Mr. Bone

El principio del fin

Se cuenta que, hace mucho tiempo ---- antes de la creación humana ----, el planeta tierra estaba colmado de oscuridad dañina; un alumbramiento opaco que sumía al territorio en grandiosas fuentes de soledad.

No existía la vida en su esplendor y, solo, abundaban lengüetas de fuego ardiente que, al extenderse, dibujaba círculos interceptados con pequeños triángulos profanos; señales del cosmos.

La tierra era un completo caos adulador entre los espacios marchitos; sin embargo, el cuerpo celeste permanecía, inerte, seguro de la venida del redentor; del sanador de heridas superficiales y domador de los caballos asesinos.

Del hijo de la luz.

Hasta que, en la cúspide de la esperanza, sucedió lo inevitable.

A grandes voces profundas, se oyó la risa del primer espíritu que yació en la <<nada>>.

Era, precisamente, el Dios del <infinito>. El único capaz de inmortalizar <<algo>> en medio de la <<nada>>.

Así que, entre las murallas de la existencia y el poder fantástico de su alma, el Dios del <infinito> proclama su gloria eterna. Muchos lo seguirán. Muchos arrendaran nuevos ideales.

Porque --- ha de decirlo ---, el Dios del <infinito> ha venido a salvar lo que queda. A creer en la pureza del ser.

Entonces, luego de observar su entorno acechado por formas nebulosas, entabla una meta maestra. El mismo declara la independencia. Y con su increíble don crea todo lo que ha de haber en la tierra.

Así fue.

Y, si, al principio el mundo albergaba inocencia y pureza. Nadie lo dudaba. Era un lugar fastuoso; de enormes forestas, interrumpidos por el viento estacional. Las montañas, a sus espaldas, consumían el fuego naciente del sol. Y los animales fabricaban sus propios destinos. En gozo, el hombre, seducido por el paraíso, vivía alegremente para cumplir las leyes establecidas. Cada creación fue según el mandato del Dios del <infinito>.

Los años transcurrieron y el universo mantenía la paz y la armonía por sobre todo. En otras palabras, el espacio transmitía luz y nobleza. Las personas no conocían la maldad y su ingenuidad era su gran virtud. No había, nunca más, oscuridad ni lengüetas de fuego puro; en su lugar, vislumbraba candidez e idealismo. Únicamente, existía bondad; un, sencillo, bando de colores blanco y celeste. Lo cual generaba un problema; un problema, condenadamente, grave.

No había equilibrio.

La balanza se inclinaba a un lado.

Fue así, que, decidido a cambiar ello. Se vio en la tarea de tener dos hijos. A los cuales nombro y trazo su camino. Al primero llamo: El Creador; príncipe del albor y enemigo de la injusticia. El que describía rasgos nobles y sensibles. Y al segundo nombro: El Supremo; el pequeño de mirada turbia y ojos feroces.

Ambos primogénitos heredarían el cielo luego de la muerte de su padre.

Las décadas cobraban el tesoro y el Dios del <infinito>; pese, a su inmortalidad, feneció.

Y, tal cual se esperaba, El Supremo renegó de su labor y, decidido, busco la corona por sus propias manos. Para ello, soluciono asesinar a su hermano gemelo. El hecho renacía y, para cuando, las voces de traición llegaron directamente a los oídos de El Creador, este alisto a sus simpatizantes para alzar su voz. Los que, en un principio, siguieron a ciegas a su padre gracias a su nobleza y rectitud, hicieron lo mismo con su hijo que demostraba viva imagen del fallecido rey del cielo.

Entre ángeles fornidos y habitantes del firmamento, vencieron a El Supremo y su legión de demonios.

Pero El Supremo no sentó tranquilidad y, con cada uno de sus adeptos, urgió un reino en medio de las tinieblas; cuyo nombre alzo: El Infierno.

Mientras, El Creador gano la lucha y, audazmente, gobernó como, quizá, su padre ---- el Dios del <infinito> ---- lo deseo desde el inicio. El transcurso fue largo y árido; más, el príncipe logro establecer las reglas para que, los querubines, convivan en plena tranquilidad sin el ápice de maldad.

Los reinos disjuntos se formaban a base de sus creencias.

Y, entonces, El Supremo quiso mucho más: vencer a su hermano gemelo y gobernar El Cielo y El infierno. Un trato justo para un despreciado de la línea de vida.

El Supremo trazo un bosquejo.

Y...

Mediante, el mismo, ofreció su liderazgo a un jovenzuelo... quien entrego su alma al mando del enemigo. ¿Por qué lo hizo? Tendrás que descubrirlo por tu cuenta.

Desde aquello, Mr. Bone es un ente demoníaco; acreedor de una belleza sobrehumana. El seguidor de El Supremo.



#11393 en Thriller
#4626 en Suspenso
#6517 en Misterio

En el texto hay: demonios y mentiras

Editado: 16.03.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.