Mounstros En Cacería

Capítulo 2: El rastro del cristal

​El corazón me golpeaba las costillas con una fuerza que me asustaba. Me arrodillé rápidamente para recoger los restos del vaso. Mis dedos se movían con una agilidad nueva, casi felina, recogiendo las astillas más grandes. Me sorprendió ver que, aunque los trozos de vidrio eran afilados, ya no lograban cortarme la piel; era como si mi cuerpo hubiera aprendido la lección del primer impacto y se hubiera vuelto más resistente.

Limpié el agua del suelo con la toalla vieja y arrojé los pedazos de cristal al fondo de una pequeña papelera de metal, cubriéndolos con papel para que no se notaran a simple vista. No quería que Igma pensara que era un arma defectuosa o una niña que no sabía controlarse.

Entré al baño de la habitación. Era un espacio frío, con paredes de azulejos blancos y una luz fluorescente que zumbaba sobre mi cabeza. Me miré al espejo por primera vez. Mi cabello negro, corto y desigual, enmarcaba un rostro que no reconocía. Mis ojos grises parecían dos tormentas contenidas.

Me terminé de secar el cuerpo con movimientos rápidos y procedí a vestirme con el equipo que me habían dejado.

​El conjunto era de un material sintético negro, ligeramente satinado. Al tacto parecía suave, pero al ponérmelo sentí la resistencia de algo diseñado para el combate. Se ajustaba a mi cuerpo como una segunda piel, marcando cada músculo que la OHM había esculpido en mí. No había etiquetas, ni marcas, solo una pequeña numeración en el cuello: X-10.

Me pusé las botas negras. Eran pesadas, de suela reforzada, pero increíblemente cómodas. Al ponerme de pie y ajustarme los cierres, me sentí diferente. Ya no era la chica asustada que temblaba en la cápsula. Ahora, al verme así, parecía una soldado. O una cazadora.

​Me quedé un momento en silencio, escuchando el zumbido de la ventilación. ¿Por qué tenían ropa que me quedaba tan perfectamente si acababa de "despertar"? ¿Cuánto tiempo llevaban observándome mientras dormía para conocer cada centímetro de mi cuerpo?.

​Un golpe seco en la puerta interrumpió mis pensamientos.

​—X-10, el tiempo de aclimatación ha terminado —era la voz de un guardia, filtrada por el metal de la puerta—. La directora Quirova te espera en la Sala de Reuniones Alfa. Es hora de conocer a tu equipo.

​Me miré al espejo una última vez. "Odette Volkova", me repetí en silencio. Tenía que aferrarme a ese nombre, porque sentía que era lo único que la OHM no me había fabricado.




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