Mountain Lake: El lago guarda sus secretos

IV

CAPÍTULO IV

El arma se posó en la nuca del hombre, amenazante. Katherine no sabía si tirar del gatillo o no, en su vida había pasado algo así.
<<Muestra tu maldita cara…>> medio gritó la fiscal. El hombre se congeló, y dio media vuelta. Ahora ella estaba congelada.
<<¿Leo?... ¿Qué diablos haces aquí?... Casi te disparo…>>
Leo levantó las manos, algo asustado. No respondió de inmediato, y ella lo atribuyó a el susto que le había hecho pasar. A fin de cuentas, por qué se preocupaba tanto por él.
<<Tranquila, Kath…>>
<<Ya no me llames así…>>
<<Baja el arma, no te voy a hacer daño, ¿Okey?>>
La fiscal bajó el arma, aún algo pasmada. 
<<Acabo de casi romper el marco de la puerta por tu maldita culpa>>
<<No esperaba que me recibieras de esa manera… digo, tienes un arma>>
<<Es por seguridad… de cualquier manera, ¿Cómo entraste a la casa?>>
<<Aún tengo las llaves que me diste hace un tiempo>>
Él extendió la mano, con las llaves en ella, tintineando. Katherine las agarró en el aire, como si él las fuera a retirar de repente.
<<Te dije que no quería volver a verte jamás>>
<<Por favor, Katherine, tenemos que hablar, ¿No te parece?>>
<<Carajo Leo, aún no te queda claro… no quiero verte jamás de nuevo>>
Ella puso el arma en su cinturón, tratando de verse normal.
<<Ahora sé que tienes un arma, nunca me lo habías dicho Kath…>>
<<No deberías haberlo sabido, deja de llamarme Kath… y no habrá segunda vez, tu y yo se acabó>>
Leo se movió hacia ella, acercándose lento. La fiscal volteó hacia otro lado, esquivando la mirada de Leo. Sentía que se quemaba en su interior, su mente le ordenaba que dijera la verdad. Lo extrañaba. Su cuerpo decía lo contrario, en cualquier sentido.
<<Vamos, Katherine, piénsalo de nuevo… te extraño>>
Ella se volvió para verle a los ojos. Tenía una guerra en su interior. Por una parte, lo odiaba, por otra, lo seguía amando. Leo se le acercó, tanto que podía oler su perfume. El que ella le había regalado de cumpleaños. Sintió que la mano de Leo se acercaba a su cintura, tratando de acercarla más. Bajó la mirada, para contar en su mente, todas y cada una de las razones por las cuales había tomado su decisión. Cuando le miró de nuevo a los ojos, se dio cuenta de que ya no había razones para perdonarle, además de también verlo aún más cerca, sus labios tratando de hacerle contacto. 
<<Sal de mi casa ahora mismo…>> medio gritó la Fiscal, empujándolo a él y sus trucos unos pasos lejos de ella. <<No te necesito, ya no más… no vuelvas a buscarme…>> las palabras salían una tras otra de su boca, tropezando rápidamente, como Leo siendo empujado a la puerta principal de la casa. Cuando se encontraron en el umbral de la puerta, Leo ya era toda una magdalena. Las lágrimas inundaban sus ojos. Katherine abrió la puerta a las espaldas de Leo, quién parecía tratar de rehusarse a salir.
<<Vete, y no vuelvas>> la mirada de él quiso argumentar algo, pero no lo logró. La Fiscal vio una especie de resignación culposa en los ojos de Leo, que tragó saliva, como ahogándose con su propio llanto. 
<<Y por cierto, deja de usar ese perfume que te regalé, lo conseguí de oferta…>> agregó la Fiscal, haciendo que Leo frunciera el ceño. <<Y era muy, pero muy barato…>>
Katherine vio como se alejó caminando, su ceño bien fruncido, por si acaso se le ocurría voltear. Leo desapareció tras la esquina, y ella cerró la puerta. No podía creer lo que había hecho. Cuando había estado cerca de Leo, sus pensamientos no funcionaban bien, le hacía más lenta, pero esta vez lo había hecho bien. Lo había hecho bien de verdad. Se felicitó internamente, antes de recargarse en la puerta y comenzar a llorar sin saber por qué. Golpeó su cabeza contra la puerta detrás. Mírate Katherine, estás hecha trizas de nuevo por un tipo como él… eres patética. Se levantó y fue de nuevo a la habitación para arrojarse en la cama distendida. Vio el techo por casi por un minuto, dejando caer las lágrimas. Cerró los ojos. Por favor, no es tan malo… ya eres libre de él… ya no se casarán. Suspiró profundo, dejando que el aire le purificara el alma y la mente. Sintió que podía hacerlo, por una maldita vez en su vida, se sentía capaz. Abrió los ojos, y se levantó de la cama, para agarrar su morral, introduciendo la replica de las llaves de la casa que una vez le pertenecieron a Leo, y sacando las de su auto. Tal vez no podría sola con todo ese problema, pero sentía que sería mejor hacer algo para no pensar en ello.


Eran las ocho de la mañana. Katherine apenas salía de haber tomado una perezosa ducha matutina de siempre. La cabeza le dolía tanto que hubo de preguntarse si podría arrancársela de una vez. Había sido una terrible idea salir por unos tragos a un bar cercano, donde se había quedado dormida. Sin contar las tres horas que había dormido en la barra de ese bar, técnicamente no había cerrado los ojos en toda la noche. Se acostó en la cama, aún desarreglada. Y ahora, eres una maldita alcohólica… vamos mejorando, Kath. Alcanzó las pastillas para el dolor de su lunita junto a la cama, y sacó dos del envase cónico de plástico, para aventarlas casi hasta su garganta para tragarlas. Puedo llegar unos minutos tarde al trabajo, al fin y al cabo no se darán cuenta. Apenas se había acomodado para tomar una siesta, cuando su celular empezó a vibrar. Le había llegado un mensaje. Trató de no hacerle mucho caso, pero entonces una ametralladora de mensajes comenzaron a llegarle. Alcanzó su celular al otro lado de la cama. Era del Director, como lo había previsto.
¿Resaca de nuevo?
Parece que no piensa llegar a tiempo Fiscal.
Le interesará saber que los padres de Michael Meyer están aquí.
La Fiscal se levantó deprisa. Tal vez podría sacar algo de los padres de los chicos, a fin de cuentas, ellos los habían criado, y debían conocerlos mejor que nadie en el mundo. Trató de vestirse más formal, pero sinceramente no se sentía cómoda con la ropa. Parecía que usaba un disfraz elaborado. Agarró sus jeans y una camisa de color azul, que abotonó con dificultad mientras agarraba sus cosas para salir de la casa, como si ésta estuviera a punto de estallar. Mientras conducía al trabajo, comenzó a pensar en las cosas que quería sacar de los padres de Michael. Tal vez algo de su pasado entre familia le diría algo, o tal vez la dejaría más lejos de resolver el caso, más lejos de lo que ya estaba. ¿Cómo carajos consiguió el Director saber que tomaba de nuevo?... Maldito acosador.
Se estacionó en el mismo lugar que el día anterior, y bajó del auto, con unos lentes oscuros, que se había puesto antes de comenzar a manejar, para evitar que el sol radiante le pegara directo en los ojos, y le causara migraña. Abrió una de las puertas de cristal, observando que los oficiales que usualmente se encontraban custodiando la entrada ya no estaban. Amanda le dirigió una mirada, y después siguió con lo suyo.
<<Buenos días, Amanda>> saludó la Fiscal, algo sarcástica en el momento. La recepcionista solo le respondió con un sonido gutural que reflejaba lo mucho que amaba su trabajo. 
Caminó por el pasillo hacia donde se encontraba el cuarto de interrogatorio. El Director la llamó desde su espalda justo al haber cruzado la puerta de su oficina. Estaba recargado en el marco de la puerta.
<<Fiscal Collins, llega tarde… y con resaca, de nuevo>>
<<Tiene que decirme cómo logra saber lo que hago todo el tiempo, incluso en mi propia casa>> respondió la Fiscal, regresando hasta la entrada de la oficina. Matías se enderezó.
<<Soy el Director del Departamento de Policía de la ciudad, yo sé todo acerca de sus habitantes, también de mis colegas>>
<<Creo que debo cubrir mejor mis huellas la próxima, a ver si de esa manera no logra descifrar qué cenaré a diario>> 
<<Tal vez… pero bueno, te detuve para decirte que tus cosas fueron regresadas a tu antigua oficina>>
La Fiscal alzó una ceja. << ¿Tan pronto me quieren de vuelta?>>
<<Los padres de los hermanos Meyer están ahí, te esperan>>
<<Gracias>> 
La Fiscal se volteó, pretendiendo caminar hacia su antigua oficina, que ya había ordenado vaciar debido a su anunciado retiro por su casamiento. El Director la volvió a llamar por su nombre.
<<¿Si?>>
<<Llámame si necesitas interrogar a Michael, ayer se puso muy mal, y tuvimos que encerrarle en una celda, con algo de sedantes>>
Ella solo asintió, y continuó su camino.



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En el texto hay: psicologico, desapariciones, terror

Editado: 29.08.2018

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