Mortum Il: Las Torres De Berón (libro 2)

EPÍLOGO

UN AÑO DESPUÉS

A Phanie le costaba caminar. Aunque sus zapatitos no tenían tacón y estaban hechos de un terciopelo suave, las rocas del suelo le causaban dificultad para andar, eso y el que el borde de su vestido se atorase seguidamente entre las ramas y la hierba de Vermont.

—Esto es increíble —dijo, con los ojos desbordantes de asombro—. Nunca había estado en las Ascuas de Quitakram. Bueno… no en persona, solo en un sueño. ¿Eso quiere decir que sí estuve aquí antes?

Scott desvió la mirada, igual que siempre lo hacía cuando ella le relataba y hacía preguntas sobre sus sueños.

—¿Por qué nunca me has hablado de ella?

El vampiro regresó su atención a la hermosa joven que tenía en frente.

—No sé de qué estás hablando.

—Sí lo sabes, y aunque te esfuerces en negarlo, yo sé que las imágenes que veo mientras duermo no son solo sueños. Yo te conocí antes, yo había estado aquí y también… Yo ya había vivido antes de nacer. Yo era otra persona, alguien que te conocía…

—Phanie —el hombre se aclaró la garganta—, será mejor que entremos. Los invitados seguramente estarán llegando.

—¿Entrar a dónde?

Él le sonrió, mostrando sus hermosos colmillos blancos.

—Este lugar sigue perteneciendo al mundo humano.

—Entonces, ¿el Otro Mundo es real?

—¿Quién te había hablado de él?

—Em… Lo vi en un sueño —mintió al recordar las palabras de su abuelo.

—Pues bien, vamos a convertir ese sueño en realidad.

El apuesto vampiro le tiende la mano y juntos atraviesan la hermosa catarata de agua celeste que desciende como la más asombrosa y enigmática fuente natural que alguna vez haya existido. Si aquella cascada pudiera hablar, entonces se pondría a contar las innumerables aventuras en las que se vio envuelta. Desde un poderoso vampiro recitando la Gran Magia, hasta un grupo de preciosas mujeres controladoras de los cuatro elementos y de la vida misma.

Mortum tiene historia, y ahora se cuenta entre los pasillos de su nuevo palacio.

—Increíble —la nueva luz recae sobre el rostro de la joven, le hace brillar las pupilas y ruborizar las mejillas. No está soñando. El Otro Mundo es real.

—Ven —Scott le sostiene la mano—, seguramente habrá personas que están deseosas de conocerte.

—O de volverme a ver.

Los dos avanzan por el larguísimo puente de madera recién restaurado, y aunque ahora él ya no tiene la corona del Mandato, se siente como si la reina y el rey estuviesen regresando a su hogar.

Las dos primeras en recibirlos son Doguer y Anono, quienes felices beben una sabrosa copa de champagne mientras discuten sobre los nuevos comercios que el Reino de los Cielos está planeando implementar entre los seis reinos. Quizá, los sombreros con plumas de águilas, las túnicas y algunos vestidos de fiesta luzcan bonitos si se fabrican con respeto, amor y reciclando el precioso plumaje que las águilas suelen dejar al levantar su vuelo.

—Scott —Anono le sonríe.

—Llegas justo a tiempo —por su parte, Doguer le golpea el hombro—. Yako nos avisó que su barco y el de Samira no tardan en llegar al puerto.

—Eso es sensacional.

Las dos Soberanas intentan desviar la mirada, pero es evidente que la fisonomía de la joven les resulta peculiarmente asombrosa.

—¡Scott! —Anara levanta sus manos y su largo velo de sus mangas se escurre alrededor de su cuerpo. Sus dos osos también anuncian su llegada cuando, parándose en dos patas, lanzan un impresionante rugido que hace que todos los presentes den la vuelta y alaben a la soberana de la cuarta tierra.

Las trompetas comienzan a sonar, y las dos grandes puertas del castillo se abren justo a tiempo para que el sexto Mandato salga acompañado de sus tres preciosas brujas y su séquito de obedientes Pulcros.

Alabaster, Zairé, Bram, Cross y Kaín caminan detrás de él, tienen puestas sus características túnicas moradas, pero ahora una sonrisa de fascinación parece turbar su antiguo pasado. Están felices, y aunque Alabaster no puede esconder su asombro por volver a ver a Stephanie, lo controla tan bien que la joven no se da cuenta.

—Majestad —las reinas hacen una reverencia y Dimitrio regresa el gesto. Su dentadura brilla, tan hermosa y orgullosa como los dientes de los gernardos. Ya no tiene colmillos, pues después de la enorme cantidad de magia que Minerva, Emma y Oska utilizaron para rescatarlo, fue imposible que pudieran volvérselos a formar.

Alejandro corre detrás de él, lleva una larga capa de terciopelo y se la coloca en cuanto él le hace la petición.

—No puede ser —Alejandro la ve y Stephanie le regresa la sonrisa cuando lo ve caminar hacia ella—. Hola —el muchacho luce nervioso.

—Hola.

—¿Te puedo abrazar?

Scott no se pone tenso ni gruñe, pues sabe que esto es algo que él necesita para continuar con su tranquilidad y su vida.




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