"Bésame con todas tus fuerzas y dime que todo estará mejor"
Andrés saldría temprano del trabajo ese día y contaba los minutos para abandonar esa maldita prisión sofocante; Sofía preparaba unos sándwiches y empacaba algunas cosas. Llenó la hielera de bebidas, entre ellas algunas cervezas.
Sería una tarde increíble, muy increíble y nada podría arruinarla.
En la costa se disfrutaba de un día soleado y tranquilo. Era perfecto.
Las manecillas del reloj casi llegaban a la añorada hora de salida y Andrés ansiaba aventar todo el papeleo y salir corriendo. Quería mandar a la mierda todo. Los días anteriores habían sido un poco pesados y él y su mujer habían discutido mucho. "¿¡Por qué no le bajaste a la palanca del inodoro!?" "¡Si tienes tiempo para quejarte entonces hazlo tú!" "¡Eres un maldito cerdo!" "¡Callate, perra!" Y así era casi todos los días, levantarse, discutir por cualquier cosa, ir al trabajo sin comer, estar todo el día amargado y estresarse más en la oficina. Una agobiante vida.
Pero esa mañana fue diferente.
Él tuvo un horrible sueño en el que perdía a su mujer en un accidente y se despertó demasiado agitado. Puede que la pesadilla ablandara un poco su corazón porque, abrazó a Sofía con todas sus fuerzas y le dió un beso en la frente. "Amor, juro que seré mejor de hoy en adelante, lo prometo" Así que se levantó más temprano de lo normal y preparó el desayuno para ambos.
- ¿Qué es todo esto?- Preguntó ella desconcertada y observando los platillos con admiración.
Había huevos fritos, tocino, un poco de ensalada y frijoles; también jugo y café.
- Amor, juro que de ahora en adelante nada será igual. Perdón por estos últimos días- y se lanzó sobre ella y la abrazó como si hubiese estado mucho, mucho tiempo lejos- Te amo demasiado.
Y Sofía, con ojos lagrimosos y sentimientos igual de fuertes que los de él, le dijo:
- También te amo.
Y esa mañana, hicieron el amor como nunca, como cuando entregas todo en un amor inocente, joven, y primerizo, sin ápice de malicia; y con ello sellaron el nuevo pacto: tratarse mejor desde ese día.
Andrés llamó a su jefe y le dijo que tendría unos asuntos por atender, que lo dejara salir temprano. Su jefe aceptó, y en cuanto terminara la jornada, él y Sofía se irían a acampar al parque. Sólo ellos dos y la naturaleza.
- Bien, nos vemos a las dos en punto.- Le dijo a su esposa y se despidieron con una sonrisa y un beso un poco tímido, diferente a cualquier otro. Y al hacerlo, sintieron una hermosa conexión.
- Cuídate mucho, amor.- Le dijo ella antes de subir al carro y con un poco de nostalgia pues tenía el presentimiento de que esa jornada sería un poco larga, más que cualquier otra.
Pero estaba más feliz que nunca; arregló el jardín, lavó los platos, y se dispuso a preparar los alimentos para esa inolvidable tarde. Sofía encendió la radio y una dulce canción que le agradaba mucho propició un efecto agradable en sus tímpanos y en su alma.
Y por fin, el reloj de la pared marcó la hora que Andrés tanto esperaba. Tomó su saco y salió casi corriendo hacia el estacionamiento con una felicidad inmensa pues las cosas entre él y su mujer habían cambiado.
Encendió el auto y también la radio, se aflojó la corbata y empezó a menear los botones hasta encontrar una canción de su agrado. Y lo hizo, para su buena suerte, encontró una de sus favoritas. Y, poniendo el carro en marcha, iba cantando con pasión desenfrenada al ritmo de 'Ruby' de Foster the people.
And I say, Ruby, Ruby, Ruby
I know, you gotta start lifting your head up, head up, head up
And I say, Ruby, Ruby, Ruby
I know, it's hard but you gotta get outta bed, outta bed, outta bed
Yeah, she don't know what to do
She's got everything and nothing to lose.
Estaba a unas cuadras de su casa, aceleró con ganas el auto, con ganas de ella y de esa tarde acogedora y tan llena de luz.
La calidez de ese día no era parecida a nada y la euforia que sentía podía llenar todos los espacios de su cuerpo de adrenalina. Y sin esperárselo, vió sin mas a un conductor en sentido contrario y demasiado cerca como para esquivarlo.
De frente venía un distraído chofer hablando por teléfono a la misma velocidad, y en un bache, dicho teléfono se le cayó y rodaba entre los pedales del freno y el acelerador y estúpidamente se le ocurrió tomarlo, razón suficiente para que se saliera de su carril y se estampara de frente contra Andrés.
Un golpe seco sonó espantosamente y los vidrios de las ventanas tronaron al unísono.
Aturdido y como pudo, Andrés se empezó a tocar el cuerpo buscando heridas y ninguno de sus huesos estaba roto aparentemente, así que se dijo a sí mismo: "estoy bien"
Enseguida pensó en su amada y se desabrochó el cinturón desesperadamente.
Abrió la puerta y se echó a correr las cuadras que le faltaban, al llegar a su casa sintió una tranquilidad como nunca antes, y por la ventana, pudo ver a su esposa sentada en el sofá con una taza de café y viendo el televisor. "Que hermosa es" pensó. Tocó la puerta y Sofía no salió. "¿Qué le pasa?" Volvió a tocar más fuerte un par de veces pero nada. Se dirigió nuevamente a la ventana y estrelló desesperadamente su mano mucho más fuerte pues ya quería estar con ella a su lado, pero Sofía no lo escuchaba.
"¡Maldición! ¡abre, Sofía!", gritaba.
sólo silencio.
Estuvo así un breve momento y se le hacía raro que no le abriera la puerta. "¿Se enojaría de nuevo?" pensó, "Eso es, no volví a bajar la palanca del inodoro"
Se quedó unos minutos sentado en el césped y empezó a desesperar, pero un recuerdo repentino lo hizo reaccionar de nuevo.
"¡Oh, no! estaba tan emocionado por llegar que no puse atención a la salud del otro conductor" y corrió de nuevo rumbo al lugar del accidente para observar la situación, al fin y al cabo, el golpe no había sido tan fuerte y el seguro cubriría todos los gastos.