Si alguna vez ha sentido que no tiene ni un ápice de suerte, tranquilo, no es su culpa, es culpa de este inconsciente protagonista.
¿Por qué?, porque este bastardo tiene la mejor de las suertes, puede que la poca que le tocaba a usted, la tenga él.
Él era un idiota que casi siempre andaba feliz. Podía ir caminando por la calle y se encontraba un billete de gran denominación; podía seguir caminando y haber una gran mierda de perro mas adelante y aunque él no la viera, no la iba a pisar; tal vez se le desamarra el teni y por detenerse a atarlo, se percate del apestoso desecho y tome sus precauciones. Aunque parezca tonto el ejemplo, esa es la suerte de él, por eso sus amigos lo llaman Lucky.
En una ocasión, Lucky participó en la rifa de un celular y ganó. La demás gente, con la impotencia de no haber ganado, inventaron una excusa para que la rifa se sorteara una vez más. Se repitió e hicieron boletos nuevos y, ¿adivinen qué? así es, Lucky la ganó una vez más. Algunos rieron, otros optaron por la envidia y refunfuñaron entre dientes; en cambio, él no les tomaba importancia, tenía un teléfono nuevo (aunque no como los smartphones de ahora) de botones y podría hablar con su enamorada por horas.
En otra ocasión, ¡se sacó la lotería!, y no es que hubiese comprado el boleto porque haya querido, claro que no. Andaba por las calles de su ciudad, cuando un indigente de arrugado rostro y desfigurada ropa le ofreció el boleto, le dijo que tenía mucha hambre y ocupaba venderlo para poder comer algo; aparte, el indigente no creía tener la suerte suficiente como para ganar (Obvio, Lucky tenía su parte).
El muchacho no aceptó.
- No es necesario, amigo.- Le dijo sonriendo, y sacó un billete grande, lo suficiente para que el indigente pudiera comer por una semana y se lo dió. Y el triste personaje, admirado por el acto del joven, volvió a insistir.
- En serio, muchacho, acepta el boleto. Te agradezco de corazón él gesto, ahora podré comer gracias a ti.
Al ser así, Lucky no pudo rechazarlo, le dió la mano con un fuerte saludo, igual de fuerte que su sonrisa.
Por si fuera poco, cuando Lucky ganó los doscientosmil pesos fue a buscar al indigente por varios días hasta que dió con él y le entregó la mitad del premio.
Así es él, y así seguirá siendo él; créanme, es su hermano el que les cuenta.
Soy Ariel Muñoz y estoy en un experimento personal y privado.
A lo largo de varios años, y naturalmente siendo hijos de la misma madre, he vivido con él bajo el mismo techo y desde que nació (día 7, mes 7, año 1997) ha tenido esa impresionante suerte.
He reunido varios datos concluyendo siempre en que, la suerte, valga la redundancia, aunque se lograra explicar con una metodología científica, es algún tipo de fuerza que favorece al individuo que la porta.
La puedes catalogar como:
1. Mera superstición.
Si eliges el lado de la ciencia.
Sólo causa y efecto.
2. Energía.
Si optas por el ámbito espiritual. Energías buenas o malas; vibraciones altas y bajas, positivo y negativo.
3. Crear tu propio criterio acerca del tema.
Por ejemplo, mi criterio propio es el anterior mencionado antes de las primeras dos opciones: un tipo de fuerza que favorece al individuo que la porta y que funciona a base de karma y actitudes positivas. En pocas palabras, una mezcla de las dos anteriores.
Aclaro algo antes de proceder: eso de "puede que la que le tocaba a usted la tenga él" es meramente sarcasmo.
También cabe mencionar que, así como cada individuo tiene sus creencias e ideas, yo también tengo las mías. Si no está de acuerdo con lo que digo hay tres opciones, con todo respeto y sin afán de ofenderle:
La primera opción es, seguir leyendo el artículo esté usted o no de acuerdo conmigo porque su mente está abierta al debate y a nuevas ideas.
La segunda, cerrar el libro, pasar al siguiente capítulo porque al no estar de acuerdo no escuchará.
La tercera, usted está de acuerdo conmigo y juntos podemos estudiar a fondo a este sujeto.
Antes de seguir, he invitado al doctor Q, él es un psicólogo que, junto conmigo, piensa deshilvanar el misterio de tan absurda fuente de suerte, porque, quizá el secreto que descubramos pueda servir para ayudar a la humanidad.
Nuestro querido invitado tiene varios títulos que lo avalan, y aunque su camisa abotonada apenas cierre y su gran bigote blanco llame la atención cuando habla, pueden estar tranquilos con su análisis, ya que el audaz pero rechoncho doctor Q es de los mejores.
Acá entre nos, éste informe que le mando al doctor es en parte falso, ya que la verdadera intención es más oscura de lo que ustedes piensan.
- Pase, doctor. Tome asiento y relájese que ha de cuenta que está en su propia morada.
Estamos en mi despacho, un gran cubo tapizado de libreros pegados a la pared; un sofá, dos sillas, un escritorio con su respectiva computadora, algunas plantas adornan la ventana y una que otra pintura colgada en donde no hay libreros; al fondo tengo un piano. Uso este hábitat como estudio, así que es perfecto para echar a volar las ideas.
- ¿Quiere que le sirva un café?- Le pregunto antes de iniciar.
- Preferiría una cerveza- Dice sonriendo.
- Me sorprende, doctor. Nunca lo he visto bebiendo.- Bromeo- Enseguida vuelvo.
Traigo dos sudorosos vasos que dan por inaugurada la analógica charla, y empiezo:
- Como ya sabrá, he admirado su trabajo por años, y no menospreciando la parte neutra que hace que el humano razone a base de pensamiento y metodología, y no por emociones, le reitero que sumaré a eso nuestra amistad sin dudarlo.- Me escucha con atención al momento que se echa un trago de esa espumeante bebida.- Y para éste interesante análisis, debido a la gran confianza que le tengo, necesito su cerebro.
- Así que mi cerebro- Dice al tiempo que ríe y sus lentes se desacomodan un poco.- Bueno, si es para el bien de la humanidad, no puedo negarme- acepta en tono de broma.