Mosaico

9. La ballena vacía (parte 1)

"Hay ocasiones en que nos ahogamos donde no hay agua"
 


 

Adrián Martínez 
 


 

En esos días Juan esperaba cualquier cosa; un terremoto, una pelea contra ninjas (Ya saben, con shuriken y todo) un rapto alienígena, cual vaca pasta tranquilamente en el prado antes de ser abducida, en fin, esperaba muchas cosas pero nunca que una ballena se lo tragara. Y cuando esa ballena engulle, no hay marcha atrás, ni hacia adelante, sólo hacia adentro; pero no todo es malas noticias, había una manera de salir y Juan debía descubrirla.
 


 

A LA OFICINA. 
 


 

Era un gran edificio editorial, un rascacielos gris de la compañía SARAC donde trabajaba Juan como editor y se las veía negras pues su jefe era un poco estricto. Juan debía revisar cientos de páginas antes de que pasaran a imprenta por lo que no tenía ni tiempo para degustar siquiera un vaso de agua; aparte, se decía a sí mismo que si lo hacía, eso provocaría que le dieran ganas de ir al baño y perder tiempo. Así es, como Chris Gartner en la película 'en busca de la felicidad'
 


 

Por eso es que se limitaba a concentrarse como lo hace un autista que se obsesiona con algo, por lo tanto, leer y corregir era la rutina que lo estaba consumiendo; sólo descansaba en la hora del almuerzo.
 


- ¡Maldición!, otra vez atún,- se quejó al abrir la lonchera y no encontrar algo de su agrado- le he dicho a mi madre cientos de veces que odio el atún, pero no me escucha.

- Tranquilo, hermano- lo consoló Martín, un compañero de trabajo- yo traigo pollo empanizado, y es bastante. Anda, toma algunos. Si gustas, también tengo ensalada. 
 


 

- Gracias, viejo. Me salvaste la vida.- Le dijo al momento que tomó algunas piezas de pollo sin ningún síntoma de vergüenza pues Martín, su compañero, le caía muy bien. No era la primera vez que le ofrecía de su lunch.
 


- No es nada. ¿Cómo va el trabajo?- Le preguntó aún sabiendo lo duro que iba.

- Pues no me quejo, la semana pasada estuvo peor, sólo espero que me llegue el aumento pronto.

- Si, eso te daría muchos ánimos- Dijo, con la boca llena y riendo un poco.

- En efecto, ya estoy hasta el culo de esas miserias que me pagan. Una vez que reciba lo que merezco nada será igual, ahí vendrá mi mayor crecimiento, y daré todo de mi con todo el encanto hipócrita que se requiere- y, cambiando el tema a conveniencia de sus paladares- ¿quieres un poco de salsa?

- Claro.

Pero el almuerzo fue interrumpido por una pesada e imponente presencia, su maldito jefe, quien en ese momento tenía un semblante demasiado serio y frío que de por sí su rostro ya tenía dichas facciones incrustadas de nacimiento, haciendo que el pollo empanizado que tenía masticando en la boca supiera amargo y sin sentido.

- Juan, necesito entregar las páginas que tienes pendientes.- Le decretó en tono neutral.

- Si, está bien. En cuanto termine de almorzar lo haré.- Contestó, cortando el rollo que su superior traía.

- No me entiendes, Juan.- Se acomodó sus lentes- Me refiero a que las necesito terminadas ya.

¿Dije unos párrafos antes que su jefe era un poco estricto? Me retracto. Disculpe, apreciado lector, quise decir, su jefe era demasiado estricto.

- No puede ser...- Murmuró Juan entre los espacios de sus dientes.

- ¿Disculpa?- retó su jefe poniéndose la mano en su oreja, haciendo ademán de apenas escuchar.

- Dije, ¡no puede ser!- Estalló- Este pollo está muy bueno y apenas le iba echar un poco de salsa; lo estaba disfrutando con Martín y usted lo acaba de arruinar ¡maldito cara de culo!

- ¿Dijiste algo?- Insistió, ya que Juan sólo había pensado lo anterior.

- Dije que ahora mismo voy.- Asimiló sin más.

Guardó la comida con tal disgusto que se podía ver a simple vista. Martín sintió pena ajena así que dejó de comer un momento por respeto a su amigo. 
Ya en su oficina, Juan se puso a revisar los documentos y sintió vértigo al ver tantas letras, letras todos los días. 
Amaba su trabajo, pero últimamente se estaban recargando mucho con él, o al menos eso sentía pues habían sido días bastante cansados. 
Se puso manos a la obra y se aferró a terminar cuanto antes para poder seguir comiendo, y en una hora y media concluyó. 
Se preparó un café para revisar los últimos detalles y pudo sentirse un poco mejor; en su celular sonó una notificación y cuando quiso estirar la mano para tomarlo, derramó la taza de café en la carpeta que debía entregar en ese momento.

- ¡Mierda, mierda! Soy un estúpido- Se regañó- ¿Qué voy a hacer ahora?

Revisó la notificación, causante de dicho despilfarro y había un mensaje escrito por su amigo Julio.

ola, ijo de la Guallaba . K planes tiens para mañana ?

"Este idiota y su pésima ortografía" pensó. Tomó la carpeta y parecía un pedazo de pan remojado, no había nada que hacer, estaba arruinado y sólo le quedaba enfrentar a su jefe. Y, como si se invocara al diablo, en ese momento atravesó la puerta de la oficina el vejete calvo de lentes mal acomodados.

- Bien, si, quedarán listos para hoy- Hablaba por teléfono con alguien y Juan pensaba: "No, no quedarán listos para hoy"
Colgó el teléfono.

- Dame la carpeta, Juan.- Le dijo estirando el brazo.

- Si, sobre eso... No puedo.- Masculló sin hacer contacto visual.- Mire, están hechos mierda- Le enseñó de manera brusca el desastre con olor a café pues lo más fácil para él era terminar el sermón cuanto antes.

- ¡¿Qué demonios, Juan?!- gruñó- ¡Esto es inaceptable! ¡Cada vez estás peor! No sé que ocurre contigo. ¡¿Puedes explicarme que chingados te pasa?!- Parecía que las venas de su brillosa frente le iban a reventar de lo enfurecido que se había puesto.

- Lo siento, fue un maldito accidente.- Contestó, en un flojo intento de disculpa.



#3074 en Joven Adulto
#3778 en Thriller
#1497 en Suspenso

En el texto hay: reflexion, drama accion, amistad amigos

Editado: 19.11.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.