró.

—Con esto mataron a mi padre.

—¿Tu padre?

—Él inició la Guerra de los Condenados.

Para evitar que la Reina de los Mares fuese directamente cuestionada, Bruce abrió la boca con lo primero que se le vino a la cabeza, y que después de pensarlo, sintió que había tenido bastante razón con su comentario.

—No niego que suene como una excelente idea, pero, te has olvidado de lo principal. No es estúpida. Intuirá lo que está sucediendo, y si lo hace, nada de esto tendrá sentido. ¿Tú crees que no sabe que estamos aquí?

—Me he quebrado la cabeza pensando, y nada tiene más sentido que esto. Yo sé que distraer a Poliska no será fácil, pero si todos lo intentamos, entonces conseguiremos nuestro objetivo. ¿Están listos?

—Nos estamos muriendo de miedo, pero sí. Estamos listos.

—Nosotros también. Y si me lo permites, Mandato, me gustaría permanecer a tu lado y cuidarte las espaldas, con mi vida si es necesario —Scott desvió su mirada hacia aquella voz fresca y renovada como el matutino rocío de la mañana. Frente a él no había uno, sino cinco hombres que portaban impresionantes armaduras de los materiales más finos y resistentes que él hubiese visto en toda su existencia.

Comandando al resto de los Pulcros, Alabaster se acercó a él. El hombre tenía un recio y solemne gesto iluminando sus ojos dorados. Vestido con una armadura de cota de malla, pantalones y botas de metal y un par de guantes con dedales de acero, los cuales indicaban que el vampiro le había dicho adiós a sus uñas largas otra vez, Alabaster dejaba de ser un Pulcro y se convertía en un impresionante guerrero mortuanio. Uno de los más letales.

—¿Vas a pelear?

—No solo él, Mandato —detrás de él; Zairé, Kaín, Bram y Cross vestían las mismas prendas que su hermano de élite—. Es nuestra tierra y es justo que también la defendamos

Scott tenía razón, Poliska no estaba nada contenta con lo que Dimitrio les había hecho a los Tatalanes. Y aquel mismo coraje lo hizo mostrar cuando miles de enredaderas con filosas y letales espinas puntiagudas emergieron de la tierra y se enroscaron en absolutamente todo. Atravesaron las pocas paredes del castillo rompiendo el mármol con una facilidad asombrosa, treparon por las columnas, se esparcieron por el jardín y alrededor de las estatuas y la fuente, se enredaron en los pocos árboles muertos y tomaron la forma de espantosos postes entretejidos. Sin duda alguna, aquel lugar se había convertido en una espantosa selva asesina.




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