Mountain Lake: El lago guarda sus secretos

VII

CAPÍTULO VII

No podía ser. ¿Qué era lo que Anthony Meyer buscaba?. Ella ni siquiera le conocía. Pensó que tal vez sabía que el caso estaría destinado a relacionarse con su vida, tal vez quería asegurarse de que algo no saliera a la luz. ¿Pero, qué era exactamente?. Y si estaba en lo correcto, ¿por qué había hablado con el Director?. Su cabeza se llenó de más dudas. Ahora no sabía exactamente donde empezaba el caso, y donde comenzaba su vida personal. Estaba todo mezclado, de una manera que no podía comprender. Le dio otro trago a la botella, y la volvió a meter a su morral. Leyó lo que faltaba del expediente de Anthony. Arrestos por indecencias en vía pública, reportes de agresión, y su expediente psicológico. El examen de su mente no coincidía demasiado. Según la información, jamás se pudo probar una razón, una causa de su estado mental, por lo que no pudieron (o no quisieron) asignarlo en una institución mental. 
Fuese lo que fuese, mientras estuviera relacionado directamente con su vida personal, no era demasiado importante para el caso. Podía dejarlo para después.  Tal vez la próxima que estuviera cara a cara con el Director Matías, le reclamaría por respuestas. Se estiró en el sofá, y subió los pies a la mesita de centro que estaba frente a ella y los sofás. Algo hizo un pequeño y casi inaudible sonido. Si hubiera sido amplificado, se escucharía algo así, como arrancarle una cinta de la boca a un rehén. Cinta. No era ningún crujido. Bajó los pies de la mesa, y se agachó para buscar mejor. A simple vista, desde el ángulo en el que ella estaba, no parecía haber nada. Se levantó y golpeó la mesita de madera con el pie. Un paquete cayó pesadamente al suelo. Un paquete sellado, envuelto en un envoltorio negro. No dudo de lo que realmente era, así que no lo abrió, no en ese lugar. Se levantó del sofá, dispuesta a salir del apartamento. Había encontrado lo que buscaba. 

Llegó a su casa, arrastrando los pies y cerrando la puerta a su espalda. Había sido un largo y agotador día, lo único que tenía en mente era comer y dormir. Y fue lo que hizo, después de una ducha caliente, cenó ligero y se fue a la cama. Esa noche no tomó el resto de la tequila en su morral, necesitaba tener la mente clara para el día siguiente. Mientras dormía, le pareció haber escuchado pasos. Venían tenues y pausados del techo. Mientras perdía el sentido del tiempo y el espacio dentro del sueño, algo se apoderó de ella. La abrazó como una luz oscura, que le llenaba de un sofocante calor. 
Sus sueños llenos de imágenes en blanco, comenzaron a tomar forma. Inconsciente pudo sentir que alguien la observaba, estaba en la habitación, junto a ella, muy cerca de su cama. Con los ojos cerrados, no le veía, así que se le presentó en forma de un sueño. Una pesadilla. Presenció una imagen en su cabeza. Eran luces reflejadas en lo que parecía un charco, luces de un techo que no reconocía. Las luces estaban estáticas, blancas y cegadoras, pero por más que ella lo quisiera, no podía despegar su mirada de aquel reflejo en agua sucia del suelo. Una figura empezó a salir del charco. Primero, sin una forma aparente. Pero conforme a que presionaba la superficie, se hacia más y mas clara. Sabía lo que era, pero no tenía la certeza. Era algo que no podía explicar. En su sueño, quiso apartar la vista de aquella visión, pero entre más luchaba por controlarlo, algo exigía desde su interior, dejándola sin mando en su propio sueño. Pareció ver la cara de alguien presionando para salir, como si la superficie de aquel charco fuera un plástico elástico y duro. La visión se quedó en negro, hundiendo a la mente de Katherine en otro vacío. Ella tenía un miedo, que no había conocido jamás. Le amenazaba con triturar sus huesos lentamente.
Otra imagen llegó, como un televisor que estuviese encendiéndose de repente. Estaba frente a la ventana que daba al interrogatorio, en el edificio de Policía, totalmente a oscuras y completamente desierto. No podía ver al interior, pero podía jurar, que alguien estaba en el interior. El cristal de la ventana se empañó, el resultado de una respiración cercana. Katherine no podía moverse. Una fuerza invisible la detenía por los tobillos. Solo podía observar el profundo oscuro en el cristal, e imaginarse lo que estaba del otro lado. La luz del interrogatorio se encendió. No rápidamente, sino paulatinamente, lento y gradual. Pareciese que el tiempo pasaba más lento. Esperaba ver una visión horrible de algo que la veía tras el cristal, pero la figura que se formó, fue un poco más inquietante. Era ella misma, y Michael también estaba ahí. Exactamente como había sucedido la primera vez que había tratado de interrogarle cuando había colapsado. Pero ella lo veía, desde otra perspectiva, pero era ella misma, fuera de sí. Todo pasaba lento, como bajo del agua. Captaba cada leve movimiento. 
Como si la perspectiva de una cámara en un set fuera la que estuviese viviendo, cambió de lugar, de perspectiva. Estaba posicionada en la esquina de la ventana. Ahora podía verse completamente a ella misma. Parada en la habitación, con los nervios de punta. Pero ella y Michael no eran los únicos en ese cuarto. Katherine quiso apartar de nuevo la mirada, pero algo le tomó por las mejillas, y le mantuvo inmóvil y expectante ante aquella situación. Había algo. Alguien, detrás de su yo en la habitación donde Michael señalaba. En aquella parte detrás de su espalda. La imagen era borrosa, y las luces se hacían tenues por pequeños y fugaces momentos. Era extraño, pero sintió que sus claramente que sus lágrimas rodaban por sus mejillas, mojándolas en líneas hasta su mentón. Era demasiado vivido, algo que jamás experimentaba en sus sueños. Ni siquiera en los más terribles y perturbadores. 
Esa figura, en su espalda, era humana. O no, no del todo. Era alta y robusta. Algo le cubría la cara. Vio sus dedos, largos y con uñas largas, rotas en algunos puntos. Manchadas de barro, y algo más, una sustancia negruzca. La luz le permitió ver, lo que llevaba en la cara. Una máscara, de lobo. Mostrando los dientes. irascible. Parecía que conforme su sueño avanzaba, menos tranquilizador se tornaba. Los ojos estaban negros. 
Comenzó a sentirse de vuelta, su espectro se comenzaba a tornar más claro. La presencia en el cuarto del interrogatorio hizo un movimiento con la mano, antes de empezar a levantarla. Pareciese que ese efecto retardado no le afectaba en lo absoluto. Estaba apuntando a ella, a su espalda, intentando tocarla. Si hubiera querido tocarla, lo habría hecho rápido, sin problemas, y Katherine daba razón a ello. Ella solo trataba de liberarse, quería gritar con todas sus fuerzas, tal vez eso la despertaría a la tranquilizadora realidad. Pero sentía alguien en su espalda, alguien que le ataba a ese lugar. La mano de aquel personaje extraño estaba a punto de alcanzar su hombro, y Katherine no podía hacer nada para detenerlo, aunque se agitara y sintiera el aire en sus pulmones para gritar. La luz empezó a desvanecerse, y con ella, la imagen. De nuevo, la ventana estaba en negrura completa. 
La mano, o lo que la sujetaba por las mejillas con fuerza, empezó a soltar. Sintió a su espectro descansar, volviendo a respirar aire limpio y fresco, saliendo de aquella intoxícante calma, tan cálida, como el infierno. El terror la invadió. No era miedo amorfo, era terror puro y complejo. Ahora ella controlaba su presencia en ese sueño, en esa visión. Quiso voltear a su espalda, quería ver quién la había atado por tanto tiempo. Giró sobre sus pies, presintiendo lo que vería. Y ahí estaba. La cara del lobo. Esa máscara tan común en el mundo, convertida en algo siniestro y desconocido. Fuese lo que fuese, la hizo gritar. Con todas sus fuerzas, tratando de despertarse a sí misma. Los ojos de la máscara, negros como el espacio, empezaron a dejar ver dos franjas, en forma de medialuna. Todavía no podía despertar, y Katherine trataba con toda su fuerza. Con toda la fuerza de su interior. Dio en cuenta, que no eran los ojos de una máscara, cortados en el látex para la visión. Eran ojos. Ojos reales. Que se abrían lento, removiéndole las entrañas como un cuchillo. Todo el tiempo que los había visto, habían estado cerrados. 
Al tiempo que los dos ojos blancos saludaron a Katherine, todo se perdió en un vacío de nuevo. Ahora ella, era la que había abierto los ojos, de vuelta a la vida real y la tranquilidad de su cama, envuelta en miedo y sudor, encendió la luz, para revisar con la mirada cada esquina de la habitación.



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En el texto hay: psicologico, desapariciones, terror

Editado: 29.08.2018

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